La ciudad de las historias
1 Manhattan es un icono de extraordinaria complejidad que desaf¨ªa todos los c¨®digos que rigen la creaci¨®n art¨ªstica. Desconoce los l¨ªmites entre ficci¨®n y realidad. Escritores y cineastas se inspiran directamente en la ciudad sin atreverse a tocarla, porque se saben incapaces de dar vida a un espect¨¢culo superior al que tienen delante de los ojos. El modelo de Metr¨®polis, la urbe visionaria que Fritz Lang llev¨® a la pantalla en 1927, es la ciudad del Hudson. Los creadores de Superman la trasladaron al espacio del c¨®mic sin siquiera cambiarle el nombre que le hab¨ªa dado el realizador alem¨¢n, y cuando hizo falta ponerle uno a la ciudad de Batman, se opt¨® por Gotham, el segundo nombre de Nueva York, elegido por uno de los hijos predilectos de la ciudad, el escritor Washington Irving. Los indios algonquinos, pobladores originarios de la isla, se refer¨ªan a ella como Manna-hatta, que quiere decir "lugar de innumerables alturas", premonici¨®n del tipo de edificios que habr¨ªan de surgir cuando no quedara m¨¢s superficie sobre la que construir. Se le han otorgado muchos otros nombres, pero quiz¨¢ ninguno sea m¨¢s adecuado que el de Storytown, porque, de ser algo, Manhattan es la ciudad de las historias, contadas a veces s¨®lo con im¨¢genes, historias de personas y edificios, historias de silencio y soledad, porque como atestiguan muchas de las im¨¢genes reunidas en la muestra fotogr¨¢fica de que habla este art¨ªculo, la ciudad de las multitudes es tambi¨¦n, sin que haya contradicci¨®n en ello, la m¨¢s solitaria de las ciudades.
La ciudad de las multitudes es tambi¨¦n, sin que haya contradicci¨®n en ello, la m¨¢s solitaria
El aire que se respira es el de una gozosa transgresi¨®n, un movimiento de b¨²squeda constante
Manhattan necesita mirarse peri¨®dicamente a s¨ª misma y comprobar cada vez que lo esencial no ha cambiado
Con movimientos activistas como el gay, se produjo una dr¨¢stica transformaci¨®n de las pr¨¢cticas art¨ªsticas
Apocalipsis y resurrecci¨®n urbanas en un c¨ªclico sucederse id¨¦ntico al juego de la vida y la muerte
2 Tras d¨¦cadas de negociaciones, recientemente se dio luz verde al proyecto consistente en transformar la antigua v¨ªa elevada de tren que un¨ªa las antiguas f¨¢bricas de Chelsea en un paseo a¨¦reo que responde al nombre de High Line. Situado en la D¨¦cima Avenida, se trata de una reconversi¨®n del espacio urbano que sintoniza a la perfecci¨®n con el fen¨®meno que explora la exposici¨®n Manhattan, uso mixto. En uno de los recodos del audaz paseo, los ingenieros y arquitectos han dise?ado unas gradas de madera que descienden conformando un anfiteatro suspendido sobre la avenida. Quien se sienta en las gradas tiene ante s¨ª una gigantesca pantalla de cristal transparente. Lo que se ve al otro lado: el desfile de veh¨ªculos y el ritmo de la vida a lo largo de las aceras, establecimientos y solares que flanquean la avenida. Tomando literalmente la idea de que pasear por Manhattan equivale a convertirse en una c¨¢mara humana, ante los ojos de los espectadores del High Line se pasa una pel¨ªcula tomada directamente del entorno. Ef¨ªmero y evanescente, el espect¨¢culo ciudadano se crea ante nuestros ojos en su eterno hacerse y deshacerse. Se trata de un gui?o cargado de iron¨ªa e intenci¨®n, id¨¦ntico al que logra el cineasta consciente de su arte, s¨®lo que no hay ficci¨®n porque, como le ocurri¨® a Fritz Lang con Metr¨®polis, con la realidad basta. El gui?o se lo hace la ciudad a s¨ª misma. Tras haber cambiado innumerables veces de rostro, hasta hacerse casi irreconocible, Manhattan necesita mirarse peri¨®dicamente a s¨ª misma, comprobando cada vez que lo esencial no ha variado. Muchas veces, a lo largo de su historia, ha sufrido operaciones a gran escala que han supuesto la destrucci¨®n de barrios enteros, una destrucci¨®n necesaria para propiciar el surgimiento de zonas enteramente nuevas. Es el destino de la ciudad y no es f¨¢cil cambiarlo. Es as¨ª como surgieron lugares tan emblem¨¢ticos como el Lincoln Center, Battery Park o el World Trade Center. Es as¨ª como se perdi¨® Penn Station, joya arquitect¨®nica de valor incalculable. Su demolici¨®n, resultado de un c¨¢lculo que exig¨ªa tomar medidas dr¨¢sticas para afrontar un grave problema de planificaci¨®n urban¨ªstica, equivaldr¨ªa al derribo deliberado de una catedral en una ciudad europea. Sobre sus ruinas se erigi¨® el Madison Square Garden, sin el cual no es posible concebir hoy la ciudad.
