El resplandor de la biblioteca
Los pa¨ªses n¨®rdicos son cinco: Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia. Mientras que Escandinavia consta de Dinamarca, Noruega y Suecia, y aqu¨ª me concentrar¨¦ en los pa¨ªses escandinavos, que son los que mejor conozco. Desde fuera puede resultar dif¨ªcil distinguir entre los tres pa¨ªses escandinavos, pero el tema que voy a tratar tampoco nos lo exige necesariamente. Aunque vistos desde dentro, existen tales diferencias que a nosotros nos resulta complicado decir que se trata del mismo asunto. Un ejemplo es el hecho de que, a pesar de que se trata de tres pa¨ªses luteranos, la religi¨®n funciona de modo diferente en cada uno de ellos. Los or¨ªgenes luteranos del cineasta Ingmar Bergman, por ejemplo, son de un car¨¢cter institucional y acad¨¦mico, mientras que la mayor¨ªa de los autores noruegos con or¨ªgenes religiosos se han criado en una tradici¨®n popular, de predicadores no acad¨¦micos. La religiosidad institucional sueca, por tanto, nos resulta a los noruegos poco menos que incomprensible. Para eso nos reconocemos m¨¢s en el escritor sueco Per Olov Enquist, aunque al leerlo pensamos asombrados: vaya, qui¨¦n dir¨ªa que la popular Iglesia pentecostalista ha tenido tanta fuerza en ese pa¨ªs, siempre hab¨ªamos cre¨ªdo que se trataba de un fen¨®meno particularmente noruego. Este mismo asunto se aprecia en el hecho de que una caracter¨ªstica de la literatura escandinava del siglo XX es que procede de las profundidades de las clases populares, y no de las capas altas de la sociedad. Aunque este rasgo es aplicable a todos ellos, existen no obstante grandes diferencias, diferencias apenas visibles desde fuera, pero desde luego decisivas a la hora de hablar de una literatura danesa, sueca o noruega. Las diferencias est¨¢n ah¨ª, son de car¨¢cter hist¨®rico y cultural, visibles para nosotros, invisibles para el gran mundo.
Novela once obra dieciocho
Dag Solstad.
Lengua de Trapo.
Traducci¨®n de Kirsti Baggethun y Asunci¨®n Lorenzo.
Madrid, 2010.
182 p¨¢ginas. 18,50 euros.
Ahora bien, ese rasgo com¨²n, el hecho de que los autores sean en gran medida reclutados en las clases populares, es f¨¢cil de percibir. Aparte de en Estados Unidos, esto s¨®lo ocurre en Escandinavia y resulta realmente curioso. Ya en torno a 1850 aparecieron en Noruega autores caracter¨ªsticos que proced¨ªan del campesinado pobre, escritores que m¨¢s tarde han sido incluidos entre los cl¨¢sicos de nuestra literatura nacional. No emergieron como parte de un levantamiento social, sino como resultado de una estrategia de instruir a las clases populares que impregn¨® nuestro pa¨ªs. La meta era elevar la educaci¨®n del pueblo. Crear un pueblo ilustrado. Colegios p¨²blicos. Bibliotecas p¨²blicas. Jab¨®n. Ba?os de vapor en las ciudades. Peri¨®dicos. Libertad de reuni¨®n.
