'Un archivo guarda el horror y el coraje de muchos'
La reconciliaci¨®n es un asunto personal, no pol¨ªtico o nacional. No es cosa que pueda organizar u ordenar la pol¨ªtica. Lo dijo una vez e insiste en ello ahora esta mujer, que es la administradora de uno de los archivos de la memoria m¨¢s importantes del mundo, el de la Stasi, la polic¨ªa secreta del partido comunista gobernante ( Partido Socialista Unificado, SED), en la extinta Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA, 1949-1990): "Yo soy cristiana; por tanto, eso que dije se corresponde con mi experiencia. La conciliaci¨®n es algo que ocurre entre personas, tiene que ver con emociones y no puede producirse sin exponer claramente la verdad. Es una trampa eso de 'venga, no hablemos de lo ocurrido, nos perdonamos y ya'. No. Esos no son cimientos s¨®lidos para construir nada".
"Los familiares de las v¨ªctimas necesitan justicia cuanto antes"
"Lo fundamental es que en la RDA no todo era malo, lo malo era la RDA"
"Quien desprecia y no atiende a su pasado, est¨¢ condenado a revivirlo"
Marianne Birthler (1948) es desde 2000 lo que se llama Comisionada Federal para los Documentos del Ministerio para la Seguridad del Estado (BStU en sus siglas alemanas) y tiene en sus manos los secretos (la basura y otras cosas, como luego explicar¨¢) de esa maquinaria infatigable y meticulosa que fue la polic¨ªa pol¨ªtica de su pa¨ªs natal repleta de esp¨ªas, mirones, informantes, delatores (unos cien mil oficiales; el doble, inoficiales) que trastocaron y acabaron con muchas vidas y sue?os. Ah¨ª est¨¢ todo guardado para ser consultado, en 158 kil¨®metros de estanter¨ªas repletas de actas, casi 40 millones de fichas personales, a¨²n m¨¢s de 15.000 sacas llenas de pedazos de papel por recomponer (una docena de personas se encargan de hacerlo a mano y, en paralelo, en el instituto Fraunhofer de Berl¨ªn se prueba un nuevo sistema electr¨®nico para acelerar el proceso), aquello que a los de la Stasi les dio tiempo a destruir antes de que los propios ciudadanos del Este, tras la ca¨ªda del Muro en 1989, ocuparan la sede dispuestos a proteger ese material elaborado con detalles de sus vidas. Casi tres millones de alemanes han solicitado consultar las actas desde 1990; en el ¨²ltimo a?o, 102.658. "Con estas cantidades es una tarea de generaciones, porque no estaba previsto tal demanda de apertura de actas. Cada a?o m¨¢s. Por parte de particulares, de medios, de cient¨ªficos? Las actas no s¨®lo interesan por la Stasi, sino por la RDA, lo mismo si se trata de deporte, cultura, iglesia o de oposici¨®n y resistencia? Esta es una de las fuentes b¨¢sica para la investigaci¨®n de la RDA". As¨ª que, aunque Birthler ya no est¨¦, existir¨¢ autoridad y archivo de la Stasi a¨²n un tiempo (luego pasar¨¢ al Archivo Federal): "Al menos hasta 2019. Ser¨¢n 30 a?os despu¨¦s de la revoluci¨®n".
?Qu¨¦ sinti¨® usted el d¨ªa que supo que todo este material estaba en sus manos? Cuando me preguntaron si quer¨ªa el puesto, dud¨¦. Era una gran responsabilidad y ten¨ªa miedo de que a partir de ese momento, leyendo las actas, mi vida estuviera condicionada por ese horror. Me acuerdo que tras tomar posesi¨®n, me organizaron un d¨ªa dentro del archivo. Ten¨ªa pavor. Pens¨¦: "Voy a entrar en contacto con el lado oscuro y amenazante de mi nueva tarea, seguramente a la noche estar¨¦ deprimida y llorar¨¦ al saber lo que los humanos son capaces de hacerse entre s¨ª?". Pero fue distinto. Esa noche regres¨¦ alegre a casa. Por dos razones: me?di cuenta de lo bueno que era guardar esas actas, porque podemos aprender de ellas lo que la gente es capaz de hacer, y porque recogen historias fabulosas de personas valientes que opusieron resistencia o se mantuvieron honestas. Desear¨ªa que todos los pa¨ªses que han sobrevivido a una dictadura tuvieran papeles as¨ª para conocer al detalle el destino de personas detenidas, asesinadas? Aqu¨ª, en el?terrible lenguaje de la Stasi qued¨® todo grabado, y creo que ser¨ªa un verdadero bot¨ªn para Espa?a, por ejemplo, tener informaci¨®n as¨ª de qui¨¦nes eran esas personas, lo que dijeron, c¨®mo se mantuvieron firmes durante los interrogatorios? Nosotros tratamos este material escrito como un verdadero tesoro.
