Crep¨²sculo, no aurora
De seguir el actual camino, habr¨¢ elecciones de nuevo en Alemania en oto?o. La coalici¨®n de centro derecha que entroniz¨® por segunda vez a Angela Merkel en la canciller¨ªa ha resultado un bluff. Quiz¨¢s ella misma, tan buena canciller en su gran coalici¨®n con los socialdem¨®cratas, sea un bluff. En todo caso, el desgaste de la coalici¨®n es brutal. Ahora mismo, seg¨²n todas las encuestas, recuperar¨ªa el poder una coalici¨®n roja y verde como la que encabez¨® Gerhard Schroeder. La valoraci¨®n de la canciller se halla por los suelos: el 45% de los alemanes no tienen confianza alguna en su gobierno, unos niveles de desaprobaci¨®n m¨¢s altos que los registrados en Francia, Italia o Espa?a. La crisis que asoma las orejas en Berl¨ªn puede ser la gota que colme el vaso. Se ver¨¢ el 30 de junio, cuando un colegio electoral especial, la convenci¨®n federal, formada por los diputados del Bundestag m¨¢s un n¨²mero igual de representantes nombrados por los estados federados, elija al presidente de la Rep¨²blica. No habr¨¢ problemas si vence el candidato de Merkel, hasta ahora presidente de Baja Sajonia; pero si el voto de la actual coalici¨®n se divide y sale Joachim Gauck, candidato de verdes y socialdem¨®cratas, entonces empezar¨¢ la fiesta.
El peor escenario: que se acople la crisis del Gobierno de Merkel con la crisis econ¨®mica
El estado de las finanzas europeas no est¨¢ para bromas y demanda un mensaje claro y contundente por parte de quienes pueden ejercer el liderazgo pol¨ªtico, es decir, Francia y Alemania. Hoy debieran darlo junto a los jefes de Estado y de gobierno en el Consejo Europeo de final de semestre. Ya nos han dicho que hay acuerdo sobre la necesidad de un gobierno econ¨®mico del euro, pero no lo hay, al contrario, sobre c¨®mo debe ser. Menos todav¨ªa sobre el papel del Banco Central, rigurosamente independiente y obsesionado por la inflaci¨®n para Merkel, y sensible tambi¨¦n al crecimiento y al rumbo de las econom¨ªas para Sarkozy. Si para Alemania todo debe construirse entre los 27 socios -aunque no formen parte del euro o ni siquiera tengan intenci¨®n alguna de incorporarse, como es el caso de Reino Unido- para Francia, en cambio, s¨®lo deber¨ªan gobernar el euro quienes est¨¢n en el euro, algo en lo que Sarkozy se encuentra con la compa?¨ªa de la mayor¨ªa de socios.
El riesgo de la actual crisis de liquidez, que coincide con los dr¨¢sticos recortes del d¨¦ficit, es que se produzca un acoplamiento con una crisis pol¨ªtica que viene de lejos pero que puede terminar cuajando en un colapso de la coalici¨®n de centro izquierda alemana. En propiedad, la crisis pol¨ªtica se ha ido incubando en la par¨¢lisis europea de los ¨²ltimos diez a?os, desde el Tratado de Niza y el lanzamiento infructuoso de la idea de una constituci¨®n europea. Pero ahora, con la crisis econ¨®mica, llega a los parlamentos nacionales y los gobiernos.
Hace diez meses muchos europeos creyeron que los resultados electorales en Alemania iban a proporcionar al fin la divina sorpresa de que una mujer, originaria del desaparecido bloque comunista, a la altura de los tiempos y de las dif¨ªciles circunstancias que vivimos, se convirtiera en la dirigente capaz de gobernar su pa¨ªs y tambi¨¦n insuflar al conjunto de Europa la sensatez y la voluntad para salir del marasmo. Aquellas elecciones contemplaron una gran erosi¨®n de los dos grandes partidos, sobre todo el socialdem¨®crata; un vertiginoso y a lo que se ve ef¨ªmero ascenso liberal; la consolidaci¨®n de Die Linke, la izquierda poscomunista unida a los disidentes radicales de la socialdemocracia; y una ins¨®lita fragmentaci¨®n del paisaje pol¨ªtico, conformado ahora por cinco fuerzas. Todo esto se ley¨® como una oportunidad para que Merkel cambiara de f¨®rmula y encontrara finalmente la coalici¨®n que necesitaba para completar su recorrido, tan afortunado en su primer mandato en la canciller¨ªa.
No ha sido as¨ª. Ahora se ve c¨®mo la remodelaci¨®n del paisaje partidista tiene que ver con lo que ha ido sucediendo luego en el resto de Europa: el ascenso de los populismos; el desgaste de los grandes partidos; y, finalmente, la dificultad para encontrar f¨®rmulas eficaces de gobierno, que den seguridad y confianza a unas poblaciones necesitadas como nunca de l¨ªderes convincentes, capaces de generar consenso y de aplicar las pol¨ªticas m¨¢s dif¨ªciles y rigurosas. Como en la estampa t¨®pica de la poes¨ªa rom¨¢ntica alemana, nos ocurre como a un durmiente que se despierta s¨²bitamente, admirado por las luces que identifica con la aurora, para advertir con desconsuelo que se ha enga?ado y en realidad se trata del crep¨²sculo.
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