La pr¨¢ctica totalidad de los escritores noruegos son resultado de esta estrategia de ilustraci¨®n popular que empap¨® el pa¨ªs, sin importar la procedencia de sus antepasados. Casi todos somos adem¨¢s hijos de la socialdemocracia y de la eclosi¨®n social del movimiento obrero. Echando un vistazo a mi propia generaci¨®n y, por ejemplo, a aquellos con los que colabor¨¦ en una revista de j¨®venes literatos a finales de la d¨¦cada de 1960, podr¨ªa decir que dos eran hijos de intelectuales, uno de un campesino pobre, otros dos de campesinos normales y corrientes, y otro proced¨ªa del ambiente proletario de las f¨¢bricas; en nuestro c¨ªrculo cercano hab¨ªa adem¨¢s dos escritores hijos de predicadores. Y luego estaba yo. ?Qui¨¦n era yo? Yo era un chico pobre. Antes de debutar como escritor y entrar en la redacci¨®n de una revista en la capital, me cri¨¦ en una peque?a ciudad de la costa noruega como el hijo de una dependienta viuda. Se me ofrecieron todas las posibilidades. Se me ofreci¨® una educaci¨®n. No fui ninguna lumbrera, el chico pobre era un vago que hac¨ªa novillos y prefer¨ªa leer novelas a estudiar la gram¨¢tica inglesa. Pero no me avergonzaba de ello, no estaba agradecido por las posibilidades que se me brindaban y tampoco nadie me exig¨ªa agradecimiento. ?Menos mal! Yo le¨ªa novelas. La literatura mundial y la nacional, indistintamente, pero s¨®lo aquella que me gustaba, s¨®lo aquellos autores a los que admiraba y que me entusiasmaban: Dostoievski, Grass, Gombrowicz, Sandemose, Mykle, Kafka, Camus, y m¨¢s tarde Thomas Mann, Proust, C¨¦line, Borges, M¨¢rquez, Singer, Kundera, Freud, Kierkegaard. As¨ª esperamos los hijos y las hijas del pueblo a que llegara nuestro tiempo. Los nombres de nuestros autores preferidos pod¨ªan variar algo, pero el factor com¨²n era esa mezcla de la literatura mundial y la nacional, lo particular de mi lista seguramente es la ausencia de la literatura angloamericana.
Y lo que es m¨¢s importante: junto a nosotros, junto a los escritores noruegos del futuro, hab¨ªa miles y miles de personas haciendo lo mismo. Eran los nuevos lectores, los que proven¨ªan del pueblo llano. Muchos de ellos eran como yo, un chico socialdem¨®crata que aterriz¨® en el extremo del ala izquierda. Mis futuros lectores: proced¨ªan del pueblo y eran unos jodidos esnobs, no se contentaban con dominar el mando a distancia del televisor en cuyas entra?as el Estado y el comercio luchaban por la hegemon¨ªa. Sino que conoc¨ªan el resplandor de la biblioteca, porque se hab¨ªan educado entre los tesoros de los miles y miles de metros de estantes de las bibliotecas populares. Buscaron una lectura que aspirara a lo sublime, o lo imposible, si se quiere. Yo fui un joven muy solitario, ignoraba por completo que ya hab¨ªa sido inscrito en un enorme ej¨¦rcito, que desde luego no era el de la OTAN.
Lo cierto es que as¨ª fue la d¨¦cada de 1960 en Noruega, y es probable que en todos los pa¨ªses escandinavos fuera igual. No me atrevo a hablar m¨¢s que de mi propio pa¨ªs, e incluso dentro de ¨¦l me siento limitado a mi propia generaci¨®n, aunque la estire hasta considerar que abarca media vida en ambas direcciones. Si en estos momentos la literatura n¨®rdica se considera interesante desde fuera, desde luego no se puede deber al factor dinero, en el que se supone que al menos los noruegos estamos nadando. Permitidme decirlo: Noruega siempre fue el primo econ¨®micamente pobre en la familia escandinava. Ahora, por fin, parece que la peque?a Noruega tiene una base lo bastante s¨®lida como para apostar por la cultura en la misma medida en que siempre lo han hecho pa¨ªses como Dinamarca y Suecia. Pero no, los fundamentos de la literatura seria noruega se pusieron mucho antes de que la edad del petr¨®leo, seg¨²n dicen, nos cambiara a todos. En Noruega, una pol¨ªtica literaria sensata, aunque bastante austera, puesta en marcha para salvar la literatura nacional de un pa¨ªs peque?o de la destrucci¨®n propiciada por la nueva realidad medi¨¢tica que surgi¨® en la d¨¦cada de 1950, ha dejado huellas duraderas tras 50 o 60 a?os de funcionamiento. Apoyada tambi¨¦n por la ya mencionada explosi¨®n que tuvo lugar en la educaci¨®n de la juventud en la d¨¦cada de 1960. Esa explosi¨®n en la cual a¨²n nos recreamos. Antes de que el comercialismo se hiciera con la hegemon¨ªa y, como casi todos los ganadores, se quedara con todo, convirtiendo a todos en clientes y consumidores.
Dag Solstad (Sandefjord, Noruega, 1941), es autor de cinco libros sobre la Copa del Mundo de F¨²tbol (de 1982 a 1998) y participar¨¢ en la mesa redonda El legado de los pa¨ªses n¨®rdicos al mundo, organizada por EL PA?S y Babelia en Feria del Libro el domingo 13 de junio a las 13.00.
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