La muerte al otro lado de la puerta
Soy la mujer que ma?ana no podr¨¢ leer su nombre impreso en los diarios. La ¨²ltima v¨ªctima de la violencia machista. O de g¨¦nero. O cualquiera de esas palabras que le ponen nombre al terror que yo ahora siento. La muerte me espera tras esta puerta que ya apenas puedo mantener cerrada. ?l grita, golpea, da patadas y yo ya estoy muriendo. En cada latido, mi coraz¨®n acorralado parece querer derribar la prisi¨®n de mi pecho. Si al menos estallara, acabar¨ªa esta tortura. ?C¨®mo me matar¨¢? ?Con los pu?os? ?Me tirar¨¢ al suelo y me patear¨¢, esta vez sin fin?
No... Estoy en la cocina. Tan pronto como consiga abrir esta puerta, me derribar¨¢ de un empuj¨®n, abrir¨¢ el caj¨®n y coger¨¢ el cuchillo. Pero hoy no se conformar¨¢ con hacerme enloquecer, con quebrarme en gritos, llantos y s¨²plicas. Hoy har¨¢ algo m¨¢s que rozar mis p¨¢rpados con el acero fr¨ªo. Eso fue ayer. Cuando vio los restos de maquillaje en mi rostro. Cuando llegu¨¦ tarde de la cena. Cuando yo temblaba en el ascensor mirando el reloj y, al llegar al quinto piso, fue ¨¦l quien abri¨® la puerta. Yo intent¨¦ explicarle. Mi hermana lleg¨® tarde. La primera bofetada. En el restaurante tardaron en servirnos. El pu?etazo que me derrib¨®. Me cost¨® encontrar un taxi. La patada que me dobl¨®. Cada palabra, carnaza para su ira. Cada excusa, un argumento a la sinraz¨®n.
No puedo m¨¢s. No aguanto m¨¢s sus gritos. Ni los golpes. Ni este horror que me ahoga. Si alargo la mano izquierda, quiz¨¢s podr¨ªa ser yo quien abriera el caj¨®n. No ser¨ªa capaz de hundirle el cuchillo, pero tal vez ganar¨ªa unos segundos. Los suficientes para escapar. Tengo que intentarlo. Pero he de hacerlo con cuidado. No puedo ceder ni un cent¨ªmetro. As¨ª. Eso es. Apunto bien a la puerta con el pie derecho y el hombro. Alargo el brazo. M¨¢s. Un poco m¨¢s. Casi. Ya... ya alcanzo el tirador. Vamos. M¨¢s. M¨¢s. ?Se abre! ?Ya est¨¢! Ahora s¨®lo he de coger el cuchillo. Pero, ?qu¨¦ pasa? No lo encuentro. ?Por qu¨¦ no lo encuentro? He de tranquilizarme. Apenas puedo controlar la mano. Quiz¨¢ lo he dejado en otro compartimento. No. Mierda. ?No est¨¢! Pero, ?d¨®nde...? Ah¨ª. Ya lo veo. Qu¨¦ absurdo. ?Qu¨¦ absurdo tan siniestro! Mi vida se escapa por un escurridor a un metro de mi mano.
Un momento... parece que se calma. Han cesado los golpes. Ya no oigo su voz. ?Y si es ¨¦l? ?Y si ha vuelto y ha hecho callar al monstruo? Pero no, ¨¦l nunca llega tan pronto, el hombre de las l¨¢grimas y las s¨²plicas s¨®lo regresa m¨¢s tarde. Cuando la fiera que escupe odio ya me ha convertido en nada. ?Por qu¨¦ he sido tan in¨²til de derramar la sopa? Han sido sus ojos. No ten¨ªa que haber hecho sopa. Demasiado calor. Ha visto la olla y la nube ha velado su mirada. Esa masa de plomo que me roba el aire. Esa plaga que le cubre de rabia. Mientras le serv¨ªa, he intentado distraerle hablando de tonter¨ªas, pero la c¨®lera ya inflamaba su voluntad. A cada desprecio, a cada grito, el recorrido entre la olla y su plato se me tornaba m¨¢s largo. M¨¢s dif¨ªcil. M¨¢s imposible. Sab¨ªa que no lo conseguir¨ªa. No pod¨ªa controlar el temblor. Y al segundo "puta in¨²til" se me ha ca¨ªdo el cuchar¨®n. Entonces, he sabido que era el final.
?Qu¨¦ pasa? ?Por qu¨¦ grita de esa manera? Viene corriendo. ?Va a abalanzarse sobre la puerta! No podr¨¦ aguantar. He de apoyarme con todas mis fuerzas. Ya llega. ?No!... Mi hombro. Creo que est¨¢ fuera de sitio. Me estoy mareando. Se vuelve a alejar. Ya est¨¢. En la pr¨®xima embestida me tendr¨¢. No quiero morir. Pero tampoco quiero seguir. No as¨ª. Masticando miedo a cada segundo. Ya nada bueno me queda por vivir. A mis padres los perd¨ª antes de que murieran. ?l no quer¨ªa que los viera. Y mis hijos huyeron en cuanto pudieron. Ellos no me odian. Pero yo les recuerdo a ¨¦l. Por eso nunca vienen a verme. Por eso apenas me llaman. ?Qu¨¦ puedo reprocharles? Les comprendo. De hecho, yo lo entiendo todo.
En este silencio de muerte, s¨®lo oigo la locura de mi latido. S¨¦ que ¨¦l est¨¢ al otro lado del pasillo, empapado en sudor, prepar¨¢ndose para volcar toda su rabia en m¨ª. Un d¨ªa dijo que me hundir¨ªa la cabeza en el agua. Morir ahogada. La muerte m¨¢s horrible. No. No quiero. No quiero ser yo. No quiero morir en sus manos. La ventana... Si salto, ¨¦l no me matar¨¢. Y yo morir¨¦ tranquila. Una preocupaci¨®n menos para mis hijos. Un poco menos de odio. Un poco menos de verg¨¹enza. De nuevo grita. Ya viene. S¨®lo dos pasos. Dos pasos y todo acabar¨¢.
http://alteregosalterados.blogspot.com/
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