Un tibur¨®n de los de antes
Supongamos que los bancos los dirigen hombres poderos¨ªsimos con una enorme confianza en s¨ª mismos; que los nuevos instrumentos financieros han abolido el riesgo, y que nuevos mercados en partes desconocidas del mundo ofrecen incomparables oportunidades de crecimiento que pronto dejar¨¢n rezagada a Europa.
Supongamos que todo sale mal; que los banqueros son cr¨¦dulos, egoc¨¦ntricos y demasiado est¨²pidos para entender bien lo que est¨¢n haciendo; que los nuevos instrumentos en realidad solo valen para esconder lo temerarios que son; que resulta que los nuevos mercados son inestables y peligrosamente tendentes a derrumbarse; que cuando todo esto sale a la luz, uno de los bancos m¨¢s poderosos del mundo se hunde y amenaza con llevarse por delante el sistema financiero mundial.
En Espa?a fue responsable de desprestigiar el submarino de Isaac Peral. Funcion¨®, salvo cuando se hizo una prueba para el Gobierno
Fue conocido como el primer mercader de la muerte, contribuy¨® como nadie a crear el comercio internacional de armas
Esto, que les puede sonar demasiado familiar, describe la situaci¨®n de finales del siglo XIX. Barings Bank -conocido entonces como la Sexta Gran Potencia del mundo y que gozaba de una influencia a la que hoy ni siquiera Goldman Sachs se acerca- se consideraba invencible. Hizo fortuna creando y vendiendo bonos en un mercado internacional. Pod¨ªa parar guerras que no le gustaban cortando el cr¨¦dito, y fomentar conflictos poniendo dinero a disposici¨®n de los clientes que le ca¨ªan en gracia.
Pero Barings cre¨® un sistema que pod¨ªa transmitir el caos por todo el mundo con la misma rapidez con que pod¨ªa transmitir dinero. Cuando Argentina salt¨® por los aires en 1890, la onda expansiva se extendi¨® por todo el nuevo mercado globalizado y rompi¨® en Londres. Los mercados se congelaron y arrastraron a Barings. Durante m¨¢s o menos una semana, la totalidad del sistema financiero mundial se tambale¨® al borde del precipicio.
De modo que, si los sucesos ocurridos ¨²ltimamente nos han escandalizado, verdaderamente no deber¨ªan: la combinaci¨®n de la vanidad de los banqueros y una fe injustificada en las nuevas t¨¦cnicas financieras llevan provocando el caos a intervalos regulares desde hace m¨¢s de un siglo. Los banqueros son gente poco original que repite constantemente los errores de sus padres y abuelos. Despu¨¦s del desastre actual, es solo cuesti¨®n de tiempo que vuelvan a hacer de las suyas.
Pero si la banca solo ha cambiado en funci¨®n de la magnitud de las p¨¦rdidas que acumula, casi lo mismo se puede decir de la totalidad del mundo empresarial. Ahora estamos acostumbrados a que las empresas multinacionales ejerzan su actividad en todo el mundo; a hombres de negocios de riqueza fabulosa e influencia infinita unida a una reputaci¨®n que mezcla la admiraci¨®n con la condena.
Esta ambivalencia tambi¨¦n tiene una larga historia y alcanz¨® su punto ¨¢lgido en los treinta a?os anteriores a la I Guerra Mundial. En este periodo, los magnates -los Carnegie y los Rockefeller y los Vanderbilt- dominaban Estados Unidos. En Europa estaban surgiendo nuevos conglomerados para controlar el hierro, el acero y el nuevo mercado internacional del armamento.
En este periodo existi¨® la figura mefistof¨¦lica de Basil Zaharoff, un personaje real en el que, junto con retales de algunos otros de la ¨¦poca, se basa John Stone, el protagonista de mi novela.
A Zaharoff apenas se le recuerda hoy en d¨ªa; su nombre sobrevive ¨²nicamente en las becas de viaje que se otorgan a los estudiantes universitarios de Oxford; quiz¨¢ algunas personas sepan que dio el dinero para fundar el Prix Balzac en Francia. Aparte de esto, se ha evaporado sin dejar rastro: no hay ninguna gran fundaci¨®n, ning¨²n descendiente influyente, nada. Es como si nunca hubiera existido.
En su momento, sin embargo, fue conocido como el primer mercader de la muerte, el hombre que contribuy¨® m¨¢s que ning¨²n otro a crear el comercio internacional de armas. Fue presidente de Vickers, el fabricante de armas m¨¢s importante del mundo, y tambi¨¦n control¨® empresas de ametralladoras y torpedos, fundiciones de acero y bancos y peri¨®dicos. Cuentan que pose¨ªa grandes participaciones en Schneider y en Krupp, que fabricaban armas para Francia y Alemania, por lo que, cuando la I Guerra Mundial estall¨®, ambos bandos utilizaron armas de Zaharoff.
