Est¨¢n raros
Hay que reconocer que los pol¨ªticos, dicho sea en t¨¦rminos muy generales, no est¨¢n muy afortunados en sus manifestaciones p¨²blicas y, adem¨¢s, desde hace bastante tiempo. Pero es que ¨²ltimamente se superan a s¨ª mismos. Celebrar los cien a?os del grupo socialista dentro de un ambiente de nostalgia ya es un error, y mucho m¨¢s todav¨ªa permitir que una serie de fantasmas del pasado vuelen alrededor de los que perciben como posibles cad¨¢veres pol¨ªticos. Unos fantasmas que aparecen estos d¨ªas con mucha frecuencia en radios, tertulias y entrevistas. Pero afirmar como hizo Zapatero, corrigiendo a Gonz¨¢lez, que aqu¨ª no hay "depre", que no lo est¨¢n, que no lo estamos, me recuerda a aquel estudiante de medicina que ante un mendigo desvanecido en plena calle por el hambre, le diagnostica indigesti¨®n. ?Qu¨¦ carrera lleva!
Claro que Gonz¨¢lez estuvo brillante, como siempre. Dijo m¨¢s o menos que cuando las cosas van bien se puede ser cr¨ªtico, tener un cierto distanciamiento, pero cuando van mal hay que tener militancia pura y dura. Es decir, que la cr¨ªtica, el an¨¢lisis, la opini¨®n fundada, es para los buenos momentos, para la bonanza, una especie de frusler¨ªa, un lujo o, como dir¨ªa Forges, una goller¨ªa. Pero cuando las cosas se ponen feas, entonces hay que ponerse firmes, marcar el paso y volver al dogma. En resumen, todo un tratado de la raz¨®n cr¨ªtica: cuanto peor van las cosas, mejor me porto yo.
No es un problema de estos o aquellos, ni tan solo de los de aqu¨ª. En absoluto, es una pandemia de comunicaci¨®n absurda de pol¨ªticos perplejos ante lo que est¨¢ sucediendo. El primer ministro Cameron acaba de afirmar que los recortes cambiar¨¢n el estilo de vida de los brit¨¢nicos durante a?os y posiblemente por d¨¦cadas. Y esto lo dice reci¨¦n salido del horno electoral, a saber c¨®mo continuar¨¢ su discurso pol¨ªtico, porque asusta m¨¢s que los ladridos de ese monstruo que aparece en el anuncio de la disfunci¨®n er¨¦ctil. ?Es necesario decir esas cosas y planchar los ¨¢nimos de esa manera? Los estilos de vida est¨¢n cambiando siempre, eso ya lo sab¨ªan hasta los ciudadanos romanos. Si quiere desempe?ar el papel de or¨¢culo, al menos que nos diga en qu¨¦ van a cambiar nuestras vidas y qu¨¦ hay que hacer para adaptarse a ellas. Como no lo sabr¨¢, que se dedique a la gesti¨®n, que es lo suyo, y deje el hor¨®scopo para los almanaques.
Se puede entender que la generaci¨®n actual de pol¨ªticos no tenga una gran formaci¨®n hist¨®rica, cultural o social. Ese pecado es responsabilidad de las generaciones anteriores. Pero eso no justifica que intenten compensar la perplejidad que sienten ante lo que es nuevo para ellos mediante euforias desmedidas, enamor¨¢ndose de s¨ª mismos o asustando al pr¨®jimo, una serie de patolog¨ªas que manifiestan sin pudor en sus manifestaciones p¨²blicas. No es que nos distanciemos nosotros, es que est¨¢n raros.
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