Los buzos tambi¨¦n leen
Sobre la gente no hay secretos en la Feria del Libro de Madrid (FLM). Me refiero a la gente de carne y hueso, no a su c¨®mputo estad¨ªstico. Ah¨ª est¨¢n las masas ("la muchedumbre", como tambi¨¦n las llamaba Ortega, siempre un punto engolado), abarrotando el paseo de Coches, curioseando la mercanc¨ªa en las cl¨®nicas casetas (s¨ª, ya s¨¦, hay excepciones), contemplando con arrobo, curiosidad o desd¨¦n a los autores firmantes como si se tratara de sucesivas encarnaciones del Gran Escritor (sin acepci¨®n de g¨¦nero): aquella entidad cuya existencia qued¨® en entredicho despu¨¦s de que Barthes se refiriera a la death of the author en una revista estadounidense (Aspen, 1967), quiz¨¢s con la intenci¨®n de dar el espaldarazo franc¨¦s (con dos d¨¦cadas de retraso) a la muy norteamericana teor¨ªa de la "falacia intencional" del New Criticism, seg¨²n la cual saber que un escritor es, por ejemplo, fascista, no debiera tener efecto alguno en la consideraci¨®n literaria de su obra (que se lo pregunten, verbigracia, a Gim¨¦nez Caballero). A estas alturas, la FLM ya ha franqueado su ecuador cronol¨®gico y est¨¢ a punto de doblar su Cabo de Hornos: tropicalidad y calor no le faltan, a pesar de que alguno pensara que los n¨®rdicos, apoyados en una inteligente campa?a promocional, traer¨ªan aire fresco. En fin, que los feriantes empiezan a mostrar signos de cansancio. M¨ªrenlo desde su punto de vista, por favor: desde dentro de las casetas se ve a la gente de otro modo, sobre todo en los ratos en los que la venta desciende y el mercurio del term¨®metro hace lo contrario. Alg¨²n librero amigo (a¨²n los tengo, cr¨¦anme) me confiesa que, a veces, en el calor del domingo, le asaltan los espejismos: la sobrevenida can¨ªcula le hace a?orar el frescor del mar y ver, entre los mirones, buzos provistos de sus correspondientes trajes de neopreno, gafas submarinas y tubos respiratorios. Pero no hay que buscarle tres pies al gato: como ense?a el principio de parsimonia (tambi¨¦n llamado la "navaja de Ockham" en honor al sutil doctor nominalista), cuando existe la posibilidad de una explicaci¨®n sencilla puede ser un error inclinarse por la complicada. De manera que si Arturo P¨¦rez-Reverte, por ejemplo, vuelve a la feria -esta vez en jaima, como Gaddafi- tras 13 a?os y muchas novedades ausente, no es porque El asedio necesite un empujoncito para despegarse en ventas de los libros de sus perseguidores (y sobre todo de Dime qui¨¦n soy, de Julia Navarro), sino porque a su autor, que es buen navegante, le ha apetecido la traves¨ªa. En todo caso, y m¨¢s all¨¢ de lo que cada uno cuente de la feria, seguro que el resultado (?habr¨¢ cifras, aunque sean inventadas?) no ser¨¢ malo. O, al menos, no tan malo como el de la ya extinta feria del libro infantil Leer Le¨®n cuya fundaci¨®n, a pesar de que el evento lleva dos a?os sin celebrarse, sigue recibiendo subvenciones (BOE del 22 de mayo: 135.000 eurillos) para "contribuir a su saneamiento financiero". Aquel disparate ferial, dise?ado con pretensiones "internacionales" en la antigua ciudad castellana para halagar a quien yo me s¨¦ y usted, improbable lector, tambi¨¦n, fue un absoluto desprop¨®sito que algunos denunciamos desde el primer momento. Ahora nadie quiere acordarse de todo aquello (ring, ring, ?es ah¨ª la Direcci¨®n General del Libro?): ni la menor autocr¨ªtica, ni la menor cabeza cortada, ni el menor grano en el culo de sus perpetradores. La vida, que es una aut¨¦ntica feria. Con y sin libros.
