Campo de juego
El f¨²tbol es una presencia apabullante en nuestros medios. Es inc¨®modo criticar que casi la mitad de cualquier espacio de noticias en una cadena se dedique a la informaci¨®n deportiva, o mejor dicho futbol¨ªstica, cuando uno comprueba en la calle y en la barra que la conversaci¨®n futbol¨ªstica ocupa tambi¨¦n la mitad del espacio. La pregunta correcta ser¨ªa saber qu¨¦ fue anterior. ?El f¨²tbol se convirti¨® en negocio por el inter¨¦s que despertaba o fue el inter¨¦s que despertaba entre la gente lo que lo convirti¨® en negocio? No es raro, pues, que la literatura, un enorme campo de juego donde los autores especulan con pasiones humanas, abriera la puerta al f¨²tbol. En Espa?a, donde el franquismo se apropi¨® de las expresiones populares como toda dictadura, la distancia del intelectual era casi higi¨¦nica. En cambio en Inglaterra, Francia, Argentina y sobre todo Brasil, escritores, m¨²sicos, pensadores, han mirado siempre al f¨²tbol con enorme naturalidad y precisi¨®n.
Salvajes y sentimentales. Letras de f¨²tbol.
Javier Mar¨ªas.
Alfaguara.
Madrid, 2010.
340 p¨¢ginas. 17,50 euros.
Libro del f¨²tbol.
Edici¨®n de Pablo Nacach.
451 Editores.
Madrid, 2010.
253 p¨¢ginas. 22,50 euros.
Juego sucio. F¨²tbol y crimen organizado.
Declan Hill.
Traducci¨®n de Concha Carde?oso S¨¢enz de Miera y Francisco L¨®pez.
Alba.
Barcelona, 2010.
430 p¨¢ginas. 22 euros.
Deporte, arte y literatura.
Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez Rodr¨ªguez y Jos¨¦ Antonio Mesa Tour¨¦.
Litoral y Consejo Superior de Deportes.
27 euros.
La grandeza del f¨²tbol est¨¢ en esa pelea entre el marcador final, lo ¨²nico incuestionable, y el recuerdo particular
En dos antolog¨ªas reci¨¦n aparecidas, Deporte, arte y literatura, editada por Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez Rodr¨ªguez y Jos¨¦ Antonio Mesa Tour¨¦ para Litoral y el Consejo Superior de Deportes, y Libro del f¨²tbol, editado por Pablo Nacach para 451, cualquiera puede asomarse a lo que el deporte y el f¨²tbol en particular han provocado en escritores de diverso pelaje desde los tiempos de P¨ªndaro hasta el l¨²cido an¨¢lisis de uno de los mejores cronistas deportivos de este pa¨ªs, Santiago Segurola, cuando cierra el pasado Mundial con una cr¨®nica donde reconoce el resultado triunfal de Italia, pero su nula capacidad para generar juego. La grandeza del f¨²tbol est¨¢ en esa pelea entre el marcador final, lo ¨²nico incuestionable, y el recuerdo particular. Al final, el cabezazo de Zidane a Materazzi en el d¨ªa de su retiro es la escena que quedar¨¢, como queda la selecci¨®n brasile?a de 1982 o la de Holanda de 1974 por encima de triunfos oscuros y olvidables. La recolecci¨®n de letras dedicadas al deporte sirve para vencer algunos t¨®picos. Muchos intelectuales han frecuentado el juego en sus escaramuzas literarias, desde la Generaci¨®n del 27 hasta Gonzalo Su¨¢rez, Enrique Vila-Matas, Sergi P¨¤mies o Javier Mar¨ªas, pasando por Celaya, Neville, Delibes, Pombo. Desde el Chillida portero retirado por una lesi¨®n hasta Joan Manuel Serrat con una canci¨®n dedicada a Kubala, el f¨²tbol ha significado un referente ¨ªntimo para muchos referentes nacionales. En la sexta edici¨®n de Cosmopo¨¦tica en C¨®rdoba, Poes¨ªa a patadas, se recog¨ªa poes¨ªa universal dedicada a este juego y su m¨ªtica, desde el Vinicius que canta al ¨¢ngel de las piernas torcidas Garrincha hasta Elena Medel escribiendo de Iker Casillas "delicatessen tu ment¨®n, Apolo M¨ªo".
La naturalidad de trato nos vino desde Latinoam¨¦rica. Osvaldo Soriano, Roberto Fontanarrosa, Benedetti, Galeano, Dante Panzeri o el anecdotario po¨¦tico de Menotti desembarcaron aqu¨ª de la mano de un jugador llamado Jorge Valdano, que public¨® en 1986 en Revista de Occidente una reflexi¨®n sobre el miedo esc¨¦nico, que ¨¦l hab¨ªa escuchado en Garc¨ªa M¨¢rquez para referir el pavor a hablar en p¨²blico, pero que aplicaba al existencialismo de un futbolista. Antes que ¨¦l, V¨¢zquez Montalb¨¢n hab¨ªa capitaneado la recuperaci¨®n de valores sentimentales de la posguerra, donde el f¨²tbol y especialmente el FC Barcelona jugaban un papel simb¨®lico. Para compensar la mirada cul¨¦ de V¨¢zquez Montalb¨¢n, EL PA?S invit¨® a un madridista confeso como Javier Mar¨ªas a ejercer de contrapunto y sus Letras de f¨²tbol tituladas Salvajes y sentimentales (cuya edici¨®n ampliada se publica en Alfaguara) sostienen la llama de los d¨ªas de la infancia, las alineaciones del recuerdo, los cromos. Su madridismo orgulloso no le evita convertirse en un firme defensor del sentido com¨²n, de los jugadores insignia, como Ra¨²l o Guti, y distanciarse del modelo empresarial de nuevo rico, del fanatismo violento, del resultadismo crudo. La f¨®rmula m¨¢s precisa de la inteligencia es aquella que obtiene placer de las fidelidades, de los instintos, en lugar de esclavizarse a ellos. As¨ª, entre puyazos a los rivales de toda la vida, es capaz de reconocer un gol m¨¢gico de Kiko o dejar constancia de la coherencia de un Guardiola, que cuando era jugador se desmarcaba de los presidentes bocazas asegurando aquello de "ellos sin nosotros los jugadores no son nada", que resuena cuando hoy, ya de entrenador, sigue sosteniendo lo mismo. Pero la l¨ªrica deja una parte oscura donde las apuestas y el crimen organizado son las manchas m¨¢s visibles. Cicatrices que el libro de Declan Hill Juego sucio analiza con especial inter¨¦s en los mercados asi¨¢ticos. Su t¨ªtulo original es The Fix (El arreglo) y se centra en los partidos ama?ados. Por desgracia a Espa?a no la toca m¨¢s que de pasada, con aquellos relojes de lujo que regalaba el Real Madrid a los jueces de l¨ªnea europeos o los desmanes de Gil y Gil y sus turbias relaciones exteriores. S¨®lo de tanto en tanto caen redes criminales, como en Italia en dos ocasiones o el caso del portero Bruce Grobbelar, que tiene un libro dedicado a su asunto, escrito por David Thomas y titulado tambi¨¦n Foul Play (Juego sucio). De todas maneras, si la presi¨®n social se agrava, y alguien se encuentra necesitado de mentes preclaras con las que asociarse al desprecio del f¨²tbol no busquen muy lejos. Borges dedic¨® algunos de sus mejores vituperios a esta afici¨®n y siempre pueden recurrir a su cita ya cl¨¢sica: "El f¨²tbol es popular porque la estupidez es popular".
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