La memoria de un pa¨ªs entero? S¨ª, estas historias se usan a menudo en la formaci¨®n pol¨ªtica, con j¨®venes, porque muestran c¨®mo la gente siempre tiene posibilidad de decidir c¨®mo portarse. A veces asumiendo gran riesgo? En los ¨²ltimos a?os de la RDA era distinto, ya no tem¨ªamos por nuestra vida. La situaci¨®n hab¨ªa cambiado, no es igual temer ser detenido que asesinado, tal como suced¨ªa en los primeros a?os, brutales y sangrientos. Al final, la presi¨®n era m¨¢s sutil; por ejemplo, a mis hijas no les permitieron hacer el bachiller, porque yo era de la oposici¨®n?
?Cu¨¢ntas historias escondidas se descubrir¨¢n a¨²n entre estos papeles? Habr¨¢ nuevas. Pero, dado que empezamos tan pronto con la apertura de las actas y con discusiones sobre personas p¨²blicas, no cuento ya con una gran ola de descubrimientos. Ser¨¢n m¨¢s bien casos individuales desconocidos, tal como sucede desde hace a?os. En los noventa se sab¨ªa de dos o tres nuevos nombres cada semana. Afortunadamente, esto se acab¨®.
Su familia qued¨® dividida entre el Este y el Oeste. Usted viv¨ªa en el Este, ?era vigilada por la Stasi? S¨ª. Yo era activista, de la oposici¨®n, claro que nos vigilaban.
?Y es correcta la informaci¨®n que recopilaron sobre ustedes? Hay quien consulta las actas y comprueba que nada coincide con la realidad? Se debe decir que la Stasi preparaba las actas con minuciosidad. Se trataba de un aparato militar y ese era su instrumento de trabajo m¨¢s importante. Ten¨ªan alto inter¨¦s en que las actas se elaboraran correctamente. Cuando oficiales o colaboradores no oficiales describ¨ªan algo de manera imprecisa, no era un pecadillo, sino un delito disciplinario. Naturalmente, los informes de colaboradores de la Stasi son siempre subjetivos, contienen fallos, pero esto lo sab¨ªa la direcci¨®n y por eso siempre usaban varios confidentes si se trataba de personas importantes. Un amigo m¨ªo, conocido disidente, encontr¨® en sus actas informes de m¨¢s de 80 confidentes. Y la Stasi pod¨ªa unirlos como si fueran folios para relativizar las inexactitudes y obtener una imagen muy precisa.
El despacho de la administradora se encuentra en la sede del BStU, un edificio con el aire socialista del Berl¨ªn de anta?o, una mezcla entre institucionalidad y funcionalidad. Un vistazo desde las ventanas muestra un paisaje a¨²n con huellas del pasado, pero bien batido ya con la nueva realidad unificada del Berl¨ªn actual, tan tur¨ªstico y de moda. Hasta el nombre de la calle delata el lugar que fue: Karl-Liebknecht-Strasse, 31, al lado de la Alexanderplatz, la plaza escenario donde se levanta la torre de la televisi¨®n visible desde toda la ciudad y ese hotel-mole escenario que ven¨ªa a probar lo bien que le iba al comunismo. Vestida de traje gris, media melena rubia, anillos de dise?o de plata, al verla sentarse en el sof¨¢ con un cruce de piernas decidido, una la imagina lidiando con los problemas de aquel tiempo en la RDA, peleando por sus ideas como joven opositora y catequista desde una organizaci¨®n evangelista o advirtiendo a sus hijas sobre las circunstancias en que viv¨ªan con su voz confortable, su porte de mujer poderosa y segura de s¨ª: "Esto es lo que sucede, de esto no habl¨¦is en la escuela?". No era f¨¢cil que lo entendieran, pero aun entonces apost¨® por la transparencia. "Era a¨²n m¨¢s dif¨ªcil y peligroso para esos ni?os que sent¨ªan que sus padres no les hablaban claro", dice.