En los a?os setenta, Manhattan entr¨® en una grave crisis que desemboc¨® en una recesi¨®n. Como consecuencia de la desindustrializaci¨®n, el espacio urbano experiment¨® una desgarradora transformaci¨®n en virtud de la cual desaparecer¨ªan barrios enteros a fin de dar lugar a otros nuevos, produci¨¦ndose una violenta sustituci¨®n, comparable a la devastaci¨®n que trae consigo la guerra. Era dif¨ªcil evitarlo: dada la imposibilidad de expansi¨®n horizontal, limitada por la posibilidad de crecer indefinidamente en sentido vertical -pese a la proliferaci¨®n de rascacielos-, cuando se produce un cambio de paradigma econ¨®mico es preciso arrasar zonas enteras a fin de abrir espacio a nuevas propuestas urban¨ªsticas. Es lo que sucedi¨® entonces. Debido a un cambio de paradigma que supuso la sustituci¨®n de una econom¨ªa de bienes por otra de servicios, lugares como f¨¢bricas y muelles perdieron su funci¨®n, transform¨¢ndose en ruinas espectrales de las que se apoderaron inmediatamente los artistas. La fisonom¨ªa de Manhattan Sur cambi¨® radicalmente. Con el trasfondo de movimientos activistas como el de liberaci¨®n gay, se produjo una dr¨¢stica transformaci¨®n de las pr¨¢cticas art¨ªsticas.
3 El aire que se respira es el de una gozosa transgresi¨®n. Se trata de un movimiento de b¨²squeda, y sus protagonistas son muy j¨®venes. Se re¨²nen en lugares que la ciudad ha dejado de lado: edificios abandonados, algunos de ellos majestuosos, a la espera de ser demolidos; muelles desolados a orillas del Hudson, naves industriales que carecen de uso, terrazas y azoteas inmensas que los artistas convierten en escenario de sus actuaciones? Los artistas hacen suya esta topograf¨ªa de la desolaci¨®n, convirti¨¦ndola en campo de operaciones de sus vibrantes experimentaciones. Rebosantes de talento y juventud, se abandonan a un delirio febril de creatividad y rebeld¨ªa en medio de la devastaci¨®n. Uno de los testimonios fotogr¨¢ficos m¨¢s bellos y escalofriantes es el que recogi¨® Danny Lyon a los 24 a?os, en una serie significativamente titulada La destrucci¨®n de Manhattan Sur. Tambi¨¦n ten¨ªa 24 a?os David Wojnarowicz, autor del proyecto Arthur Rimbaud en Nueva York, en el que sigue los pasos de un joven que explora la ciudad con el rostro oculto tras una m¨¢scara que reproduce la efigie del poeta maldito. Son los a?os de la explosi¨®n a la vez airada y jubilosa que proclama con orgullo el derecho a ser gay tras los disturbios de Stonewall, cuando a¨²n no despuntaba la sombra ominosa del sida, en un momento en que todos se entregaban a una vida bohemia presidida por el sexo, las drogas y, por encima de todo, el arte.
Hay un momento m¨¢gico que resume el esp¨ªritu de la ¨¦poca: cuando un poeta de 25 a?os que no necesitaba de la palabra para expresarse realiz¨® la performance m¨¢s audaz y delicada que quepa imaginar: ejecutar una danza silenciosa de 45 minutos en un cable que logr¨® tender clandestinamente entre las Torres Gemelas, a 450 metros de altura. Es el gesto de Philippe Petit con lo que nos debemos quedar: cuando las torres a¨²n estaban de pie. Thomas Struth, uno de los muchos extranjeros que acudieron a fotografiar Manhattan por aquellos a?os, las supo captar en su espl¨¦ndida y colosal fealdad, como dos heraldos met¨¢licos que velan por la desolada Wall Street, cuyo silencio y soledad registr¨® con sobriedad irrepetible Catherine Opie.
