Un antes y un despu¨¦s
Los estragos del desastre de BP en el golfo de M¨¦xico se hacen sentir en todos los ¨¢mbitos
Barack Obama ha enfatizado que habr¨¢ un antes y un despu¨¦s para el futuro energ¨¦tico de Estados Unidos tras el desastre de la plataforma petrol¨ªfera operada por BP en el golfo de M¨¦xico. En los dos meses transcurridos desde su desplome, en el que murieron 11 trabajadores, todo se ha agravado. La fuga de petr¨®leo que causa el horror de los estadounidenses y mantiene en vilo a la Casa Blanca vierte al mar 60.000 barriles al d¨ªa; el equivalente cada cuatro d¨ªas a los efectos causados en 1989 por el petrolero Exxon Valdez. Miles de pescadores est¨¢n en la ruina, as¨ª como la industria tur¨ªstica de cuatro Estados sure?os.
El presidente de Estados Unidos ha conseguido esta semana que la multinacional petrolera se pliegue a sus demandas para establecer un fondo de 20.000 millones de d¨®lares, ajeno a su control y destinado a compensaciones y limpieza del agua y la tierra contaminadas; y que suprima el pago de cualquier dividendo este a?o. Prometedor, pero probablemente insuficiente. BP, villano absoluto de la historia, con un p¨¦simo historial de seguridad en sus operaciones en EE UU, se ha doblegado ante lo obvio. El que contamina, paga, muy especialmente en un pa¨ªs con mecanismos tan afinados para exigir responsabilidades econ¨®micas como Estados Unidos. La cotizaci¨®n del gigante petrolero se ha derrumbado y su imagen ha quedado hecha trizas.
Pero tambi¨¦n Obama est¨¢ pol¨ªticamente tocado. El presidente ha reaccionado tard¨ªamente ante el formidable desastre, que ha contemplado con impotencia durante un mes en una actitud que trata de paliar ahora con reiterados viajes al lugar de la cat¨¢strofe. Los Gobiernos estadounidenses -el de Bush, pero tambi¨¦n el actual- no son ajenos a lo ocurrido, como responsables del marco regulador de una industria llena de claroscuros. Tambi¨¦n las relaciones entre Londres y Washington est¨¢n perjudicadas por una situaci¨®n que ha hecho aflorar, frente a la furia transatl¨¢ntica, lo peor del victimismo nacionalista en medios pol¨ªticos e informativos del Reino Unido.
Habr¨¢ que ver si el drama redunda finalmente en un nuevo y m¨¢s determinante impulso de las energ¨ªas alternativas, como augura Obama. De momento, la secuencia entre la abrogaci¨®n de normas reguladoras, la irresponsabilidad de las grandes compa?¨ªas y el desastre, recuerda demasiado a la crisis financiera que inici¨® la banca de Wall Street.
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