Berlusconi amordaza
A Silvio Berlusconi no le basta con controlar tres de los cuatro principales canales de televisi¨®n privados de Italia e influir decisivamente sobre otros dos estatales, haciendo as¨ª asfixiante la informaci¨®n en un pa¨ªs con baja lectura de peri¨®dicos; una situaci¨®n que ha llevado a la dimisi¨®n reciente a dos responsables de informativos de la televisi¨®n p¨²blica. En su cruzada de reformas legales para conseguir la impunidad de los delitos de cuello blanco, el primer ministro, a la baja en la estima de sus conciudadanos, prepara una ley que restringir¨¢ dr¨¢sticamente las escuchas telef¨®nicas en las investigaciones policiales y judiciales y castigar¨¢ dur¨ªsimamente la difusi¨®n de su contenido antes de que se inicie el juicio correspondiente.
La disparatada idea inicial, en fase de enmiendas en el Senado, incluye el eventual encarcelamiento -hasta un mes- de periodistas y elevadas multas para estos y los editores que la contravengan. La censura encubierta que abona el proyecto de ley ha suscitado el rechazo un¨¢nime de medios de todas las tendencias.
La nueva mordaza berlusconiana podr¨ªa tener alg¨²n sentido en un Shangri-La inmaculado, donde, por supuesto, el jefe del Gobierno y los altos cargos p¨²blicos estuvieran absolutamente exentos de cualquier sospecha de colisi¨®n con la justicia. No es el caso. En Italia hoy las escuchas son medio imprescindible para investigar a la mafia y sus conexiones con pol¨ªticos y empresarios, y en general los delitos de cuello blanco. Una vez m¨¢s, y al igual que en los cambios judiciales anteriores para garantizar su impunidad, el oportunismo de Berlusconi tiene que ver con la oleada de denuncias de corrupci¨®n y sobornos en los pasillos del poder. Y, sobre todo, con el esc¨¢ndalo reciente en Protecci¨®n Civil que forz¨® la dimisi¨®n del ministro de Desarrollo Econ¨®mico y que salpica, como muestran las conversaciones grabadas, a altos cargos del partido del primer ministro y del propio Vaticano.
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