C¨®mo librarse de las etiquetas
En la Universidad sacaba muy buenas notas. Fui durante un tiempo "el cerebr¨ªn". Durante los primeros a?os de mi carrera profesional trabajaba sin l¨ªmite de horas. Dejaba la piel en el trabajo, y lo hac¨ªa como si me fuese la vida. Me gan¨¦ la etiqueta de "el estresado". Cuando acced¨ª al comit¨¦ de direcci¨®n, alguien cay¨® en la cuenta de que el director general era mi hermano. Fui durante a?os "el herman¨ªsimo". Decid¨ª dedicarme a la formaci¨®n, y me form¨¦ en programaci¨®n neuro-ling¨¹¨ªstica, Gestalt, y otras disciplinas del comportamiento humano. Pas¨¦ a ser "el iluminado"?
Estas son algunas de las etiquetas que recuerdo cuando repaso mi vida. Sin duda hay muchas m¨¢s. Y sin duda no soy el ¨²nico que las ha tenido y las tiene. Todos tenemos nuestras etiquetas. Algunas son justas; otras, tremendamente injustas. Unas nos las hemos ganado, y otras nos las han colgado sin que pudi¨¦ramos evitarlo. Pero en cualquier caso ah¨ª est¨¢n. Nos acompa?an en cada periodo de nuestras vidas y condicionan la percepci¨®n que tienen los dem¨¢s de nosotros. Porque constituyen -en muchos casos, y muy a nuestro pesar- nuestra tarjeta de presentaci¨®n.
Colgar etiquetas es renunciar a la capacidad de percepci¨®n y a la ocasi¨®n de conocer de verdad a los otros
Las merecidas y las inmerecidas. Las etiquetas son una forma f¨¢cil (aunque tremendamente superficial y a menudo poco objetiva) de clasificarnos. Cuando preguntamos sobre alguien, lo primero que recibiremos como respuesta ser¨¢ su etiqueta, especialmente si quien habla de ese alguien lo conoce poco. Nos guiamos por ellas y juzgamos seg¨²n ellas. En un mundo veloz y superficial, lo que conocemos de los dem¨¢s a menudo se limita a sus etiquetas.
Las etiquetas no tienen por qu¨¦ ser reflejo de una pauta de comportamiento habitual, ni de nuestra forma de ser o nuestro car¨¢cter. A menudo nos las cuelgan por episodios anecd¨®ticos (un d¨ªa pierdo los papeles en p¨²blico y paso a ser?el hist¨¦rico) o por comportamientos intrascendentes que por alg¨²n motivo generan curiosidad (es el mani¨¢tico que siempre encuentra las faltas de ortograf¨ªa en las presentaciones).
Pero tambi¨¦n nos las podemos ganar por comportamientos habituales de los que no somos muy conscientes (soy un obsesivo del orden porque no puedo salir sin poner todos los papeles en su sitio).
Lo que es cierto es que, sea cual sea el motivo por el que nos la han colgado, casi siempre somos los ¨²ltimos en enterarnos de que llevamos una etiqueta. Y que en muchos casos un solo acto desafortunado es el responsable de que nos la hayan colgado. Se cumple en este sentido el refr¨¢n que reza: "Por un perro que mat¨¦, mataperros me llamaron".
Etiquetas instant¨¢neas. Las etiquetas son mucho m¨¢s fruto de las primeras impresiones que del conocimiento real de una persona. A menudo, solo con un primer contacto visual, y antes de que digamos nada, ya nos han colgado una etiqueta.
Es importante constatar que en estos casos la apariencia f¨ªsica, nuestra expresi¨®n y en general el lenguaje no verbal van a tener un papel determinante en la configuraci¨®n de nuestra etiqueta. Podemos ser un pedante insoportable o un encanto de persona solo por la manera en que nos vean aparecer. Y como las etiquetas ejercen un gran papel en la configuraci¨®n de la opini¨®n que los que no nos conozcan tendr¨¢n de nosotros, vale la pena cuidar -o como m¨ªnimo ser conscientes- de esta primera impresi¨®n.
?Qu¨¦ hay detr¨¢s de las etiquetas? Las etiquetas no siempre son ingenuas o bien intencionadas. No son solo fruto de la percepci¨®n espont¨¢nea de nuestro interlocutor en un momento dado. Muchas veces reflejan los miedos de aquellos que nos las cuelgan (eres mi nuevo jefe, no te conozco, pero tengo miedo y de entrada te cuelgo la etiqueta de que eres un ogro) o esconden estrategias de destrucci¨®n cuando nos perciben como un potencial enemigo (eres nuevo en mi departamento, amenazas mi posici¨®n y de entrada te cuelgo la etiqueta de trepa).
Lo que es seguro es que las etiquetas son socialmente muy golosas. En todos los grupos hay el que cuelga las etiquetas a todos, en un proceso creativo que lo hace especialmente popular entre los dem¨¢s. Es un juego que divierte y cohesiona al grupo, pero que tiene nefastas consecuencias para algunos.
