Chamusquina al por mayor
El olor a chamusquina est¨¢ presente a todas horas, en todas partes. Por ello, el m¨¦rito de quienes siguen su vida cotidiana cumpliendo con su obligaci¨®n es mayor que nunca: aplaud¨¢mosles, son los ¨²nicos sensatos. Los medios de comunicaci¨®n, con Internet a la cabeza, expedidores de chamusquina al por mayor, anuncian fin del mundo, un futuro imposible. Camps, Bono, Millet, G¨¹rtel, el Tribunal Constitucional, "Zapatero traidor", "Europa hundida", Espa?a en bancarrota, Garz¨®n rey del enredo, especuladores enmascarados: el inventario de desastres llega hasta la par¨¢bola de la Diagonal y est¨¢ lleno de verdades y mentiras, a partes iguales.
El rumor reina descontrolado, pero es verdad que las cenizas de un volc¨¢n no dejan volar a los aviones. Y es cierto que los espa?oles, seg¨²n ha calculado el periodista Joaqu¨ªn Estefan¨ªa (con datos de un informe de Analistas Financieros Internacionales) debemos, hoy, cuatro billones de euros, un 390% del producto interior bruto, lo cual no es lo mismo que la deuda p¨²blica, que llegar¨¢ en 2010 al 70% del PIB.
El ataque a Europa es de una minor¨ªa (?sin nombres, ni rostros?) que aplasta a la mayor¨ªa
Las empresas no financieras deben el 143% del PIB, los bancos y las cajas el 107% y los hogares el 89%. Este endeudamiento fue estimulado por una cultura consumista, ciega durante 15 a?os. Aqu¨ª todo el mundo ha vivido por encima de sus posibilidades: que se compre poco es l¨®gico, casi todos tienen de todo. Apretarse el cintur¨®n acabar¨¢ siendo una oportunidad, mal aprovechada si no se ahorra en armas, por ejemplo.
Me escribe un amigo de Estados Unidos compadeci¨¦ndose de nuestra terrible situaci¨®n en Espa?a y en Europa como si la gente se arrastrara por las calles pidiendo limosna. Felipe Gonz¨¢lez alerta (varias veces) sobre el hecho de que la crisis no ha terminado. S¨®lo los muy conocedores son capaces de entender que la ofensiva contra Europa, su moneda y su estilo de vida est¨¢ moviendo los hilos de una globalidad en la que unas minor¨ªas -?sin rostro ni nombres?- est¨¢n haciendo la vida imposible a las mayor¨ªas (cosa que, por cierto, no es nada novedosa en la historia humana).
Si no fuera por los parados y por la falta de imaginaci¨®n colectiva para crear trabajo, el inventario de la chamusquina parece una novela.
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