Ajustes e izquierdas
No me han gustado las medidas que el presidente del Gobierno de Espa?a anunci¨® recientemente para hacer frente al d¨¦ficit p¨²blico que ha contra¨ªdo nuestro pa¨ªs a lo largo de estos dos ¨²ltimos a?os. Imagino que a Zapatero tampoco. A nadie puede complacerle adoptar medidas que defrauden a las personas que conf¨ªan en ti. Y en esta ocasi¨®n, el Gobierno socialista nos defraud¨®. Sabemos que nuestro pa¨ªs necesita el esfuerzo de todos y sabemos que, desde la perspectiva socialista, el esfuerzo debe ser proporcional a los medios y recursos con los que cuenta cada ciudadano; y en este caso, el principio socialdem¨®crata de no da?ar los derechos c¨ªvicos como la educaci¨®n, la sanidad y las pensiones m¨ªnimas y no contributivas, los han dejado al margen del ajuste, que se ha deteriorado en la congelaci¨®n de las pensiones.
La izquierda no le apoy¨® y ZP sucumbi¨®. Rajoy sigui¨® la faena desde la barrera y fum¨¢ndose un puro
Nadie sali¨® a la calle a defender al presidente frente al envite especulativo
En algunas ocasiones, no s¨®lo en la pol¨ªtica, los ciudadanos nos sentimos defraudados por aquellas personas que m¨¢s queremos o m¨¢s respetamos. Y, de igual forma, nadie podr¨¢ lanzar la primera piedra si se le pregunta por las veces que defraud¨® a quienes confiaban en ¨¦l. ?A qui¨¦n no le defraud¨® su hijo? ?Qui¨¦n no sinti¨® la deslealtad en el comportamiento de sus m¨¢s ¨ªntimos amigos? ?Qui¨¦n no pens¨® en alg¨²n momento de su vida que su padre o su madre no se comportaron de acuerdo con las propias normas que le inculcaron durante su proceso educativo? Y, a m¨¢s abundancia, ?qui¨¦n no se comport¨®, en alg¨²n momento, de una forma que hizo dudar a sus progenitores de la ¨¦tica de su hijo? ?Qui¨¦n, en determinada circunstancia, no rompi¨® la imagen que sus hijos se hab¨ªan formado de su padre o de su madre? Si la respuesta a las interrogantes anteriores es afirmativa, reconoceremos que no por eso nos fuimos por las esquinas renegando de nuestros padres, de nuestros hijos o de nuestros amigos, y que, de igual manera, a casi ninguno de nosotros nos echaron de casa cuando defraudamos a quienes nunca pensaron que lo har¨ªamos.
Y s¨ª, dos a?os y medio despu¨¦s de que se iniciara la crisis econ¨®mica que asuela a casi todos los pa¨ªses del mundo, el presidente Zapatero ha tenido que aceptar que el llamado mercado le doble la mu?eca. No todo lo que es mercado est¨¢ hundiendo nuestra econom¨ªa, porque tan mercado es el especulador burs¨¢til, que maneja fondos de pensiones millonarios, como el fabricante de productos hospitalarios, o el ganadero que tiene una explotaci¨®n para abastecer de carne a los que necesitamos los alimentos para subsistir.
Quienes han doblado la mu?eca al presidente no han sido estos ¨²ltimos, sino los causantes de la ca¨ªda de la econom¨ªa financiera y, consecuentemente, de la ca¨ªda de la econom¨ªa real. Es necesario recordarlo, para que no se olvide de d¨®nde vienen nuestros problemas. Ya casi se nos olvid¨® lo expertos que ¨¦ramos cuando explic¨¢bamos, a diestro y siniestro, aquello de las subprimes y de c¨®mo el dinero que ahorr¨¢bamos y deposit¨¢bamos porla ma?ana en una sucursal de cualquier caja de ahorros de cualquier pueblo de nuestro pa¨ªs, por la tarde ya se encontraba en Chicago, sirviendo para comprar la primera basura que circulaba en forma de paquete por el circuito financiero mundial, sin que nosotros, los depositarios, tuvi¨¦ramos la m¨¢s m¨ªnima noci¨®n de qu¨¦ se hac¨ªa con nuestros pocos euros ahorrados. Y durante este tiempo, el presidente ha aguantado, contra viento y marea, las acometidas que el capitalismo m¨¢s salvaje infring¨ªa a nuestra econom¨ªa, a nuestras ilusiones y a nuestras expectativas personales, familiares y profesionales.
