Un grav¨ªsimo error
"Es peor que un crimen, es una equivocaci¨®n". La frase, atribuida a Talleyrand, fue pronunciada en realidad por el jurista Antoine Boulay de la Meurthe para describir el secuestro al otro lado de la frontera francesa y el inmediato fusilamiento, en 1804, del duque de Enghien -un pr¨ªncipe de la casa de Borb¨®n- por orden de Napole¨®n Bonaparte. La hist¨®rica frase sirve tambi¨¦n a la perfecci¨®n para calificar el asalto militar israel¨ª contra la flotilla que pretend¨ªa arribar a Gaza, la madrugada del pasado lunes.
Equivocaci¨®n, porque unas fuerzas armadas tan duchas y sofisticadas como las israel¨ªes deb¨ªan haber sido capaces de tomar el control de los buques sin causar bajas mortales entre los activistas que iban a bordo. Equivocaci¨®n, porque el episodio evoca en la memoria del mundo uno de los mitos fundacionales del Estado hebreo -el asalto de los marines brit¨¢nicos al Exodus 1947, en julio de ese a?o- y realimenta el t¨®pico antiisrael¨ª m¨¢s recurrente de las ¨²ltimas d¨¦cadas: de v¨ªctimas a verdugos. No, desde luego, los 750 pasajeros de las naves interceptadas esta semana no eran supervivientes de ning¨²n holocausto, sino militantes con un prop¨®sito pol¨ªtico-propagand¨ªstico evidente. Pero justamente por eso, porque el objetivo b¨¢sico de la llamada flotilla de la libertad no era la ayuda humanitaria, sino librar contra Israel una nueva batalla medi¨¢tica y "desenmascarar la brutalidad del r¨¦gimen sionista", la desastrosa y sangrienta intervenci¨®n de las fuerzas especiales ha proporcionado a los promotores de la expedici¨®n una victoria, un ¨¦xito mucho mayor que si hubiesen conseguido fondear en Gaza.
Israel se ha ganado la reprobaci¨®n pol¨ªtica y moral, pero no todo el mundo posee legitimidad hist¨®rica y ¨¦tica para hacerlo
Equivocaci¨®n garrafal, en fin, porque si de algo carece Israel ahora mismo en la comunidad internacional es de amigos y defensores, y el tr¨¢gico ataque a la flota propalestina encoge todav¨ªa m¨¢s ese ya menguante campo. Algunos analistas han llegado a insinuar la hip¨®tesis de que el primer ministro Netanyahu busc¨® el ba?o de sangre para empujar a los palestinos a romper las negociaciones promovidas por Barack Obama y su hombre en la regi¨®n, George Mitchell. Si fuese as¨ª, entonces ya no se tratar¨ªa de una equivocaci¨®n, sino de una aut¨¦ntica locura.
Lo que ocurri¨® al comienzo de esta semana en aguas del Mediterr¨¢neo oriental merece, pues, una condena firme y exige una investigaci¨®n veraz, condena e investigaci¨®n como las que han expresado y reclamado la Uni¨®n Europea y sus gobiernos. Cosa distinta es que, en el clima emocional de estos d¨ªas, debamos dar por v¨¢lidas y honestas todas las protestas contra la actuaci¨®n militar israel¨ª. ?Qu¨¦ cr¨¦dito poseen, por ejemplo, las formuladas por la Rep¨²blica isl¨¢mica de Ir¨¢n y sus sat¨¦lites Hezbol¨¢ y Ham¨¢s, cuando en las calles y en los pat¨ªbulos de Teher¨¢n, a lo largo del ¨²ltimo a?o, han sido asesinadas por el r¨¦gimen de Ahmadineyad 10 veces m¨¢s personas de las que perecieron a bordo del buque Mavi M¨¢rmara?
Y ya que aludimos a este nav¨ªo de bandera turca, deteng¨¢monos un momento en el papel desempe?ado ante la crisis por el Gobierno de Ankara, que encabeza Recep Tayyip Erdogan. Primero este bendijo y promovi¨®, a trav¨¦s de una ONG islamista af¨ªn, los preparativos de la expedici¨®n naval a Gaza. Despu¨¦s del dram¨¢tico desenlace, tanto Erdogan como sus ministros han calificado lo sucedido de "inhumano terrorismo de Estado", "pirater¨ªa", etc¨¦tera. L¨¢stima que tales juicios procedan de los m¨¢ximos representantes de un sistema al cual no le ha bastado con un siglo entero para reconocer la responsabilidad turca en el genocidio armenio; de un r¨¦gimen que, a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas, en el Kurdist¨¢n, ha violado todos los derechos humanos, ha cometido toda suerte de atrocidades -desde la limpieza ¨¦tnica a la guerra sucia- y ha causado decenas de miles de muertos.
S¨ª, en este caso Israel se ha ganado una severa reprobaci¨®n pol¨ªtica y moral. Lo cual no supone que, entre quienes le condenan, todo el mundo posea la legitimidad hist¨®rica y ¨¦tica para hacerlo.
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