Algunas verdades sobre Polanski
El director de cine es v¨ªctima de la cesi¨®n del juez y del fiscal estadounidenses a las presiones de la opini¨®n p¨²blica. Y la acusaci¨®n de la actriz brit¨¢nica Charlotte Lewis no es m¨¢s que un chantaje
No quiero polemizar m¨¢s sobre el caso Polanski.
Ni con Tim Burton, que cuando le preguntaban sobre la situaci¨®n de su camarada no encontr¨® mejor respuesta que un vago "todos estamos a favor de la libertad de expresi¨®n; luchamos por ella cada d¨ªa", que en el mejor de los casos no quiere decir nada, y en el peor equivale a salirse por la tangente y a re¨ªrse del mundo.
Ni con Michael Douglas, que cuando la RTL le preguntaba si pensaba firmar la petici¨®n que acab¨¢bamos de impulsar Jean-Luc Godard y yo -y que, dicho sea de paso, se limitaba a pedir la remisi¨®n a la justicia suiza de todos los elementos necesarios para que ¨¦sta pueda decidir si accede o no a la demanda de extradici¨®n californiana- respondi¨® con una exposici¨®n confusa en la que ven¨ªa a afirmar que admira a Polanski, pero que este asunto es "algo judicial" que debe ser "afrontado de forma interna".
Polanski no huy¨® de la justicia norteamericana, volvi¨® a EE UU para cumplir la pena de prisi¨®n en la penitenciar¨ªa de Chino
Esta historia no tiene nada que ver con el derecho, sino con una verdadera "caza al hombre"
Ni siquiera con Gilles Jacob, presidente del festival de Cannes, de quien hay que decir que tambi¨¦n ha tenido una reacci¨®n impropia de ¨¦l -y en la misma cadena-: "est¨¢ el artista y el ciudadano; el artista es un cineasta inmenso, pero el ciudadano no est¨¢ por encima de la ley". ?No, querido Gilles Jacob! ?Usted no! ?Eso no! No puedo creer que no est¨¦ usted al tanto de los pormenores del caso ni del hecho de que precisamente su amigo Roman Polanski no est¨¢ por encima de la ley, como podemos comprobar todav¨ªa treinta y tres a?os despu¨¦s.
Tampoco tengo ganas de cargar contra aquellos que -tal vez cineastas "inmensos", pero sobre todo "ciudadanos" acobardados- nos han hecho saber que: "s¨ª, por supuesto, la petici¨®n de Polanski... La justicia... El derecho... Pero ?y mis intereses de cineasta? ?Acaso un cineasta puede, por amor a la justicia y al derecho, arriesgarse a dejar pasar un trofeo en Cannes? ?Acaso es el momento de exhibirse junto a ese prestigioso colega, palma de oro en 2002 por El pianista, pero convertido hoy, en virtud del capricho de un fiscal en plena campa?a electoral (pues, como es sabido, los magistrados estadounidenses son cargos electos), en un personaje poco recomendable?".
No. S¨®lo quiero recordar algunas verdades a aquellos que a¨²n puedan y quieran escucharlas.
Para empezar, Polanski no "huy¨®" de la justicia norteamericana, como repite por doquier una opini¨®n p¨²blica pavlovizada: volvi¨® a Estados Unidos; estaba en Francia y volvi¨® a Estados Unidos para cumplir, en la penitenciar¨ªa de alta seguridad de Chino, la pena de prisi¨®n convenida entre las partes -como es costumbre en Estados Unidos-: su abogado, el de la v¨ªctima, el fiscal del distrito de la ¨¦poca y, naturalmente, el juez que los convoc¨® a todos y levant¨® acta del acuerdo.
As¨ª que resulta que Polanski ya ha pagado. Desde luego, cometi¨® un delito, pero ya ha pagado por ¨¦l. Al rev¨¦s, dicho sea de paso, que los 44 delincuentes sexuales convictos aquel mismo a?o, en el mismo condado de Los ?ngeles y por delitos de la misma naturaleza, que nunca han pasado ni un solo d¨ªa entre rejas -al rev¨¦s que Polanski, y al rev¨¦s de lo que creen, una vez m¨¢s, todos esos justicieros dominicales que repiten como loros que su celebridad lo ha "protegido".
En otras palabras, el caso Polanski nace en el preciso instante en que el juez de la ¨¦poca, presionado por la opini¨®n p¨²blica y por una prensa sobreexcitada por la incendiaria notoriedad del autor de La semilla del diablo, decide romper el acuerdo o, m¨¢s exactamente, no ratificarlo. Y renace siete a?os atr¨¢s, cuando un fiscal sediento de publicidad y -lo repito- en plena campa?a electoral, decide, como en los westerns -y, seg¨²n ¨¦l mismo anuncia bastante imprudentemente durante una reuni¨®n de fund raising-, entregar a Polanski a sus electores vivo o muerto, y convence a Suiza, pa¨ªs al que el cineasta lleva lustros acudiendo tres veces al a?o para pasar las vacaciones escolares en familia -y en un chalet comprado con el benepl¨¢cito de las autoridades-, para que lo detenga como a un terrorista.
Y en cuanto al ¨²ltimo coletazo, en cuanto a la actriz inglesa que, presionada a su vez por una conocida abogada de Los ?ngeles que tiene entre sus trofeos la cabellera de Tiger Woods, en cuanto a esta Charlotte Lewis que recobra la memoria al cabo de veinticinco a?os para reclamar en el ¨²ltimo minuto su cuarto de hora de fama o, tal vez, sus treinta monedas, y que, entre par¨¦ntesis, hace diez a?os daba -en una entrevista en News of the World- otra versi¨®n del asunto (entonces no dijo tener 16 a?os en el momento de los supuestos hechos, sino 17... "quer¨ªa ser su amante"... por no hablar de esa parte de la confesi¨®n que revuelve el est¨®mago, ya que, al evocar el periodo anterior a su encuentro con el realizador de Piratas, la actriz se describ¨ªa como una ni?a de 14 a?os que vend¨ªa sus encantos a "hombres mayores", y reconoc¨ªa: "no s¨¦ con cu¨¢ntos hombres me acost¨¦ por dinero en aquella ¨¦poca"), en cuanto a esas pretendidas "revelaciones", en cuanto a este "nuevo caso" fabricado de cabo a rabo y divulgado inmediata y machaconamente, y sin la menor verificaci¨®n, por los medios de comunicaci¨®n del mundo entero... todo ello confirma que esta historia no tiene nada que ver con el derecho, sino con una verdadera "caza al hombre".
El domingo pasado declar¨¦ que este pat¨¦tico chantaje no cambia en absoluto mi determinaci¨®n de defender a Polanski.
Y si no cambia nada es porque, al defenderlo, tengo la sensaci¨®n de defender no a un amigo (repito por en¨¦sima vez que antes del caso no conoc¨ªa a Roman Polanski), sino al derecho.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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