Obama defenestra al jefe militar en Afganist¨¢n
El presidente de EE UU deja patente que el poder militar est¨¢ subordinado al civil
Con la pausa dram¨¢tica que se ha hecho caracter¨ªstica de sus m¨¢s trascendentales decisiones, Barack Obama anunci¨® ayer la destituci¨®n de su m¨¢s c¨¦lebre general, Stanley McChrystal, y su sustituci¨®n por el m¨¢s reputado, el general David Petraeus. De esta manera, el presidente norteamericano ataja un aut¨¦ntico caso de insubordinaci¨®n en la c¨²spide militar y pone la guerra de Afganist¨¢n en manos del hombre que gan¨® la de Irak.
"Ha sido una decisi¨®n dif¨ªcil, triste, que lamento, pero la decisi¨®n correcta en beneficio de nuestro Ej¨¦rcito y nuestro pa¨ªs", declar¨® el presidente en una comparecencia desde el jard¨ªn de la Casa Blanca, escoltado por el vicepresidente, Joe Biden, el secretario de Defensa, Robert Gates, el jefe del Estado Mayor, almirante Mike Mullen y el mismo Petraeus, a quien su naci¨®n reclama ahora el sacrificio extraordinario de retomar el traje de fatigas para dirigir una misi¨®n que muchos creen imposible.
"Ha incumplido el principio del control del Ej¨¦rcito por el poder civil"
Solo Petraeus, el art¨ªfice del triunfo en Irak, pod¨ªa reemplazarle
Es un movimiento sorprendente que culmina 24 horas de tensi¨®n que han devuelto a Washington la atm¨®sfera de las grandes crisis, de momentos hist¨®ricos como la destituci¨®n del general Douglas MacArthur a manos del presidente Harry Truman por hechos mucho m¨¢s graves pero igualmente decisivos en el campo de batalla, en aquel caso Corea, ahora Afganist¨¢n.
McChrystal ha sido relevado del mando de las tropas de la OTAN en Afganist¨¢n por un perfil publicado en una revista musical en la que no se recog¨ªan sus palabras literales pero s¨ª su tono de desprecio, de burla y desconsideraci¨®n hacia su comandante en jefe y los mandos civiles a los que est¨¢ constitucionalmente sometido. Por mucho que sus medallas lo defendieran y que su desempe?o sobre el terreno lo hiciera parecer irremplazable, por mucho que el Gobierno de Afganist¨¢n pidiera su continuidad, que el Ej¨¦rcito de Pakist¨¢n abogara por ¨¦l, por mucho que la OTAN sintiera una sensaci¨®n de v¨¦rtigo ante su relevo, la cabeza de McChrystal ha acabado rodando cort¨¦s pero irremisiblemente.
Obama quiso comunic¨¢rselo en persona y consigui¨®, por deferencia a su brillante hoja de servicios, que no trascendiera ni una sola pista sobre su decisi¨®n hasta que McChrystal la conoci¨® primero, poco antes de las diez de la ma?ana (cuatro de la tarde, hora peninsular espa?ola) sentado cara a cara con el presidente en el Despacho Oval.
Menos de media hora despu¨¦s, el general volv¨ªa a subirse a la camioneta que le esperaba en la avenida Pensilvania para conducirlo hacia un final sin gloria. No puede haber peor conclusi¨®n para una carrera militar: despose¨ªdo del mando en medio de su misi¨®n y por una grave violaci¨®n de los c¨®digos de conducta castrenses. "McChrystal no ha respetado los preceptos que se le suponen a un mando militar, su conducta ha incumplido el principio del control del Ej¨¦rcito por parte del poder civil, que es una de las esencias de nuestro sistema democr¨¢tico", record¨® Obama.
Habr¨¢ algunos que no compartan la gravedad del suceso, que crean que algunas citas indirectas aparecidas en una revista no merecen arruinar de esta manera el expediente de un soldado que particip¨® en operaciones tan relevantes como la captura de Sadam Husein. Pero Obama ha decidido que su autoridad estaba a prueba en este episodio y ha preferido imponerla.
No se trata de una decisi¨®n exenta de riesgos para ¨¦l. Al destituir a McChrystal, Obama represalia al hombre que desarrollaba la nueva estrategia que su Administraci¨®n puso en marcha en Afganist¨¢n, a un general a quien le hab¨ªa concedido 30.000 soldados m¨¢s para atacar de frente a los talibanes, a un hombre extrovertido y locuaz que se hab¨ªa ganado las simpat¨ªas de sus hombres y de los periodistas que cubren el conflicto. Castiga, en resumen, a un militar capaz y popular, como todos los que, de una forma u otra, han dejado su huella en la historia norteamericana, desde Patton al propio Petraeus.
Solo una figura del peso del h¨¦roe de Irak pod¨ªa llenar el vac¨ªo de un personaje como McChrystal. Petraeus, actualmente jefe del comando regional que cubre todo el Pr¨®ximo y Medio Oriente, era formalmente el jefe de McChrystal, aunque a un general que manda 100.000 soldados sobre cuya vida o muerte tiene que decidir cada d¨ªa, como se ha comprobado, no hay quien le mande.
McChrystal fue siempre un lobo solitario, un militar de pocas concesiones con la jerarqu¨ªa. Ni era un hombre de Petraeus ni mucho menos un amigo de Gates, quien incluso tuvo la precauci¨®n, cuando McChrystal fue nombrado hace un a?o, de colocarle como segundo a David Rodr¨ªguez, un oficial de la plena confianza del secretario de Defensa. Se ha mencionado ahora el nombre de Rodr¨ªguez entre los posibles comandantes en Afganist¨¢n. Pero Obama necesitaba un militar de m¨¢s renombre en esa causa, aun a riesgo de engendrar otro monstruo.
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