Ciego
Como soy un verdadero zote en econom¨ªa, siempre sent¨ª un gran respeto ante los expertos en esta oscura materia. El dinero es el verdadero dios del mundo actual y los economistas son como los sacerdotes de la divinidad, una especie de altivos hechiceros de una magia elitista y herm¨¦tica. Agitados por la crisis que nos azota, andan de ac¨¢ para all¨¢ discutiendo entre ellos pero sin perder ni una pizca de su pompa, mientras sacuden sus sonajeros rituales confeccionados con ristras de moneditas de euro y sueltan frases lapidarias como si supieran de lo que hablan. Pero el problema es que no lo saben, y que su ignorancia empieza a notarse demasiado.
Por ejemplo: el nuevo dirigente h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n, dice que su pa¨ªs est¨¢ al borde de la suspensi¨®n de pagos, y toda Europa se asoma a la cat¨¢strofe. Pero al d¨ªa siguiente exclama: "Huy, exager¨¦", y los mercados se quedan tan aliviados y tan tranquilos, como si todo fuera un mero juego verbal, un ¨®rdago de mus, algo puramente virtual e imaginario.
En mi desconocimiento de macroeconom¨ªa yo cre¨ªa que la riqueza de un pa¨ªs ten¨ªa sus cifras y sus cuentas. Pero no: ?todo es de boquilla! Esta insustancialidad, esta arbitrariedad lo impregna todo. ?De verdad est¨¢n haciendo los expertos algo ¨²til para arreglar la situaci¨®n? Cuando empez¨® la crisis, tanto tiempo atr¨¢s que ya ni me acuerdo, se habl¨® durante un par de meses de la responsabilidad de los bancos. Pero hoy la banca sigue igual y de lo que se habla es de la responsabilidad de los trabajadores, cuyo empe?o en cobrar a fin de mes o en tener cierta seguridad laboral est¨¢ arruinando el mundo, a lo que parece. Qu¨¦ quieren que les diga, no lo encuentro serio. Tengo la horrible intuici¨®n de que nuestros hechiceros saben tan poco como yo. Es como ir a toda velocidad en un autob¨²s sin frenos carretera abajo y descubrir de golpe que el conductor es ciego. Quiero bajarme.
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