Los mil ojos del museo
Alumnos de instituto estudian en el Reina Sof¨ªa los mecanismos de seguridad en torno a las obras de arte
![Pablo de Llano Neira](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F54da206b-fa41-42c8-82c2-74ee2ad5197f.jpg?auth=a032241d3c2b4915c0391add9de332ed056bbfffaff10a8bc7a2ce230552b1db&width=100&height=100&smart=true)
Un hombre apunta con una c¨¢mara de fotos al Guernica. De inmediato, lo frena una mujer: "?Desde ah¨ª no se puede! Hay que sacarlas desde atr¨¢s". El hombre desanda tres pasos, hasta dejar los pies fuera de los l¨ªmites de la sala del cuadro de Picasso. Entonces dispara. La mujer que dio la orden no ten¨ªa acreditaci¨®n. Era solo una espectadora, pero su advertencia funcion¨® como si fuera uno de los vigilantes del museo.
?Por qu¨¦ somos tan obedientes delante de una obra de arte? Si tomamos el Guernica como ejemplo, debemos serlo "porque es valioso, representa la democracia y porque una vez atentaron contra ¨¦l", seg¨²n los alumnos de 3? de ESO del colegio concertado Gamo Diana (Madrid), que participaron en un nuevo taller escolar del Reina Sof¨ªa: The watchmen. ?Qui¨¦n vigila al vigilante?
Los chicos que participaron en el taller fueron vigilantes y vigilados
Existe un sistema tecnol¨®gico de seguridad y otro psicol¨®gico
"Quer¨ªamos hacer una actividad que estimulase la capacidad de juzgar; en este caso, la estructura invisible que organiza los espacios y el comportamiento en el museo", explica el responsable de los programas educativos del centro, Jes¨²s Carrillo.
Los alumnos fueron vigilantes y vigilados. La primera funci¨®n la cumplieron en la sala del Guernica. Con un plano del lugar, fueron apuntando las t¨¦cnicas de control que detectaban: videoc¨¢maras, agentes de seguridad, sensores de movimiento... Eran esp¨ªas entre el p¨²blico, un poco zumbones y aparatosos, pero esp¨ªas. Y pese a todo no acababan de interiorizar su papel. "Somos vigilantes", dec¨ªa Laura, "pero siempre hay alguien encima vigilando, ?no?".
En todo el Reina Sof¨ªa hay 100 vigilantes de sala, ocupados en dar informaci¨®n y corregir a los que dan voces o acercan la nariz a las obras, y unos 175 agentes privados en previsi¨®n de l¨ªos mayores; "algunos con rev¨®lver y esposas", precisa el jefe de seguridad del museo, Jes¨²s Fern¨¢ndez. Aparte de esto, hay una mara?a de alarmas y sensores (uno s¨ªsmico, por si se intenta entrar por t¨²neles) para convertir en un pitido cualquier movimiento en falso. "?Robar el Guernica?", se pregunta Fern¨¢ndez. "Es dif¨ªcil, pero no hay nada imposible".
En el museo existe un sistema tecnol¨®gico de seguridad y otro psicol¨®gico, que sale gratis, porque lo ponemos nosotros, situ¨¢ndonos siempre a una distancia reverencial de las obras.
?Qui¨¦n vigila al vigilante?, que funciona por primera vez este a?o, hasta junio, tambi¨¦n analiza la autovigilancia, a trav¨¦s de una obra del artista estadounidense Carl Andre, Magnesium Copper Plain (1969), una escultura como una gran tabla de ajedrez puesta sobre el suelo, resistente y sin ninguna se?al que impida pisarla, cosa que se puede hacer. Las educadoras llevaron a los alumnos a la sala de esta obra y los enga?aron con un se?uelo. Les dieron una lista de preguntas sobre la seguridad de esta y una de ellas se qued¨® filmando sus movimientos.
Al principio no la tocaban. Luego unos chicos se acercaron. Pas¨® un minuto hasta que se pusieron a pisar las planchas de cobre. Medio minuto despu¨¦s, viendo que no los interrump¨ªan, se colocaron encima del ajedrez. Presionaban las planchas con la almohadilla de los pies, como si probasen el estado de un campo de f¨²tbol. Ya en confianza, hubo pasos de baile sobre la obra de Andre.
Los alumnos, al acabar, charlaban de camino al metro. "Yo no quiero que me vigilen", dijo una chica en un acceso de rebeld¨ªa. "Pero si no haces nada malo, ?a ti que te importa que te vigilen?", repuso un chico m¨¢s funcional. Y continuaron su cruce dial¨¦ctico entre libertad y seguridad fuera del museo. Bajo los mil ojos de la calle.
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