En estos d¨ªas arranca Birthler el que ser¨¢ su ¨²ltimo a?o de mandato, el d¨¦cimo, un tiempo en el que, a pesar de los servicios prestados, los libros e investigaciones promovidos y los secretos desvelados, ha sufrido cr¨ªticas y sinsabores. Le han dicho de todo: que basta ya de hablar del pasado, que no debe interpretar lo que el archivo esconde, sino limitarse a gestionarlo ("cada dos a?os publicamos un informe de lo que hacemos y se presenta al Parlamento, y siempre ha sido evaluado muy positivamente. Llevando una instituci¨®n as¨ª, una tiene que vivir con la idea de no tener s¨®lo amigos"), que si tiene problemas con los ex comunistas dentro del partido Die Linke ("Ellos tienen problemas conmigo. Gysi se niega a admitir que colabor¨® con la Stasi") o por qu¨¦ hay documentos pol¨ªticos fundamentales que no vieron antes la luz (como hace nada con el caso Kurras): "No fue un error, nadie nos pregunt¨®".
Birthler posee un discurso tan rotundo y seguro de s¨ª, que ante la cuesti¨®n "?qu¨¦ cosa no volver¨ªa a hacer en su vida, en su trabajo?", ella que ha sido parlamentaria y portavoz de los verdes (B¨¹ndnis 90/Die Gr¨¹nen), ministra de Educaci¨®n en el Estado de Brandeburgo, no sabe qu¨¦ responder. "No quiero decir con esto que no haya cometido errores, pero ahora no recuerdo nada?". No hay vista atr¨¢s para lo ya hecho, no valen nostalgias, pero s¨ª impunidad cero ante los cr¨ªmenes cometidos. "Quien desprecia y no atiende a su pasado, est¨¢ condenado a revivirlo". Y eso, afirma, es lo que podr¨ªa ocurrir en Espa?a con la memoria de la Guerra Civil. Y dicho esto, pregunta por la situaci¨®n del juez Garz¨®n, acorralado por intentar mirar al pasado.
En Espa?a se muri¨® Franco y se corri¨® un tupido velo? y 30 a?os de paz despu¨¦s a¨²n est¨¢ la herida abierta. En Alemania, con el r¨¦gimen comunista se opt¨® por mostrar todo? pero hay quien dice que ya basta, que mejor mirar adelante? ?No ser¨¢ el punto medio el tratamiento ideal? Antes de optar por el punto medio, hay que plantearse las opciones que se tienen. Yo no aceptar¨ªa tal punto medio, porque estoy convencida de que la v¨ªa que nosotros hemos escogido para tratar nuestra memoria hist¨®rica ha servido para transformar las cosas. Al final, lo que hay que preguntarse es qu¨¦ es lo que necesita una sociedad tras sufrir una dictadura, qu¨¦ se necesita para garantizar la cultura pol¨ªtica futura? Estas son las preguntas importantes. La discusi¨®n en Alemania estaba predeterminada, porque tras el fin del nacionalsocialismo esta discusi¨®n, m¨¢s que nada en la Rep¨²blica Federal, se realiz¨® con gran retraso? Una generaci¨®n m¨¢s tarde se puede decir con seguridad, y est¨¢ demostrado, que ese modo no fue bueno. Si uno piensa en las v¨ªctimas de la dictadura, en sus familiares, ellos necesitan justicia cuanto antes, conocer la verdad, y necesitan que ¨¦sta se airee como compensaci¨®n a toda la injusticia. Es fundamental.