Vampiros
Comet¨ª hace unos meses un descuido (otro m¨¢s) y atribu¨ª a Siruela un libro publicado por Atalanta. Como se sabe, el fundador, propietario y director del primero de los sellos fue m¨¢s tarde todas esas cosas tambi¨¦n del segundo, donde sigue ejerciendo el oficio que m¨¢s le divierte (espero). En todo caso, en ambos cat¨¢logos ha dejado su huella y su gusto, algo de lo que no muchos editores pueden presumir. A Jacobo Siruela no le gust¨® nada mi error (ni a m¨ª tampoco) y me lo hizo saber. Ahora, las cosas de la vida, recibo de Atalanta la reedici¨®n (revisada y modificada) de Vampiros, un libro que public¨® por primera vez en 1992 en Siruela y reedit¨® (todav¨ªa su primer sello le pertenec¨ªa, pero supongo que ya no tanto) en 2001. Como en sus dos avatares anteriores, la edici¨®n y selecci¨®n que ahora publica Atalanta es del propio editor: y, en conjunto, sigue siendo la mejor antolog¨ªa disponible en castellano acerca de la formaci¨®n y evoluci¨®n de un mito cuya importancia no ha dejado de crecer desde que Bram Stoker le proporcion¨® su formulaci¨®n m¨¢s acabada (Dr¨¢cula, 1897). M¨¢s actual que Don Juan y que Robinson, menos complejo que Fausto o Don Quijote, el vampiro se ha convertido en uno de los mitos fundamentales de la cultura popular. Igual que en la versi¨®n anterior, algunos cap¨ªtulos o relatos han sido sustituidos por otros, por lo que en mi biblioteca voy a conservar las tres, que lucen muy bien juntitas; entre las ¨²ltimas incorporaciones he disfrutado particularmente con el cuento de August Derleth, a quien desde hace a?os debo deliciosos escalofr¨ªos. En cuanto a mis descuidos, como les ocurre a esos individuos promiscuos que tienen la gran suerte de que sus amantes compartan nombre (evit¨¢ndose el imperdonable tropiezo de cambi¨¢rselo en el ¨¦xtasis de la pasi¨®n), en este caso la equivocaci¨®n casi no se notar¨ªa. En todo caso, si no lo escribo cien veces en esta pizarra es porque me echar¨ªan de Babelia, pero lo har¨¦ tres: el libro lo ha publicado Atalanta, Atalanta, Atalanta.
Catarata
Los viejos maestros aseguran que de casi todo se puede hablar con menos palabras. Ese ha sido el objetivo de las grandes colecciones de divulgaci¨®n. Recuerdo especialmente una que fue importante en mi formaci¨®n: la publicaba Presses Universitaires de France (PUF) y tomaba su nombre, Qu¨¦ sais-je? (?qu¨¦ s¨¦?), de una pregunta que se hac¨ªa Montaigne a prop¨®sito de la poquedad de la sabidur¨ªa humana. Se fund¨® en 1941 y ha publicado hasta la fecha m¨¢s de 3.800 t¨ªtulos de bolsillo que, juntos, constituyen probablemente la m¨¢s extensa enciclopedia contempor¨¢nea del saber. Con ese modelo te¨®rico m¨¢s o menos consciente se ha dise?ado la estupenda colecci¨®n de divulgaci¨®n cient¨ªfica ?Qu¨¦ sabemos de?, publicada por Catarata en coedici¨®n con el CSIC, instituci¨®n en la que investigan los autores de las muy legibles monograf¨ªas. De entre sus primeros t¨ªtulos me han interesado especialmente Las matem¨¢ticas del sistema solar (por Manuel de Le¨®n, Juan Carlos Marrero y David Mart¨ªn de Diego) y El calamar gigante (de ?ngel Guerra y ?ngel F. Gonz¨¢lez), un bicho que me ha fascinado desde la versi¨®n cinematogr¨¢fica de 20.000 leguas de viaje submarino, de Richard Fleischer (1954), con el inolvidable James Mason, haciendo de Capit¨¢n Nemo (una especie de intelectual de izquierdas de guerra fr¨ªa), y Kirk Douglas, en el papel del graciosillo reaccionario (pero corajudo) Ned Land. Los otros t¨ªtulos se ocupan igualmente de asuntos apasionantes, como Los neandertales, Las matem¨¢ticas y la f¨ªsica del caos, o Tit¨¢n, el misterioso sat¨¦lite de Saturno (ya lo tengo haciendo cola en la mesilla de noche). Ya ven: a saber, que son dos d¨ªas.
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