Lo que Zaharoff hac¨ªa exactamente siempre ha estado rodeado de misterio: ni siquiera una investigaci¨®n del Senado logr¨® averiguar mucho. Ten¨ªa a tantos pol¨ªticos europeos en el bolsillo -en un momento dado, se le atribu¨ªa tener bajo control a 40 miembros del Parlamento brit¨¢nico, y su s¨¦quito inclu¨ªa al primer ministro brit¨¢nico Lloyd George y al presidente franc¨¦s Georges Clemenceau-, que nunca hubo muchas posibilidades de llevar a cabo una investigaci¨®n seria en Europa. Poco antes de su muerte quem¨® todos sus documentos, por lo que los detalles de todos sus sobornos, cada acto de chantaje, se convirtieron en humo.
Su carrera se inici¨® de un modo apropiadamente sospechoso: de ascendencia griega, tuvo que abandonar el imperio otomano a finales de la d¨¦cada de 1870 para no ser arrestado por fraude, y consigui¨® un trabajo como vendedor de ametralladoras Nordenfelt en Londres. Se le daba bien: cuando se realiz¨® una demostraci¨®n de las ametralladoras de su competidor Maxim para el ej¨¦rcito austriaco en 1887, Zaharoff las sabote¨® para que no funcionaran debidamente. De esta manera obtuvo un gran contrato para sus armas, claramente inferiores.
En Espa?a, al parecer, tambi¨¦n fue en gran medida responsable de desprestigiar al submarino del inventor Isaac Peral y sobornar al Gobierno espa?ol para que comprara en su lugar municiones de baja calidad a trav¨¦s de una de sus filiales. La m¨¢quina de Peral funcionaba perfectamente, excepto cuando se realizaron demostraciones para unos representantes del Gobierno; entonces sufri¨® misteriosas aver¨ªas.
Zaharoff consideraba que el soborno, el robo y la corrupci¨®n eran herramientas leg¨ªtimas en los negocios, un h¨¢bito que los fabricantes de armas parecen mantener hoy en d¨ªa. El "sistema Zaharoff" -sabotear el equipamiento de los rivales, robar secretos, sobornar a ministros y altos cargos, chantajear a otros, poner en marcha campa?as de prensa a trav¨¦s de periodistas a los que compraba y peri¨®dicos que controlaba- se desarroll¨® hasta alcanzar tales niveles de perfecci¨®n que casi se convirti¨® en un arte.
Pero no era meramente un vendedor dotado, aunque tambi¨¦n despiadado: la gran habilidad de Zaharoff fue entender el dinero tan bien como entend¨ªa a las personas, y ser capaz de sacar partido de ambos. Cre¨® el prototipo de complejo financiero-industrial que combinaba la especulaci¨®n financiera y el desarrollo industrial de un modo que ha tenido profundas consecuencias para el mundo desde entonces. Hacia 1918 era tan rico, que pag¨® personalmente gran parte de la guerra griega contra Turqu¨ªa, provocando la ruina del pa¨ªs al que quiso apoyar. Tambi¨¦n compr¨® el Casino de Monte Carlo como un m¨¦todo para reciclar su fortuna: gracias a su intervenci¨®n, M¨®naco dej¨® de ser otro rinc¨®n pobre y olvidado de Europa y se convirti¨® en uno de los lugares m¨¢s chics del continente.
Finaliz¨® su carrera, como no pod¨ªa ser de otra manera, siendo nombrado caballero y con la escarapela de la L¨¦gion d'Honneur, cultivando rosas tranquilamente en su jard¨ªn y penando por la muerte de su querida esposa.
Ya sea para bien o para mal -y a veces para una mezcla de ambos-, semejantes personajes tienen un aura sobrehumana. Actuaban en un contexto internacional, sus actos ten¨ªan enormes consecuencias. Pero como personas suelen ser a menudo modestas, discretas y con un gran sentido de la moral: de Zaharoff se dec¨ªa que era un hombre encantador y generoso. El malvado hombre de negocios es un personaje demasiado f¨¢cil de crear y, en realidad, no tan interesante. La complejidad del perfil psicol¨®gico de hombres como Zaharoff y otros gigantes de los negocios es un ¨¢rea de estudio fascinante (y muy poco explotado) que me ha interesado desde la primera vez que me top¨¦ con gente as¨ª cuando trabajaba, hace muchos a?os, como periodista econ¨®mico.
'La ca¨ªda de John Stone' (Seix Barral) sale a la venta en Espa?a el 15 de junio.
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