Quiz¨¢ se ha podido hacer as¨ª en Alemania porque ustedes ya ten¨ªan el pasado nazi? y por cultura o car¨¢cter, quiz¨¢; en Espa?a, mirar y ver lo que te ha hecho el vecino podr¨ªa desembocar en? m¨¢s sangre. S¨ª, tiene raz¨®n. Y sin duda lo ocurrido aqu¨ª con el nazismo desempe?¨® un gran papel. Fue fundamental, cuando en el Parlamento alem¨¢n se aprob¨® esta ley de?la memoria se dec¨ªa que no hab¨ªa que cometer dos veces el mismo error.
?Cu¨¢nto tiempo tendremos que seguir hablando del pasado? El pasado tiene siete vidas, como los gatos, no se puede eliminar f¨¢cilmente. Y si uno intenta omitirlo, en alg¨²n momento retornar¨¢, y lo har¨¢ fortalecido. Y lo que ustedes viven en Espa?a es la consecuencia de lo que distintas generaciones tuvieron que callar? Lo veo as¨ª: la gente que durante a?os intent¨® con energ¨ªa evitar que la verdad surgiera, est¨¢ envejeciendo, debilit¨¢ndose. Y ahora los j¨®venes dicen: "Queremos saber, tenemos derecho a ello". Es algo que conocemos de nuestra vida personal: tras un conflicto s¨®lo podemos seguir adelante cuando las cartas se ponen sobre la mesa y todo se aclara.
En Espa?a, las v¨ªctimas de la Guerra Civil ya han sobrepasado los setenta u ochenta a?os, poco a poco ya no quedan supervivientes, pero? Lo sabemos tambi¨¦n por otros pa¨ªses; en tanto en cuanto la gente lleva una vida activa, reprime el horror vivido, pero cuando envejecen, rememoran su infancia y juventud de manera virulenta. Llega a ser entonces m¨¢s actual que cuando uno tiene 50. Con 70 u 80 a?os se acuerda uno de su infancia y las heridas retornan. Yo lo conozco de Israel, all¨ª es un gran problema para los sobrevivientes del Holocausto; cuando envejecen, aumentan los traumas, su alma est¨¢ enferma. Cuando trabajaban y criaban a sus hijos, todo permanec¨ªa en orden? Yo suelo apoyar a asociaciones en Berl¨ªn a las que pueden acudir quienes estuvieron presos en los a?os cincuenta y sesenta y est¨¢n a¨²n traumatizados. Se trata de una generaci¨®n que no acude a terapia, no hacen algo as¨ª. Pero all¨ª van y cuentan su historia y eso les ayuda a espantar sus fantasmas. Por eso no creo que sea bueno para una sociedad guardar silencio. Necesitamos un ambiente que ofrezca la posibilidad a la gente de hablar de lo sufrido.
?Tiene usted buenos recuerdos de su infancia y juventud en su pa¨ªs? Los tengo de un tiempo en que yo era joven con una interesante profesi¨®n, hijos fenomenales y andaba enamorada, o no? Trabaj¨¦ en comercio exterior y luego con ni?os y j¨®venes en la Iglesia, as¨ª que estaba feliz, pero no cre¨ªa en ese sistema pol¨ªtico. Era una dictadura, y, naturalmente, no lloro por ella. Soy esc¨¦ptica incluso con esa idea de que hab¨ªa igualdad para las mujeres. En la RDA eran activas, pero tan excluidas del poder como en otros sitios. En el Politbur¨® no hab¨ªa, en el Gobierno tampoco. Trabajaban, pero nunca pudieron cambiar su papel. Segu¨ªan siendo responsables cuando faltaba un bot¨®n en el abrigo del marido. Eso, los ni?os, el hogar. Era una emancipaci¨®n muy unilateral.
Algunos ciudadanos, sin embargo, sienten nostalgia, aseguran que la vida entonces era relajada, segura? Se debe diferenciar la vida privada de la vida como ciudadano bajo una dictadura del SED. Lo fundamental es que en la RDA no todo era malo, lo malo era la RDA.
?Est¨¢ satisfecha por el modo en que se desarrollaron los acontecimientos, con la reunificaci¨®n en 1990? Muchas cosas se podr¨ªan haber hecho de otra forma, pero soy feliz con el resultado, pues me permite vivir como ser humano libre en una democracia.
