"Sin m¨®vil o tarjeta de cr¨¦dito eres un ser invisible"
El domicilio del escritor William Boyd en el exclusivo barrio londinense de Chelsea dista apenas un kil¨®metro del puente del T¨¢mesis bajo el que vive el protagonista de su ¨²ltimo libro, un prestigioso cient¨ªfico s¨²bitamente despojado de todas las ventajas y esclavitudes del hombre moderno. "Sin tel¨¦fono m¨®vil, tarjetas de cr¨¦dito, direcci¨®n, facturas ni registro en el censo de votantes te conviertes en un ser invisible", constatan al un¨ªsono el personaje y el autor de Tormentas cotidianas (Duomo), un libro que abraza las convenciones del thriller para descifrar las claves de la ciudad contempor¨¢nea y la noci¨®n de identidad social en el siglo XXI.
Nacido en Accra (Ghana, 1952), en el seno de una familia escocesa, Boyd vuelve a ubicar la trama de su d¨¦cima novela en Londres. Ya lo hizo en Armadillo, pero "12 a?os despu¨¦s la ciudad ha cambiado much¨ªsimo, es la capital multicultural del mundo, un universo fascinante a ojos de un novelista", explica en el sal¨®n de su c¨¢lida y exquisita vivienda.
"Pretendo que este libro se lea con la misma frescura dentro de 20 a?os"
La espoleta de la historia se apoya en uno de los temas cl¨¢sicos del g¨¦nero de misterio, el falso culpable. El climat¨®logo Adam Kindred intenta construir una nueva vida en Londres, cuando un asesinato que no ha cometido le convierte en objeto de persecuci¨®n de la polic¨ªa y del verdadero mat¨®n. El fugitivo se reinventa en sucesivos individuos para sobrevivir sin techo ni pertenencias. Tendr¨¢ que sumergirse en el lado m¨¢s oscuro de la ciudad luminosa, y lidiar con la insaciable ambici¨®n de la industria farmac¨¦utica y su conexi¨®n con el sangriento suceso. "La obsesi¨®n por la identidad nace de mi contexto. No soy africano, aunque naciera en Accra, ni escoc¨¦s como mis padres porque ni siquiera tengo el acento. Me siento desenraizado, pero la mayor¨ªa de la gente adopta diversas identidades, dependiendo de con qui¨¦n trate, de su edad, de tantos factores...".
Boyd abraza la tradici¨®n literaria victoriana para engarzar la narraci¨®n a trav¨¦s de las voces de nueve personajes ("un recurso que hoy no est¨¢ de moda, porque la subjetividad es siempre m¨¢s f¨¢cil"). Y, al tratarse de una novela contempor¨¢nea, se ha esforzado en despojar la historia de cualquier referencia que la ubique en un momento concreto, ya sea el partido gobernante o el equipo que lidera la liga de f¨²tbol. El objetivo obedece a razones pr¨¢cticas: "Pretendo que Tormentas cotidianas pueda leerse con la misma frescura dentro de 20 a?os".
Su primera novela encarn¨® un desembarco por todo lo grande en el panorama literario. Un buen hombre en ?frica (1981), la historia del mediocre funcionario brit¨¢nico atrapado en un agujero infernal del continente, le mereci¨® el prestigioso Premio Whitbread. Dos a?os m¨¢s tarde, su rostro aparec¨ªa en la revista Granta junto a los de Martin Amis, Ian McEwan o Salman Rushdie bajo el ep¨ªgrafe "los 20 mejores novelistas j¨®venes brit¨¢nicos". "Somos escritores muy diferentes, sin relaci¨®n en el sentido est¨¦tico". Alusi¨®n velada a esa comercialidad suya que ha suscitado ciertos prejuicios en el mundillo literario, aunque el grueso de la cr¨ªtica le aclame por su capacidad para entretener con tramas bien armadas que traza con una pluma impecable y buenas dosis de humor negro.
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