William Boyd miscel¨¢neo
Este libro es un desaf¨ªo a la mala prensa que puede tener, para un escritor, escribir en prensa. El fen¨®meno es sobradamente conocido en Espa?a, pa¨ªs donde muy pocas manos de escritores podr¨ªan tirar la primera piedra del esc¨¢ndalo; apenas hay poetisa, dramaturgo o novelista de cualquier sexo que no practique el periodismo, uno de los tres enemigos de la promesa literaria seg¨²n el dictamen de Cyril Connolly (los otros dos eran el matrimonio y el dinero). Quiz¨¢ pensando en Connolly, a quien dedica uno de los m¨¢s juiciosos art¨ªculos recogidos en Bamb¨², William Boyd ve preciso justificarse en una breve introducci¨®n a esta selecci¨®n de escritos ocasionales de diverso g¨¦nero, que comprende s¨®lo una parte (pactada con ¨¦l por sus editores en castellano) de los recogidos en la edici¨®n inglesa de Bamboo; Boyd habla de que, al contrario de lo que sucede en Francia o Estados Unidos, los literatos brit¨¢nicos suelen ser rese?istas y colaboradores de periodicals, desconociendo sin duda el autor de Las nuevas confesiones la proliferaci¨®n period¨ªstica -de efecto tumoral seg¨²n los contados nombres que no la practican- de sus hom¨®logos espa?oles.
Bamb¨²
William Boyd
Traducci¨®n de Miguel Mart¨ªnez-Lage
Duomo Ediciones. Barcelona, 2009
311 p¨¢ginas. 19 euros
Boyd tambi¨¦n se deja llevar a veces por una malicia ir¨®nica muy refrescante: al sugerir que algunas traducciones pueden mejorar el original
La miscel¨¢nea que ofrece Duomo, muy bien traducida por Miguel Mart¨ªnez-Lage, tiene piezas memorables, tanto evocativas (Recuerdos de la mosca salchicha, Las penas del le¨®n, Montevideo) como estrictamente cr¨ªticas, apartado en el que destacan sus tres textos sobre Evelyn Waugh, el examen del acto ¨ªntimo o gesto para la galer¨ªa de Llevar un diario, y su peculiar compendio de El relato breve, donde establece una tipolog¨ªa del g¨¦nero en siete apartados que s¨®lo tiene un defecto: en ninguno de los siete le cabe Henry James, a mi juicio el m¨¢s grande cuentista -al lado de Ch¨¦jov y Maupassant- de la literatura universal. El art¨ªculo sobre los diarios muestra el habitual common sense inteligente y nada convencional del magn¨ªfico escritor que es William Boyd; inclemente consigo mismo al juzgar sus diarios de juventud, reconoce lo mucho que le sirvieron para una de sus mejores novelas, Las aventuras de un hombre cualquiera, compuesta a partir de las anotaciones del diario de su ficticio protagonista. Pero Boyd tambi¨¦n se deja llevar a veces por una malicia ir¨®nica muy refrescante: al sugerir que algunas traducciones pueden mejorar el original (en Ser traducido, divertid¨ªsimo recuento de sus experiencias propias) y, en el citado Llevar un diario, calificando los diarios publicados en vida del autor como una "autobiograf¨ªa bastarda" en la que el escritor sacrifica "la potente combinaci¨®n alqu¨ªmica que surge de la confesi¨®n y la confidencialidad, indispensable en todos los buenos diarios, a cambio de una satisfacci¨®n r¨¢pida a base de controversia y renombre". En la literatura espa?ola del momento se da, al menos en uno de sus diaristas m¨¢s pertinaces, el vivo ejemplo de esta fals¨ªa de corte exhibicionista.
Boyd naci¨® en Ghana de una familia escocesa y vivi¨® largos a?os en Nigeria, habiendo siempre figurado el continente africano en sus escritos de no ficci¨®n y en su narrativa, que se inici¨® en 1981 con Un buen hombre en ?frica, una novela ya muy lograda gracias a la cual, y a su siguiente libro de cuentos On the Yankee Station, entr¨® dos a?os despu¨¦s en el primer equipo de grandes promesas elaborado por la revista Granta.
Aunque queda un tanto descolocado en el conjunto de Bamb¨², estremece leer el perfil en tres etapas del escritor, periodista y editor nigeriano Ken Saro-Wiwa, amigo suyo ahorcado en una vendetta tribal por el dictador de turno de su pa¨ªs. En contraste con ese extenso texto de contenido c¨ªvico est¨¢ el Boyd mundano que plasma el ambiente del Festival de Cine de Cannes en dos visitas distintas, 1971 y 1999. La primera, rememorada en clave de humor, es la de un estudiante de la Universidad de Niza que va en autoestop con una novia alemana a La Croissette y jura haber visto a John Lennon y Yoko Ono en la terraza del hotel Carlton. El Boyd de 1999, por el contrario, acude a la Costa Azul como director de una pel¨ªcula, la ¨²nica que ha realizado hasta la fecha, titulada La trinchera y situada en los escenarios de la Primera Guerra Mundial.
William Boyd f¨ªlmico y cin¨¦filo: otro motivo por el que siempre me ha atra¨ªdo este novelista viajero y culto, africanista y afrancesado, que no teme meter su cuchara en los m¨¢s variados guisos de la cocina del arte. -
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