Adoptar medidas duras e impopulares era lo que se le ped¨ªa, y casi exig¨ªa, por parte de aquellos que sab¨ªan que lo de impopular s¨®lo pod¨ªa traducirse en traici¨®n a su electorado y en frustraci¨®n para los que confiaban en ¨¦l. Durante el tiempo de acoso del mercado especulativo y de emisi¨®n de opiniones dirigidas al objetivo de que Zapatero se enfrentara con su electorado, los que confiaban en ¨¦l, los que depositaron sus ilusiones en un presidente socialista, atrevido y tenaz, no movieron un dedo para reforzar la mu?eca de quien se sab¨ªa que pod¨ªa doblarla si segu¨ªan los ataques y las consignas. Nadie sali¨® a la calle a exigir que el presidente aguantara; nadie levant¨® la voz para reforzar la moral de quien necesitaba el aliento, la complicidad y la comprensi¨®n de su electorado.
Al contrario, durante dos a?os, todos hemos permanecido sentados en nuestro asiento, unos en sombra y otros en sol, esperando ver c¨®mo y por d¨®nde el morlaco hund¨ªa el pit¨®n en la femoral del diestro. Y al final, ocurri¨® lo que todos sab¨ªan o esperaban: revolc¨®n y pitos para el matador desde el tendido de sombra y desde el grader¨ªo de sol. Herido y desarmado, el torero no ha tenido m¨¢s remedio que meterse en el burladero de sombra, mientras que los de sol agitaban sus manos pidiendo la devoluci¨®n de sus billetes. "Nos ha defraudado", era el grito que m¨¢s se escuchaba en los tendidos. Los m¨¢s han permanecido en sus asientos esperando que la fiera se amanse, mientras una parte del tendido de sol ha pedido a voz en grito que salga a torear el diestro de la derecha que, sentado c¨®modamente en la barrera, espera que el victorino acabe definitivamente con el diestro de la izquierda.
"Nos sentimos defraudados", dicen los que se jactan de ser un electorado de izquierdas absolutamente exquisito que, al parecer, no perdona a quien, falto de apoyo popular, ha tenido que ceder en su empe?o de mantener una actitud clara y tenazmente socialdem¨®crata. Por lo visto y o¨ªdo, a ese electorado fino y exigente no les defraud¨® el capitalismo especulativo, depredador y salvaje que ha tirado por tierra nuestras ilusiones y la forma de organizar la sociedad y la solidaridad entre nosotros. ?No! Les defrauda quien ha hecho lo posible, y casi lo imposible, para mantener el Estado de bienestar que los espa?oles hemos labrado en 30 a?os de democracia y que, de no haber sido por la crisis financiera de Estados Unidos, que se traslad¨® como el humo por todos los rincones del planeta, los espa?oles hubi¨¦ramos sido capaces de mantener con los ajustes que nuestra propia experiencia, sentido com¨²n y capacidad nos hubieran indicado.
Y de nuevo han aparecido el miedo y la inseguridad. El miedo que nos retrotrae a los tiempos en los que el sistema de protecci¨®n andaba bajo m¨ªnimos y donde nuestros padres y abuelos guardaban sus magros ahorros "para por si acaso". As¨ª nos lo atestiguan los datos que en las ¨²ltimas semanas se nos han proporcionado sobre beneficios bancarios y sobre el nivel de ahorro que los espa?oles hemos acumulado en este ¨²ltimo ejercicio, superando los de a?os anteriores, cuando el Gobierno socialdem¨®crata nos permit¨ªa vivir con una cierta posici¨®n que algunos, despectivamente, llamaban vivir por encima de nuestras posibilidades, "como nuevos ricos", se dice, porque la gente aspir¨®, con raz¨®n, a tener una casa, un coche, vacaciones, sanidad p¨²blica y educaci¨®n de calidad para todos. Todo eso se lo quieren llevar, en parte, los especuladores que ahora se permiten el lujo de exigirnos sacrificios para que puedan seguir comprando nuestra deuda, que, por cierto, son ellos los responsables de que haya aumentado hasta l¨ªmites que Zapatero no pudo aguantar.
?Y no aguant¨®! Pero, no por eso, voy a salir a la calle a reclamar que entre en el Gobierno el que sigue fum¨¢ndose un puro. Yo soy de izquierdas y luchar¨¦ para que la pol¨ªtica triunfe sobre la econom¨ªa especulativa.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra es ex presidente de la Junta de Extremadura.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.