Pero persisten grandes diferencias entre ambos lados de Alemania? Los mayores problemas que tenemos a¨²n en el Este son resultado de los cuarenta a?os de RDA. La econom¨ªa estaba muerta; las ciudades, destruidas, y esto es algo que se tarda mucho en compensar.
?Cree que el Gobierno federal ha hecho suficiente por el Este alem¨¢n? Si compara con otros pa¨ªses comunistas, podr¨¢ constatar que nosotros nos beneficiamos mucho no s¨®lo del dinero del Oeste, sino que hemos podido reanudar 40 a?os de tradiciones constitucionales? esto nos ayud¨® a reconstruir estructuras democr¨¢ticas. Pero tambi¨¦n tiene desventajas; yo lo viv¨ª, por ejemplo, siendo ministra en Brandeburgo cuando reformamos el sistema educativo. Forma parte del proceso de madurez pol¨ªtica el cometer errores y aprender de ellos, pero esto no era apenas posible con el Oeste ah¨ª al lado, que lo sab¨ªa todo mejor. Nada f¨¢cil. Y opino tambi¨¦n que no es bueno para el proceso de emancipaci¨®n del Este seguir pendiente del goteo financiero del Oeste. Es un peligro. Pero de todos modos, en 1990 yo formaba parte de los que buscaban otro camino en la unificaci¨®n?
?Ah, que no estaba de acuerdo con ella? Todos la quer¨ªamos. La discusi¨®n era c¨®mo y a qu¨¦ velocidad. Llegado 1990, cuando ya estaban en preparaci¨®n las primeras elecciones libres, ya no exist¨ªa la discusi¨®n del pro o contra. S¨®lo unos pocos marginados la negaban y a¨²n hoy existen. La gran mayor¨ªa buscaba un concepto pol¨ªtico que la permitiera. Era lo ¨²nico realista. La DDR ya no era capaz de existir. Lo que pose¨ªa era el Muro, que imped¨ªa a la gente escapar, y la Stasi para hacerla obedecer. Y sin ambos, como sistema pol¨ªtico lleg¨® a su final.
?Cu¨¢ntas actas ha le¨ªdo? No tantas como mis colegas, algunos no hacen otra cosa.
?Recuerda alguna historia que le haya impresionado en especial? Siempre me impresion¨® c¨®mo la Stasi, que desde los?a?os setenta comenz¨® a usar m¨¦todos m¨¢s sutiles, empleaba el terror psicol¨®gico, perturbaba a la gente de forma sutil. Por ejemplo, entraba cada noche al piso de una se?ora y cambiaba las cosas de sitio o modificaba los relojes. La mujer casi enloquece, no se lo explicaba. Y cuando lleg¨® a la conclusi¨®n de que pod¨ªa ser la Stasi? no pod¨ªa ni hablarlo con amigos. Porque si yo les digo a los m¨ªos: "La Stasi entra en mi piso". "?Y c¨®mo lo sabes?", preguntar¨ªan. "Porque cambian las toallas en el colgadero". Todos pensar¨ªan que estoy paranoica. Ah¨ª quedaba, pues, la mujer, sola con su inseguridad; ese era el objetivo: acabar con ella psicol¨®gicamente. Historias como esta son a¨²n m¨¢s alarmantes que las de detenciones. Pero mis favoritas en las actas son las que hablan de personas que la Stasi quer¨ªa enrolar para espiar a otros y se negaron. No colaboraron. Son fabulosas.
En Espa?a tuvo gran ¨¦xito la pel¨ªcula 'La?vida de los otros'. ?Eran las cosas como ah¨ª se cuentan? Era una ficci¨®n. Y la verdad se puede contar bien a trav¨¦s de ella. As¨ª, el mensaje de la pel¨ªcula es correcto y explica bien el ¨¢nimo en los ochenta en un escenario concreto como es Berl¨ªn, c¨®mo la gente sufri¨® bajo una dictadura incruenta,?c¨®mo unos eran valientes, otros traidores y los dem¨¢s desesperados. Todo esto exist¨ªa. Es mi experiencia. En ese sentido, la pel¨ªcula es muy aut¨¦ntica.
