El mensaje de De Gaulle y Churchill
El viernes 18 de junio, Nicolas Sarkozy y David Cameron se reunieron en Londres con veteranos franceses y brit¨¢nicos con el fin de conmemorar el 70? aniversario del hist¨®rico llamamiento por radio de Charles de Gaulle a los franceses para que siguieran luchando contra Hitler. El 18 de junio de 1940, el mismo d¨ªa en el que De Gaulle transmiti¨® su mensaje desde Londres a trav¨¦s de la BBC, Winston Churchill pronunci¨® en la C¨¢mara de los Comunes su famoso discurso de "la hora m¨¢s gloriosa", con la declaraci¨®n de que la Batalla de Francia hab¨ªa terminado y la Batalla de Inglaterra estaba a punto de comenzar.
Verano de 1940. Churchill y De Gaulle. Ese es el momento, esos son los hombres que han servido de inspiraci¨®n a Gran Breta?a y Francia desde entonces. Toda la pol¨ªtica exterior brit¨¢nica desde 1940 consiste en apostillas a Churchill; toda la pol¨ªtica exterior francesa, en apostillas a De Gaulle. Los mitos del churchillismo y el gaullismo, iniciados por aquellos dos oradores, escritores y hombres de Estado, no dejan de crecer, como robles imponentes. Los mitos de todos los dem¨¢s pol¨ªticos brit¨¢nicos y franceses de la posguerra, incluso el de Margaret Thatcher, son meros arbolillos ensombrecidos por ellos.
timothy garton ash Solo Francia y Reino Unido pueden hacer que Europa hable con voz ¨²nica y fuerte
Alemania, con su actitud deprimida y defensiva, no va a tomar la iniciativa
La pregunta es: ?qu¨¦ debemos pensar de ese legado? ?Qu¨¦ significa hoy ser churchilliano o gaullista? ?No ha llegado el momento de que el Reino Unido supere el churchillismo y Francia el gaullismo? ?Y en qu¨¦ direcci¨®n? ?Juntos, o separados?
En Londres, ante el cuartel general de guerra de De Gaulle en el n¨²mero 4 de Carlton Gardens y en una gran concentraci¨®n en el Royal Hospital de Chelsea, este 18 de junio se vivi¨® como la alegre celebraci¨®n de una camarader¨ªa en tiempo de guerra. No se mencion¨® un dato que registra Jonathan Fenby en su nueva biograf¨ªa The General: que el Gobierno brit¨¢nico, al principio, pens¨® que la emisi¨®n del mensaje de De Gaulle era "indeseable". La prohibici¨®n la tuvo que revocar el propio Churchill, que no hab¨ªa asistido a la reuni¨®n porque estaba preparando su discurso. Tampoco se mencion¨® m¨¢s que de pasada la tr¨¢gica decisi¨®n brit¨¢nica de hundir la flota francesa en Mers-el-K¨¦bir pocas semanas despu¨¦s, para impedir que cayera en manos alemanas. Y tambi¨¦n se pas¨® a toda prisa por las volc¨¢nicas disputas entre Churchill y De Gaulle, que culminaron cuando, seg¨²n se dice, Churchill afirm¨® que la cruz m¨¢s pesada de las que que ten¨ªa que soportar durante la guerra era la Cruz de Lorena (el s¨ªmbolo de la Francia Libre de De Gaulle).
Cosas olvidadas o mencionadas de pasada; ?y con raz¨®n! Porque lo que importa de aquellos a?os es la gran lucha com¨²n. Por feroces que fueran las discusiones entre los dos l¨ªderes -que a veces adquir¨ªan un tono c¨®mico, por el franc¨¦s macarr¨®nico de Churchill ("Si vous m'obstaclerez, je vous liquiderai!" [Si me obstaculiza, ?lo liquido!], advirti¨® en una ocasi¨®n al general)-, el primer ministro brit¨¢nico sab¨ªa que, si hubiera estado en el lugar de De Gaulle, habr¨ªa actuado exactamente igual que ¨¦l.
siguienteEn cualquier caso, tambi¨¦n ellos fueron, en su d¨ªa, maestros del arte de barrer los hechos inconvenientes bajo una alfombra bordada de mitos inspiradores. El mito de Churchill era la sempiterna camarader¨ªa de los pueblos de habla inglesa; el de De Gaulle, la Francia unida, verdadera, eternamente resistente, ante la que la realidad colaboracionista de Vichy y la Francia ocupada no era m¨¢s que una aberraci¨®n. Ambos sab¨ªan a la perfecci¨®n lo que estaban haciendo al crear esos mitos. "Levant¨¦ el cad¨¢ver de Francia con mis brazos e hice pensar al mundo que estaba viva", contaba Andr¨¦ Malraux que dijo el general al final de su vida.
