Justicia y "cachondeo"
Despu¨¦s de una ausencia de algunas semanas uno toma contacto de nuevo con la realidad del pa¨ªs y no deja de quedar algo desorientado y preocupado.
Est¨¢n en la c¨¢rcel F¨¨lix Millet y Jordi Montull. Desde hace meses, casi un a?o, hemos asistido a una constante tensi¨®n entre la opini¨®n p¨²blica y el juez Solaz. La primera pensaba, con raz¨®n, que la c¨¢rcel era el lugar adecuado para dos estafadores confesos que, seg¨²n se va sabiendo, han robado varias decenas de millones de euros al Palau de la M¨²sica. La actuaci¨®n judicial, dif¨ªcil de interpretar sin caer en la teor¨ªa de la presi¨®n exterior, est¨¢ siendo lenta, complaciente e ineficaz, a no ser que el objetivo sea, precisamente, retrasar el proceso y evitar as¨ª el esclarecimiento de los hechos y de todas sus derivaciones. Esta situaci¨®n ha llevado incluso a abrir una v¨ªa parlamentaria de investigaci¨®n, cuya oportunidad habr¨¢ que ver, sobre el destino final de algunos de los fondos canalizados a trav¨¦s del Palau.
?ltimamente, el prestigio de las instituciones judiciales ha ido reduci¨¦ndose progresiva y peligrosamente
La juez De Rosa, no puedo opinar si acertadamente, ha decretado prisi¨®n preventiva para Millet y Montull. Se detecta una satisfacci¨®n general ante ello y una sensaci¨®n de que, por fin, se est¨¢ haciendo justicia. Creo que es una satisfacci¨®n muy comprensible, pero equivocada y peligrosa. Quedarnos satisfechos no deber¨ªa impedir un an¨¢lisis m¨¢s profundo de lo que est¨¢ ocurriendo.
Esta satisfacci¨®n es equivocada porque, aunque estas personas merecen estar en prisi¨®n, es dudoso que los hechos concretos que ahora se juzgan los justifiquen y que las razones alegadas no sean discutibles. Millet y Montull deben estar en la c¨¢rcel seguramente por estafa y robo, pero no por indicios de tr¨¢fico de influencias. Y peligrosa porque el nuevo escenario desv¨ªa totalmente la atenci¨®n del caso Palau -en el que lo importante es saber qui¨¦n ha robado y qui¨¦n se ha beneficiado del robo- para centrarlo en un aspecto concreto de recalificaci¨®n de un solar en el que tal vez aparecer¨¢ alguna irregularidad, pero que tiene una importancia m¨ªnima comparada con el grueso del saqueo. Algo todav¨ªa m¨¢s peligroso, pero muy beneficioso para Millet y Montull, es que este giro pone en la palestra -?y sobre todo en las portadas de los peri¨®dicos!- a pol¨ªticos del Gobierno y de la oposici¨®n, de todos los partidos, que deben aparecer para justificar por qu¨¦ atend¨ªan las llamadas telef¨®nicas de F¨¨lix Millet y por qu¨¦ atend¨ªan o rechazaban sus peticiones.
La transparencia es buena. Que nadie pueda esconder nada es muy bueno. Pero que se confunda, mezcle y ponga juntos a estafadores con pol¨ªticos, acertados o no, pero, en principio, honestos, es lamentable. Es indignante ver el tratamiento que la prensa ha hecho sobre la citaci¨®n de la juez, como testigo, al consejero Castells y la menci¨®n a Xavier Trias, y a¨²n m¨¢s indignante la utilizaci¨®n acusatoria de este hecho por parte del abogado defensor de Montull, que hace una pasada r¨¢pida por la informaci¨®n de los medios, acaba poniendo a todos en el mismo saco, un saco lleno de porquer¨ªa pero que tan solo algunos han contribuido a llenar.
Entre tanto, mirando hacia Madrid, uno sigue encontrando un grupo de jueces, algunos recusados, otros caducados y otros perdidos, que se siguen reuniendo en el TC para decidir si lo que han acordado los ¨®rganos soberanos elegidos por el pueblo de Catalu?a (el Parlament) y por pueblo de Espa?a (el Congreso de Diputados) y refrendado directamente por los ciudadanos catalanes les parece bien o no, con la pretensi¨®n de reinterpretar ellos lo que pactaron hace cuatro a?os ambas soberan¨ªas.
Creo que se equivoc¨® el alcalde de Jerez cuando hace unas d¨¦cadas afirm¨®: "la justicia es un cachondeo", pero estos d¨ªas he pensado que hay que reconocer que ¨²ltimamente el prestigio de las instituciones judiciales ha ido reduci¨¦ndose progresiva y peligrosamente.
La justicia es la clave del Estado democr¨¢tico y, por ello, debe ser independiente y soberana. La independencia y la soberan¨ªa la imponen las leyes, pero el prestigio s¨®lo lo conceden los ciudadanos cuando se lo ganan los jueces. Creo que podr¨ªamos hacer una lista de jueces, en Barcelona, en Madrid, en Valencia, en toda Espa?a, que han hecho poco ¨²ltimamente para mejorarla. Y los ¨®rganos de gobierno propios han actuado m¨¢s como defensores endog¨¢micos de algunos jueces que como veladores de su profesionalidad.
La soberan¨ªa sin prestigio se puede convertir en un peligro para todos.
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