El 'making of' in¨¦dito de 'Rayuela'
Halladas las cartas que Cort¨¢zar envi¨® entre 1950 y 1956 a Jonqui¨¨res mientras viv¨ªa en Par¨ªs y escrib¨ªa su obra m¨¢s c¨¦lebre - El epistolario se publicar¨¢ en junio
Julio Cort¨¢zar necesitaba poco para vivir; era alt¨ªsimo, cerca de dos metros, y flaco, y ten¨ªa cara de ni?o, casi hasta el final (febrero de 1984) la tuvo. Carlos Fuentes cont¨® esta semana en Madrid (en el ciclo de la c¨¢tedra Cort¨¢zar, de la Universidad mexicana de Guadalajara) que cuando ambos eran muy j¨®venes fue a visitar por primera vez a Julio, y le pregunt¨® al muchacho que sali¨® a abrirle: "Muchacho, ?est¨¢ tu padre?".
Cuando muri¨® -de una enfermedad en la sangre, supuestamente agarrada en Nicaragua, record¨® en ese ciclo su amigo Sergio Ram¨ªrez- ya Cort¨¢zar (nacido en 1914) era un hombre melanc¨®lico, herido por una muerte cercana, la de su ¨²ltima mujer, Carol Dunlop, y por la evidencia de que se le acababa el tiempo. Ahora se sabe que cuando estuvo m¨¢s alegre, cuando escribi¨® Rayuela, entre 1950 y 1956, sus primeros a?os de Par¨ªs, fue pobre pero feliz. Era el autor asombrado de cartas que explican c¨®mo se gest¨® esa novela interminablemente maravillosa.
Se trata de un hallazgo de la viuda y del estudioso Carles ?lvarez
Esas misivas, seg¨²n algunos expertos, mejoran la gran novela del escritor
Esas cartas ser¨¢n ahora un libro que, seg¨²n algunos entendidos, es mejor que esa novela en la que la gente descubri¨® el genio diverso (y divertido) de este solitario de Par¨ªs que ya hab¨ªa sido solitario en Buenos Aires. Son las Cartas a los Jonqui¨¨res, que Alfaguara publicar¨¢ en julio en Argentina antes de que aparezcan en Espa?a. Aurora Bern¨¢rdez, la primera mujer de Cort¨¢zar y albacea del escritor, la que le cuid¨® en los ¨²ltimos tiempos maltrechos de su vida, estaba ayer en un hotel de Madrid con Carles ?lvarez Garriga, el estudioso que ha acometido el milagro de abrir con ella los cinco cajones (una c¨®moda), donde hallaron, veinticinco a?os despu¨¦s de la muerte del escritor, "un gui¨®n radiof¨®nico, dos novelas, dos obras de teatro, tres traducciones, 32 relatos, una cincuentena de documentos de dif¨ªcil clasificaci¨®n gen¨¦rica, 63 poemas o poemarios, 122 cuadernos, borradores o notas sueltas, 157 art¨ªculos..., y cerca de un millar de cartas".
Aurora rastre¨® las cartas que obtuvo en 2000 de la viuda de Eduardo Jonqui¨¨res, pintor, gran amigo de Cort¨¢zar que se qued¨® en Buenos Aires cuando Julio asumi¨® la aventura de saltar el charco para huir de la monoton¨ªa provinciana de Buenos Aires y adentrarse en el asombro de Par¨ªs. Esas cartas son "la cr¨®nica casi semanal de la instalaci¨®n de Cort¨¢zar en Europa"; ah¨ª est¨¢n "el humor, esa felicidad de la prosa, esa capacidad de observaci¨®n y esa cultura que define al mejor Cort¨¢zar". Escribe a los Jonqui¨¨res "sobre su penuria econ¨®mica", pero esa no era una obsesi¨®n, ni una interrupci¨®n de la b¨²squeda de una belleza (m¨²sica, pintura) que le emborrach¨®. Carles ?lvarez Garriga dice que a Cort¨¢zar "s¨®lo le hac¨ªa falta lo imprescindible para vivir: una mesa, una silla donde leer, y sobre todo tiempo para pasear, ir a museos, escuchar m¨²sica...". Y as¨ª ser¨ªa siempre. Bern¨¢rdez le cont¨® en la Casa de Am¨¦rica a Julio Ortega (y al p¨²blico) que Cort¨¢zar era un solitario que se quedaba en casa mientras ella callejeaba por Par¨ªs; e incluso cuando ¨¦l mismo hac¨ªa esas excursiones, al volver Julio le dec¨ªa: "Contame algunas cositas...".
De esas "cositas" se fue haciendo Rayuela, que naci¨® en un mundo en silencio del que ahora quedan las cartas a los Jonqui¨¨res. ?l jam¨¢s le dec¨ªa a Aurora qu¨¦ estaba haciendo, y s¨®lo le ense?¨® el manuscrito al final. A sus amigos de Buenos Aires, los Jonqui¨¨res, les dec¨ªa lo que iba pasando, pero Aurora tuvo que leer la novela (y fue la primera en leerla) para saber qu¨¦ hab¨ªa pasado en esos cinco a?os por la cabeza de muchacho Cort¨¢zar.
Lo que hay en estas cartas, dice ?lvarez, es "asombro de vivir"; el deslumbramiento que supone llegar a Par¨ªs, "que era el sue?o de su vida, el conocimiento del Louvre, al que dedica seis meses, todas las tardes". En ese tiempo los dos est¨¢n viajando, y traduciendo; Francisco Ayala, el primero que le publica, le ha encargado la traducci¨®n de Poe, y Par¨ªs es una fiesta alternada con la melancol¨ªa de Buenos Aires.
En estas cartas nacen los cronopios, el hallazgo subliminal que convierte a Cort¨¢zar en muchos Julios confundidos con esos personajes a los que dio casi identidad humana. Le dice a Mar¨ªa, la esposa de Jonqui¨¨res: "Me han nacido unos bichos que se llaman cronopios", y le copia una de las historias que ser¨ªan parte de Historias de cronopios y de famas.
En esa abigarrada c¨®moda de lo que Cort¨¢zar dej¨® escrito hay mucho m¨¢s, como en este nuevo libro, que acaba con el facs¨ªmil de una dedicatoria de Rayuela a los Jonqui¨¨res: "A Mar¨ªa y a Eduardo con el largo cari?o de Julio". Han pasado cinco o seis a?os de correspondencia, mientras ¨¦l ha ido escribiendo su novela misteriosa, y Carles cree que ese largo subrayado es una justificaci¨®n de la prolongada espera que todos sus amigos tuvieron que hacer hasta que apareciera este milagro narrativo que consagr¨® a Cort¨¢zar y que ahora es, retrospectivamente, el alma de estas cartas.
"A Mar¨ªa y a Eduardo"
- Julio Cort¨¢zar mantuvo correspondencia con Eduardo Jonqui¨¨res, pintor, amigo de Buenos Aires, mientras viv¨ªa en Par¨ªs entre 1950 y 1956. A ¨¦l y a su mujer Mar¨ªa escribi¨® una dedicatoria de Rayuela (izquierda): "Con el largo cari?o de Julio".
- En el importante cuerpo epistolar reci¨¦n hallado se conservan cartas como la de abajo, de 13 de febrero de 1950. Es la m¨¢s antigua de las que se guardan enviadas a Eduardo Jonqui¨¨res.
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