En un nuevo y sutil libro titulado Le mythe gaullien, el historiador de Oxford Sudhir Hazareesingh utiliza algunas de las numerosas cartas que enviaban al general ciudadanos corrientes para demostrar hasta qu¨¦ punto penetraron su ejemplo y su mito en la psique popular. Exactamente lo mismo podr¨ªa decirse de Churchill y el churchillismo. Los dos estadistas y bardos nos contaron su versi¨®n de qui¨¦nes ¨¦ramos los brit¨¢nicos y los franceses, y, como les cre¨ªmos, nos convertimos, en cierta medida, en los pueblos que ellos hab¨ªan inventado.
Lo malo es que nuestros mitos nacionales nos llevaron en distintas direcciones. Las lecciones extra¨ªdas por Churchill y De Gaulle del trauma de 1940 y lo que sigui¨®, totalmente opuestas, han inspirado la pol¨ªtica exterior de nuestros respectivos pa¨ªses hasta hoy. En pocas palabras, Churchill lleg¨® a la conclusi¨®n de que Gran Breta?a no pod¨ªa seguir dependiendo de Francia y deb¨ªa garantizarse la supervivencia, la seguridad y, en la medida de lo posible, la prolongaci¨®n de su esplendor, a trav¨¦s de una relaci¨®n especial con Estados Unidos. De Gaulle lleg¨® a la conclusi¨®n de que era preciso restaurar la grandeza de Francia a base de independizarse de Estados Unidos y Gran Breta?a y encontrar otros socios en el continente europeo.
Poco antes del desembarco del D¨ªa D, Churchill dijo a De Gaulle que cada vez que Gran Breta?a tuviera que "decidir entre Europa y el mar abierto, siempre escogeremos el mar. Cada vez que tenga que decidir entre usted y Roosevelt, siempre escoger¨¦ a Roosevelt". De Gaulle nunca lo olvid¨®, e incluy¨® la preferencia cr¨®nica de los brit¨¢nicos por su relaci¨®n transatl¨¢ntica entre las razones para decir "non" cuando el Reino Unido pidi¨® la incorporaci¨®n a lo que entonces se llamaba la Comunidad Econ¨®mica Europea. De Gaulle prefiri¨® construir una relaci¨®n especial de Francia con Alemania.
Esta conducta ha tenido excepciones, por ejemplo con Edward Heath y Georges Pompidou, o en los primeros a?os de Tony Blair. Pero a la hora de la verdad, en Irak, Londres y Par¨ªs se aferraron al estereotipo. Blair acus¨® de traici¨®n a Francia para entrar en Irak con Estados Unidos. Jacques Chirac despotric¨® contra "los anglosajones". En la crisis de Irak, Blair y Chirac se comportaron como unas caricaturas espantosas de Churchill y De Gaulle. Fue la reducci¨®n del churchillismo y el gaullismo al absurdo.
Hay que reconocer que Sarkozy ha superado con decisi¨®n la t¨ªpica posici¨®n gaullista en relaci¨®n con Estados Unidos. La cuesti¨®n ahora es si Cameron puede vencer la posici¨®n criptochurchilliana y euroesc¨¦ptica de alinearse siempre con Estados Unidos en vez de con la UE. Y si, juntos, pueden desarrollar lo que m¨¢s necesitamos, una nueva estrategia churchillo-gaullista o gaullo-churchilliana, que consistir¨ªa en construir una Uni¨®n Europea que hable con una voz m¨¢s fuerte y unida en el mundo y sea un socio estrat¨¦gico -no un rival celoso- de Estados Unidos. Alemania, con su actitud deprimida y defensiva actual, no va a tomar la iniciativa. Solo las dos antiguas potencias mundiales europeas, que poseen una tradici¨®n de pensar y actuar en una dimensi¨®n mundial, pueden dar el impulso necesario, aunque, por supuesto, no pueden obtener resultados por s¨ª solas.
Dicen que los Gobiernos brit¨¢nico y franc¨¦s est¨¢n buscando ¨¢reas de cooperaci¨®n estrat¨¦gica, sobre todo en pol¨ªtica de defensa y seguridad. Un buen comienzo ser¨ªa que -70 a?os despu¨¦s de que el Gobierno brit¨¢nico propusiera una uni¨®n total entre los dos pa¨ªses-, por lo menos, nos digamos mutuamente d¨®nde est¨¢n nuestros submarinos nucleares, para que no se choquen unos con otros por accidente, como ocurri¨® el a?o pasado. Tambi¨¦n es crucial que la cooperaci¨®n franco-brit¨¢nica en defensa se entienda como una contribuci¨®n a una labor europea m¨¢s general (incluida la adquisici¨®n de material de defensa) y no, como parece querer el ministro de Defensa brit¨¢nico, Liam Fox, como una alternativa a ella.
Pero nuestra ¨¦poca, llena de peligros, exige una audacia y una capacidad de visi¨®n muy superiores a todo lo que es objeto de discusiones en estos momentos entre Londres y Par¨ªs. En un mundo de retos sin precedentes y potencias emergentes no occidentales como China, y con la crisis existencial de la eurozona, Europa se enfrenta a una especie de 1940 civil. Lo que hay que preguntar sobre Churchill y De Gaulle no es qu¨¦ hicieron entonces, sino ?qu¨¦ har¨ªan ahora?
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rguez. Tapia.
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