Sus colegas, dice, leen muchas actas? ?y?c¨®mo se controla que alguno no vaya a sacar informaci¨®n comprometida? Tenemos el llamado "principio de los cuatro ojos": nadie va solo a los archivos. Siempre acompa?ado. Cuando alguien empieza a trabajar aqu¨ª, se compromete a tratar la informaci¨®n confidencialmente. Hasta ahora se conocen muy pocos casos de sospechas de desfalco de actas. Normalmente no pasa. Como es un centenar de personas el que est¨¢ en contacto directo con ellas, hay que confiar en que lo har¨¢n con cuidado. Naturalmente, existe la posibilidad de sacarlas y creo que hay muchos periodistas que pagar¨ªan bastante por el contenido de alguna que otra? Pero no tenemos constancia.
Si en el archivo est¨¢ mi acta, ?yo puedo dar mi consentimiento para que se haga p¨²blico su contenido o prohibirlo? Si usted, como particular, tiene acta aqu¨ª, s¨®lo podemos entreg¨¢rsela a alguien con su expresa autorizaci¨®n por escrito. Depende de usted, una vez que tenga la copia en sus manos, lo que haga con ella. Algunos las han publicado. Y si usted lo decide, se permite su uso para investigaci¨®n; pero si usted no dice nada, no. Debe usted confirmarlo expresamente.
Pero no es as¨ª si se trata de personalidades p¨²blicas, pol¨ªticos, jueces? Correcto. Pero s¨®lo en cuanto a su papel p¨²blico. Si hay algo escrito sobre sus relaciones privadas, opini¨®n personal o detalles financieros, entonces est¨¢ regulado por la ley de igual modo que para particulares. S¨®lo podemos usar lo que trata de su vida p¨²blica. Y debemos informarle de ello.
Entonces no entiendo c¨®mo quer¨ªa el ex canciller Helmut Kohl impedir en 2002 que se publicaran sus actas? (de ¨¦l hay en los archivos unas 7.000 p¨¢ginas escritas, 2.500 de su vida privada). Yo tampoco lo entend¨ª. ?l quer¨ªa que sus actas fueran tratadas como las de un particular, pero no lo pudo conseguir del todo. Finalmente se decidi¨® que las actas de su papel p¨²blico pudieran usarse para investigaci¨®n? No quiero especular. Pero Kohl nunca fue partidario de la apertura de las actas, quiz¨¢ por eso?
Como ¨¦l, muchos ciudadanos estaban o est¨¢n en contra. Hay hasta quien dice que mejor que viniera una riada y se llevara estos papeles? S¨ª, algunos hablaron de hacer una fogata, pero otros cambiaron de opini¨®n, como el ministro de Finanzas, Sch?uble. Pero, disc¨²lpeme, hemos hablado de actas de afectados, de personas vigiladas? Pero aqu¨ª tambi¨¦n est¨¢n las de colaboradores de la Stasi y estas no est¨¢n tan protegidas, aunque miramos cada caso individualmente. As¨ª que investigadores y periodistas tienen derecho a trabajar con ellas y podr¨ªan citar los nombres. Esto es muy importante, la autoridad legislativa lo decidi¨®: la traici¨®n no debe quedar an¨®nima.
"El poder es un medio para llegar a una meta"
Marianne Birthler (Berl¨ªn, 1948) estudi¨® comercio exterior y trabaj¨® en la Iglesia evang¨¦lica. En los ochenta era activista pro derechos humanos y anti-SED. De no haberse dedicado a la pol¨ªtica (en la foto, en 1990), ser¨ªa hoy consejera de organizaciones: "Quiz¨¢ con ¨¦xito".
Miembro de los Verdes, parlamentaria y ministra de Educaci¨®n en Brandeburgo (dimiti¨® a los dos a?os: "Por los contactos del presidente del Gobierno con la Stasi; nunca una decisi¨®n me doli¨® tanto. Pero de quedarme, cada vez que me preguntaran por la honestidad pol¨ªtica habr¨ªa enrojecido"), es administradora de la BStU desde 2000 y ocupa cargos honor¨ªficos en la Unicef y Transparency Internacional. "El poder corrompe, pero sin ¨¦l no se logra nada. Es como tener un coche; hay quien lo usa por puro placer, y otros, para alcanzar una meta", dice.
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