No lugares
Quien pase por primera vez por la T-4 de Barajas puede sentirse en una novela de Stanislaw Lem: inmenso espacio futurista, templo de techos interminables, laber¨ªntica combinaci¨®n de letras y n¨²meros que conducen a infinitas puertas que degluten y escupen sin cesar m¨¢s y m¨¢s pasajeros, ese incesante hormigueo de almas errantes en tr¨¢nsito. Aunque tambi¨¦n es posible que no se sienta en ninguna novela, que sea ya una experiencia habitual, pues al fin y al cabo nada se parece tanto a un gran aeropuerto como otro gran aeropuerto. A m¨ª, en este estado de tr¨¢nsito, sentada a la espera de mi vuelo en alg¨²n lugar entre las puertas R y U, me da por pensar en los no lugares como ¨¦ste.
No lugares: as¨ª los llam¨® el antrop¨®logo Marc Aug¨¦ hace m¨¢s de una d¨¦cada. Y es que esta ¨¦poca nuestra que ¨¦l denomina "sobremodernidad" produce una gran cantidad de no lugares, es decir, de espacios que se alejan de lo que entendemos tradicionalmente por lugares antropol¨®gicos (espacios de identidad, relacionales e hist¨®ricos). Son todas esas v¨ªas de tr¨¢nsito como los aeropuertos, las estaciones ferroviarias, las autopistas, los propios medios de transporte (aviones, trenes, autom¨®viles), as¨ª como los supermercados, los centros comerciales, las grandes cadenas hoteleras... Y como bien sabe el que ha viajado un poco, son en todas partes b¨¢sicamente iguales. Un centro comercial de una ciudad ecuatoriana es id¨¦ntico a otro espa?ol, las mismas marcas, la misma est¨¦tica, pr¨¢cticamente los mismos precios. Podr¨ªa estar en cualquier lugar del mundo, precisamente porque es un no lugar.
Espacios sin marcas de identidad locales, sin historia: en ellos los individuos se convierten en personas an¨®nimas, desvinculadas. De modo que por no lugar, sostiene Aug¨¦, no entendemos s¨®lo los espacios constituidos con relaci¨®n a ciertos fines (transporte, comercio, ocio), sino tambi¨¦n la relaci¨®n que los individuos mantienen con esos espacios. Su proliferaci¨®n en los ¨²ltimos tiempos impone a las personas "experiencias y pruebas muy nuevas de soledad", un mundo ligado "a la individualidad solitaria, a lo provisional y a lo ef¨ªmero, al pasaje".
Llega la hora. Soy una pasajera an¨®nima y solitaria, como quiere Aug¨¦, que muestra su pasaporte y su tarjeta de embarque. Penetro en un gran cilindro de metal que, misteriosamente, consigue mantener el equilibrio y avanzar entre ej¨¦rcitos de nubes. Otro no lugar. Es extra?o estar a tantos pies de altura sobrevolando el oc¨¦ano. Flotando sobre la nada. Y ah¨ª, de pronto, en ese espacio sin identidad ni historia, en medio de la oscuridad somnolienta del avi¨®n, el pasajero del asiento de al lado me relata su vida. Me confiesa cosas que seguramente s¨®lo en un no lugar como este, con este fondo -c¨¢lido, por qu¨¦ no- de anonimato se atrever¨ªa a contar. Dos almas en tr¨¢nsito conversando en ninguna parte. Aterrizamos, nos despedimos. Los lugares nos esperan.
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