En cualquier caso, las etiquetas que tengamos no nos deber¨ªan pasar inadvertidas, porque muchas veces nos advierten de comportamientos que sin que seamos conscientes est¨¢n proyectando una determinada imagen de nosotros a la gente.
Generalmente nos cuelgan las etiquetas sin que lo advirtamos, pero tambi¨¦n podemos ser proactivos e ir a buscarla: podemos tener determinados comportamientos para "ganarnos una etiqueta" y vivir de las rentas el resto de nuestros d¨ªas (puedo dedicarme a llegar el primero al trabajo durante una semana, ganarme la etiqueta del que abre la oficina cada d¨ªa? y vivir de ella el resto del a?o).
?C¨®mo quit¨¢rselas de encima? Es muy dif¨ªcil quitarse de encima una etiqueta, porque cada gesto que la reafirme ser¨¢ especialmente visible, mientras que los gestos que la contradigan pasar¨¢n a menudo inadvertidos. La gente de nuestro alrededor est¨¢ condicionada a percibir lo que diga la etiqueta.
Si queremos deshacernos de una etiqueta, el primer paso ser¨¢ necesariamente cambiar nosotros de comportamiento. No podemos esperar que los dem¨¢s cambien su percepci¨®n si no cambiamos nosotros primero nuestro comportamiento. Para quitarnos de encima una etiqueta falsa necesitaremos tiempo y paciencia.
Tiempo, para que los hechos pongan las cosas en su lugar, y paciencia, para aguantar todos los comentarios que conlleva la etiqueta que ya tenemos asignada. Lo ¨²nico que podemos hacer al respecto es hacer especialmente visibles todos aquellos comportamientos que desmienten la etiqueta. Y ayudarnos de nuestra gente de confianza para que influyan en la percepci¨®n de la gente.
Si la etiqueta es cierta y no nos gusta, no podemos hacer otra cosa que asumirla con deportividad. Actuar reactivamente o col¨¦ricamente perpetuar¨¢ la leyenda.
Cuando nosotros las 'colgamos'. Le¨ª hace muy poco una frase que dec¨ªa: "Si t¨² me conociste ayer, haz el favor de no pensar que hoy est¨¢s tratando con la misma persona. Ac¨¦rcate a m¨ª con cierto sentido de curiosidad".
Colgar etiquetas a los dem¨¢s es renunciar a nuestra capacidad de percepci¨®n. A base de etiquetas perpetuamos una impresi¨®n est¨¢tica de los otros que no nos permite ver su evoluci¨®n o su crecimiento.
Colgar etiquetas nos dar¨¢ a la larga una falsa y superficial percepci¨®n de los dem¨¢s. Al mismo tiempo, juzgar a los dem¨¢s por la etiqueta que llevan nos conduce a renunciar a conocerlos de verdad. En este sentido, cuando entramos en contacto con grupos nuevos, hemos de evitar dejarnos guiar por lo que nos digan de la gente. Por las etiquetas que ya lleven. Hagamos el esfuerzo de descubrirlos uno por uno desde nuestra capacidad de percepci¨®n, limpia de prejuicios.
Y con la gente que conocemos bien deber¨ªamos hacer el esfuerzo de mirarlos con ojos nuevos cada d¨ªa. Al fin y al cabo, cuando salimos de casa cada ma?ana, nunca volvemos siendo la misma persona: las vivencias que hemos tenido durante el d¨ªa nos han cambiado.
No renunciemos nunca a nuestra capacidad de percepci¨®n. No dejemos nunca de pensar que todos somos seres en constante cambio y crecimiento. Y que nuestra maravillosa complejidad es imposible de plasmar en una etiqueta.
Las etiquetas en nuestra sociedad
Funcionamos a nivel social a base de etiquetas. Es el atajo que utilizamos para clasificar y encasillar a la gente. As¨ª, por ejemplo:
- El juez Garz¨®n es un "juez estrella", por sus intervenciones judiciales y medi¨¢ticas.
- El juez del 'caso Millet' ha sido etiquetado como "el caracol", por la presunta lentitud con que avanza el caso.
- Al golfista Sergio Garc¨ªa lo etiquetaron como "el ni?o", probablemente por su aspecto, como tambi¨¦n es "el ni?o" Fernando Torres, jugador de f¨²tbol.
- A la modelo australiana Elle McPherson la etiquetaron como "el cuerpo", y a Naomi Campbell, como "la pantera negra".
- Mario Conde fue el "yuppy" por excelencia.
- Xavi Hern¨¢ndez, jugador del FC Barcelona, es "el profesor".
- Diana Spencer fue "La princesa del pueblo".
- Elvis Presley fue "el rey", y Bruce Springsteen, "el jefe" (the boss).
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