Un par¨¦ntesis en la esclavitud
Marisa Gonz¨¢lez atrap¨® el ritual de las internas filipinas que cada domingo toman el centro de Hong Kong
Unas 150.000 mujeres filipinas trabajan como internas en el servicio dom¨¦stico en Hong Kong, seg¨²n los registros oficiales. Pero la realidad duplica esa cifra. Sometidas a abusivos contratos -pese a que su cualificaci¨®n incluye el dominio del ingl¨¦s-, trabajan seis d¨ªas a la semana por unos 250 euros mensuales. Su ¨²nica jornada libre es el domingo. Ese d¨ªa toman el centro de la ciudad.
La cita empieza al amanecer y termina hacia las 20.00. Las trabajadoras se re¨²nen en torno al lujos¨ªsimo edificio del centro financiero construido por Norman Foster. Bailan, comen, juegan al bingo y preparan paquetes que env¨ªan a sus familiares. Con este impactante espect¨¢culo se encontr¨® Marisa Gonz¨¢lez (Bilbao, 1945) cuando volv¨ªa junto a su marido de un recorrido tur¨ªstico por Vietnam. Artista multidisciplinar con una consolidada obra inspirada en los desajustes sociales y los abusos contra las mujeres, Marisa Gonz¨¢lez no pas¨® de largo ante un motivo tan fuerte de inspiraci¨®n como el que ten¨ªa ante sus ojos. El resultado se puede ver hasta finales de julio en el nuevo espacio de la galer¨ªa Evelyn Botella de Madrid: una exposici¨®n con una treintena de impactantes fotograf¨ªas y una pel¨ªcula de 50 minutos en la que algunas de las protagonistas dan detalles de su vida de sirvientas y el sufrimiento por el destierro econ¨®mico en Filipinas, un pa¨ªs del que cada a?o se marcha un mill¨®n de personas.
Recuerda Marisa Gonz¨¢lez que el d¨ªa que descubri¨® esta masiva toma del espacio p¨²blico por parte de las mujeres era un Primero de Mayo. "Me choc¨® ver abarrotadas las plazas, las escaleras, los rincones... Pens¨¦ que era un acto sindical, pero r¨¢pidamente me advirtieron de que era el d¨ªa libre de las filipinas y que todos los domingos se repet¨ªa el mismo espect¨¢culo". La artista film¨® todo lo que pudo, incluido un d¨ªa normal, un lunes, en el que ese mismo paisaje urbano vuelve a ser tomado por los ejecutivos y por los clientes de las lujosas tiendas de la zona. Tambi¨¦n film¨® el lugar de origen de estas mujeres. A sus hijos, a sus hermanas, a los que, como ellas, bailan en las calles de sus ciudades.
Todas las mujeres colaboraron sin recelos. Se dejaron filmar mientras com¨ªan, charlaban o cos¨ªan. Y tambi¨¦n mientras constru¨ªan con grandes cartones unos min¨²sculos habit¨¢culos cuando prefieren aislarse en soledad durante el ¨²nico d¨ªa que les pertenece. Est¨¢n las fotograf¨ªas de la construcci¨®n y del abandono a la tristeza; est¨¢n los zapatos alineados a la puerta de las casitas y tambi¨¦n est¨¢ retratado el entusiasmo con el que empujan con todo su peso los paquetes que env¨ªan a sus familiares.
En los testimonios cuentan la vida de esclavitud a la que est¨¢n sometidas, las causas por las que emigraron, las dificultades que sufren para que no se pierda el dinero que env¨ªan (muchos maridos se lo "beben", se quejan) y tambi¨¦n la sorpresa de que algunas familias que las emplean las traten como a personas. La exposici¨®n muestra adem¨¢s los carteles de reclutamiento en los que se pide una formaci¨®n alta y se fija la edad m¨¢xima y el peso de la futura empleada. Un proyecto que demuestra que el arte no puede ser ajeno a la vida.
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