Saramago, el agn¨®stico m¨ªstico
Precedido por su leyenda, conoc¨ª a Saramago con motivo de un encuentro que organic¨¦ en el Parlamento Europeo en noviembre de 1991 sobre Europa y lo universal. Lleg¨® con su porte de hidalgo de planta quijotesca y su leve altivez en la mirada, con una iron¨ªa suavizada por esa cortes¨ªa lusa tan de agradecer. Iniciamos un camino -adecuado nombre de su editorial de referencia- com¨²n, de la mano y la gu¨ªa de nuestras esposas y compa?eras, Pilar y Sof¨ªa.
Desde aquel d¨ªa, mantuvimos un debate permanente entre mi visi¨®n m¨¢s reformista y su enfoque m¨¢s revolucionario de Europa y todos los acontecimientos de un mundo que herv¨ªa, hierve de aspiraciones en la lucha contra la injusticia, la explotaci¨®n y el cinismo. Sucesivamente, pasaron todos los grandes temas, desde el sentido y orientaci¨®n de la construcci¨®n europea, la superaci¨®n de nuestro aislamiento ib¨¦rico y nuestro futuro com¨²n, a Am¨¦rica Latina -Chiapas, Lula- la tragedia africana, el conflicto jud¨ªo-¨¢rabe y los grandes desaf¨ªos del milenio. En su obra, se trenzaba una narrativa recitada de estilo y ritmo casi b¨ªblico con una atenci¨®n continua a la condici¨®n humana y la trascendencia que seguramente llego a su culmen en su apocal¨ªptico Ensayo sobre la ceguera.
Dos an¨¦cdotas de Jos¨¦ me parecen relevantes para situar el personaje en su justa medida. Cuando Sof¨ªa hizo en 1995 la exposici¨®n Pela Tolerancia en el bello Palacio das Galveias de Lisboa, m¨¢s bello a¨²n desde que edificaron a su lado la mastod¨®ntica Caixa Geral, Jos¨¦ grab¨® una larga entrevista sobre su obra pict¨®rica. Entr¨® en el lugar, sede de la Biblioteca Municipal de Lisboa, con un recogimiento propio de un lugar sacro. Despu¨¦s nos explic¨® que era all¨ª donde pudo acceder a la lectura de ni?o, tras atravesar la ciudad a pie desde la casa familiar carente de luz el¨¦ctrica y de libros. A pesar de su voluntario y fruct¨ªfero exilio en Lanzarote y de sus ra¨ªces campesinas alentejanas era un aut¨¦ntico alfacinha, un lisboeta de pro.
El a?o pasado ayudamos al Real Instituto de Espa?a en Roma la celebraci¨®n de la primavera de los Nobel. Jos¨¦ felicit¨® a Rita Levi Montalcini por su centenario en un emocionante y tierno encuentro con un sonoro "cuando sea mayor, quiero ser como t¨²".
El mejor homenaje que podemos rendir a la vida y la obra de este gran escritor que tambi¨¦n fue vecino de Madrid ser¨ªa traer por fin la gran exposici¨®n La consistencia de los sue?os, dise?ada con mano maestra por la Fundaci¨®n C¨¦sar Manrique y comprometida hace tiempo tras sus ¨¦xitos en Lisboa y S?o Paulo. Ser¨ªa por fin una muestra de lucidez entre tanta ceguera.
Enrique Bar¨®n Crespo fue presidente del Parlamento Europeo.
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