4 Debemos a los fot¨®grafos de entonces (de los setenta a los noventa) y de ahora (a partir del cambio de milenio) el haber preservado el esp¨ªritu de la ciudad inmortaliz¨¢ndola en trayectos radicalmente distintos entre s¨ª. Zoe Leonard registr¨® dos tipos de constelaciones: los chicles escupidos por los transe¨²ntes y que se quedaban adheridos al asfalto, y la extra?a simbiosis de hierro y madera viva que conformaban los ¨¢rboles al deformar las rejas que tratan de cercarlos. Jennifer Bolande recorri¨® Manhattan fotografiando innumerables bolas del mundo posadas en los alf¨¦izares de las ventanas. Bernd y Hilla Becher catalogaron toda una tipolog¨ªa de dep¨®sitos de agua, signo inconfundible de numerosas viviendas de Manhattan. Cindy Sherman retrat¨® incesantemente a una mujer que era todas las mujeres (ella misma) contra el fondo amenazante de los edificios, o en la intimidad de unos interiores inquietantes. Stefan, hijo de Bertolt Brecht, recogi¨® en una serie de instant¨¢neas titulada Octava Avenida su paso por las aceras de Manhattan que separan su apartamento del West Village del estudio del Hotel Chelsea, donde se reclu¨ªa a diario para escribir poes¨ªa.
Una de las interacciones m¨¢s interesantes de la exposici¨®n es la recuperaci¨®n que lleva a cabo Matthew Buckingham de un proyecto originariamente realizado por el editor Rudolph De Leeuw en 1910, quien compil¨® fotograf¨ªas de todos y cada uno de los edificios que jalonan las dos aceras de Broadway desde Columbus Circle, uno de los n¨®dulos de la ciudad, y Bowling Green, al pie mismo del puente de Brooklyn. Limit¨¢ndose a uno de los dos flancos de la arteria principal de la ciudad, entre 1994 y 2004 Buckingham se dedic¨® a fotografiar la acera este del mismo tramo de Broadway. Trayectos que se transforman en historias, muchas de ellas para dar cr¨®nica de una destrucci¨®n, o para preservar los lugares antes de que desaparezcan definitivamente. En Dos intersecciones, Roy Colmer fotografi¨® todas las puertas de una calle. Diez a?os dedic¨® Christopher Wool a captar con su c¨¢mara la visi¨®n nocturna de los escaparates y escaleras de su barrio, el Lower East Side, configurando la cr¨®nica visual La aniquilaci¨®n de East Broadway.
5 'Manhattan, Uso Mixto' propone una serie de viajes en zigzag, regresando al pasado, donde, al devorarse a s¨ª mismo, el tiempo hace que obras antiguas produzcan nuevos e ins¨®litos resultados. De la misma manera que David Wojnarowicz hab¨ªa invocado el fantama de Rimbaud, convirti¨¦ndolo en su gu¨ªa durante su descenso personal a los infiernos, Emily Roydson invirti¨® ocho a?os en recrear una versi¨®n contempor¨¢nea del viaje de Wojnarowicz llevando a cabo su propia visi¨®n de Rimbaud en Nueva York.
La muestra incluye numeroso material cinematogr¨¢fico de gran valor: trabajos de Chantal Ackerman y Gordon Matta-Clark, entre otros, adem¨¢s de la recuperaci¨®n de la obra de fot¨®grafos de gran talento que hasta hoy siguen siendo insuficientemente reconocidos, como es el caso de Peter Hujar. Es un lujo impagable que Madrid acoja una muestra de tanta altura, debida al formidable trabajo de los comisarios, Douglas Crimp y Lynne Cooke; lujo te?ido de iron¨ªa, pues no est¨¢ previsto que la exposici¨®n recale en la ciudad a la que debe su origen, Nueva York, aunque est¨¢ muy avanzado el proceso de publicaci¨®n de un s¨®lido cat¨¢logo que incluye ensayos de importantes especialistas. En el momento de escribir estas l¨ªneas, Crimp y Cooke se encuentran todav¨ªa en Nueva York, de modo que es imposible saber c¨®mo ser¨¢ el montaje de la exposici¨®n. Si me dieran a escoger, yo le pondr¨ªa el punto final con dos piezas f¨ªlmicas que giran en torno al s¨ªmbolo m¨¢s visible de la ciudad de Nueva York: la Estatua de la Libertad. En una de ellas, de 1976, Dara Birnbaum realiza una serie de entrevistas con turistas que acuden a visitar el monumento a bordo del famoso ferri; 25 a?os despu¨¦s, en una pieza titulada Static, el brit¨¢nico Steve McQueen efect¨²a un viaje en helic¨®ptero que tiene como centro la estatua. En un loop de siete minutos se ven tomas parciales: la antorcha, un fragmento de su peplo, el misterioso libro que sujeta con la mano izquierda. Con el tableteo de las aspas como trasfondo, el ir y venir del helic¨®ptero parece hacerse eco de un ciclo destinado a repetirse eternamente: el de la destrucci¨®n y posterior generaci¨®n de todas las im¨¢genes que se han ido viendo, el apocalipsis y resurrecci¨®n de la ciudad en un c¨ªclico sucederse que es id¨¦ntico al del juego de la vida y la muerte.?
La exposici¨®n 'Manhattan, uso mixto' podr¨¢ verse en el Museo Reina Sof¨ªa (Madrid) del 10 de junio al 27 de septiembre.
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