Las trompetas de Durban
La intercesi¨®n divina y los buenos oficios de un profesional de la aventura, Clemente Corona, me llevaron a Durban estos d¨ªas mundialistas de banderas, orgullo africano y un infierno de vuvuzelas que atronan los t¨ªmpanos. Siempre quise conocer la ciudad donde naci¨® Fernando Pessoa y aunque apenas queda rastro de la primera infancia del poeta portugu¨¦s, todav¨ªa la regi¨®n zul¨² se sigue llamando Natal como corresponde a una ex colonia de ultramar lusa.
Al viejo imperio de la saudade le ha sustituido hoy una emprendedora colonia india y esta ciudad que mira a los puertos del ?ndico tiene hoy m¨¢s sabor a curry que a otra cosa aunque da gusta recorrerrla por ese interminable paseo litoral en la que se da cita una mezcla curiosa de surfistas y mujeres con burka, rubias familias de origen holand¨¦s y la pujante naci¨®n zul¨² que aqu¨ª ofrece una estampa que en alg¨²n momento remite por su alegr¨ªa zumbona y su buen humor a los pueblos caribes.
Las grandes marcas patrocinadoras est¨¢n contando la historia por primera vez desde ?frica
Acostumbrado previamente a la inquietante y por momentos impenetrable Johannesburgo, Durban es un buen lugar para desperezarse al sol en esa latitud del Hemisferio Sur d¨®nde al viajero se le agolpan insinuaciones de Miami, Sydney o, mire usted por donde y salvando las distancias, del Riazor coru?¨¦s.
Sud¨¢frica ha acogido el Mundial con una mezcla de orgullo, hospitalidad y alegr¨ªa. La camiseta de los bafana-bafana une a una amalgama de tribus africanas y de viejos pobladores europeos que, en otro orden de cosas, parece que todav¨ªa tienen muchas cuentas pendientes. El appartheid termin¨® hace ya bastantes a?os pero los l¨ªmites de la separaci¨®n que impone la riqueza y las oportunidades de trabajo distan mucho de ser las que desea un presidente pol¨ªgamo como Zuma y un veterano activista como Mandela que siguen intentando refundar desde el Cabo de Nueva Esperanza un modelo de civilizaci¨®n in¨¦dito en la historia de la humanidad.
El ghetto (y no s¨®lo el arquetipo de Soweto) sigue marcando unas fronteras f¨¢cilmente perceptibles al viajero que quiera salir un poco m¨¢s all¨¢ del fort¨ªn de los centros comerciales iguales en todo el planeta y adentrarse un poco en las aceras de la marginaci¨®n donde una juventud sin mucho futuro toma el sol de invierno apoyada en las tapias. El arte de la supervivencia inunda tambi¨¦n las calles donde excelentes m¨²sicos y danzarines, virtuosos de las marimbas y los metales, nuevos discjockeys que incorporan danzas tribales a los platos siguen cocinando un poco de alegr¨ªa y pasan la gorra a los viandantes.
La prensa deportiva sigue masacrando en su relatos de estos d¨ªas la inseguridad y la escasa preparaci¨®n de un Mundial de F¨²tbol tra¨ªdo a estas latitudes: mi corta experiencia me indica que la organizaci¨®n est¨¢ funcionando, que hay estadios como el Moses Mabhida de Durban que son una joya de la nueva arquitectura y, sobre todo, que hay ganas de demostrarle al resto del mundo que Sud¨¢frica es mucho m¨¢s que la historia de Nelson Mandela.
Al no ser esta una cr¨®nica deportiva no vamos hablar de la sensaci¨®n amarga que me dej¨® la derrota de Espa?a ante Suiza, ni tampoco del bochornoso espect¨¢culo de un Manolo el del Bombo que sigue siendo, hoy por hoy, el atrezzo m¨¢s recurrente de los fans de la selecci¨®n que han acudido a este extremo del mundo. Un Mundial es una fiesta, y en Sud¨¢frica mucho m¨¢s. Pero un latido tribal se est¨¢ notando esta vez en el escenario: las grandes marcas patrocinadoras est¨¢n contando la historia por primera vez y abiertamente desde ?frica y eso entre otras cosas quiere indicar que la partida puede tambi¨¦n jugarse en otros escenarios perif¨¦ricos.
Sigue habiendo racismo en Sud¨¢frica, pero tambi¨¦n entre nosotros, s¨®lo que aqu¨ª resulta m¨¢s expl¨ªcito. Lo que estoy comprobando es que tambi¨¦n existe en muchos medios de comunicaci¨®n que crean una inseguridad envenenada entre los viajeros que se atreven a salir del ghetto y mezclarse en esa humanidad que cuando llegaron los portugueses fue sin duda mucho m¨¢s civilizada que el infame episodio del appartheid que s¨®lo concluy¨® anteayer. Sud¨¢frica se merec¨ªa este Mundial. Que Espa?a pueda perderlo no es lo ¨²nico importante. Una recomendaci¨®n si vienen ustedes por estos pagos: t¨®mense unas copas de los excelentes vinos del pa¨ªs y ¨²nanse a la danza zul¨².
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