La tomadura de pelo del yuan
La semana pasada, China anunci¨® un cambio en su pol¨ªtica monetaria, una jugada claramente destinada a quitarse de encima la presi¨®n de Estados Unidos y otros pa¨ªses en la cumbre del G-20 de este fin de semana. Desafortunadamente, la nueva pol¨ªtica no hace frente al problema real, que es que China ha estado fomentando sus exportaciones a costa del resto del mundo.
De hecho, lejos de suponer un paso en la direcci¨®n correcta, el comunicado chino fue un acto de mala fe, un intento de aprovecharse de la moderaci¨®n de EE UU. Para rebajar el tono de las discusiones, la Administraci¨®n de Obama ha empleado un lenguaje diplom¨¢tico en sus esfuerzos por persuadir al Gobierno chino de que ponga fin a su mal comportamiento. Los chinos han captado el estilo del lenguaje de EE UU y se han aferrado a ¨¦l para evitar llegar hasta el fondo de las quejas estadounidenses. En resumen, est¨¢n jugando.
El comunicado chino fue un acto de mala fe, para aprovecharse de la moderaci¨®n de EE UU
Si China se niega a imponer un cambio de verdad, habr¨¢ que hablar de sanciones comerciales
Para comprender lo que est¨¢ pasando, hay que remontarse a los or¨ªgenes de la situaci¨®n. La pol¨ªtica china sobre los tipos de cambio no es complicada o algo sin precedentes, excepto por su tremenda escala. Es un ejemplo t¨ªpico de un Gobierno que mantiene artificialmente bajo el valor en moneda extranjera de su dinero vendiendo su propia moneda y comprando divisas extranjeras. Esta pol¨ªtica es especialmente efectiva en el caso de China porque hay restricciones legales al movimiento de fondos tanto de entrada como de salida del pa¨ªs, lo que permite que la intervenci¨®n gubernamental domine el mercado monetario.
Y la prueba de que China est¨¢ efectivamente manteniendo el valor de su moneda, el yuan, artificialmente bajo es precisamente el hecho de que el banco central est¨¦ acumulando tantos d¨®lares, euros y otros activos extranjeros (m¨¢s de dos billones hasta ahora). Ha habido todo tipo de c¨¢lculos que pretenden demostrar que el yuan no est¨¢ realmente infravalorado, o al menos no demasiado. Pero si el yuan no est¨¢ tremendamente subvalorado, ?por qu¨¦ ha tenido China que comprar diariamente alrededor de 1.000 millones de d¨®lares en moneda extranjera para impedir que el yuan subiera?
El efecto de esta devaluaci¨®n monetaria es doble: hace que los productos chinos resulten artificialmente baratos para los extranjeros, a la vez que hace que los productos extranjeros sean artificialmente caros para los chinos. Es decir, es como si China estuviese simult¨¢neamente subvencionando sus exportaciones e imponiendo un arancel proteccionista a sus importaciones.
Esta pol¨ªtica es muy perjudicial en un momento en que gran parte de la econom¨ªa mundial sigue profundamente deprimida. En tiempos normales, se podr¨ªa argumentar que la compra de bonos estadounidenses por parte de China, aunque distorsiona los intercambios comerciales, al menos nos est¨¢ proporcionando cr¨¦dito barato, y se podr¨ªa alegar que China no tiene la culpa de que usemos ese cr¨¦dito para hinchar una gigantesca y destructiva burbuja inmobiliaria. Pero ahora mismo estamos anegados en cr¨¦dito barato; lo que nos falta es una demanda suficiente de bienes y servicios que genere los puestos de trabajo que necesitamos. Y China, al mantener un super¨¢vit comercial artificial, est¨¢ agravando ese problema.
Esto, por cierto, no significa que China se est¨¦ beneficiando de su pol¨ªtica monetaria. Un yuan devaluado es bueno para las empresas exportadoras pol¨ªticamente influyentes. Pero estas empresas acumulan dinero en lugar de hacer que los beneficios reviertan en sus trabajadores, y de ah¨ª la reciente oleada de huelgas. Mientras tanto, la debilidad del yuan genera presiones inflacionistas y desv¨ªa una parte enorme de los ingresos nacionales de China hacia la compra de activos extranjeros con una rentabilidad muy baja.
?Y c¨®mo encaja en todo esto el comunicado de la semana pasada sobre la pol¨ªtica monetaria? Pues bien, China ha permitido que el yuan suba (pero muy poco). El jueves, la moneda solo estaba medio punto porcentual por encima de su nivel habitual antes del comunicado. Y todo indica que observar los futuros movimientos del yuan ser¨¢ algo parecido a mirar c¨®mo se seca la pintura: las autoridades chinas siguen haciendo declaraciones en las que niegan que una subida de su moneda pueda contribuir en algo a reducir los desequilibrios comerciales, y los precios en el mercado a plazo, en el que los agentes acuerdan intercambiar moneda en diversos momentos futuros, indican una subida del yuan cercana al 2% para finales de este a?o. Esto es, en esencia, una broma.
Lo que los chinos afirman que han hecho para aumentar la "flexibilidad" de su tipo de cambio es hacer que fluct¨²e m¨¢s de un d¨ªa para otro que en el pasado, unas veces hacia arriba y otras, hacia abajo.
Ni que decir tiene que los responsables pol¨ªticos chinos saben perfectamente que, aunque es cierto que las autoridades estadounidenses han pedido una mayor flexibilidad monetaria, esto solo era un eufemismo diplom¨¢tico para referirse a lo que Estados Unidos, y el mundo, quieren (y tienen derecho a exigir): un yuan mucho m¨¢s fuerte. Hacer que la moneda oscile ligeramente hacia arriba o hacia abajo no representa ninguna diferencia en cuanto a los fundamentos econ¨®micos.
Entonces, ?qu¨¦ va a pasar ahora? Est¨¢ claro que el Gobierno chino trata de tomarnos el pelo a todos los dem¨¢s, y est¨¢ aplazando su intervenci¨®n hasta que surja algo (es dif¨ªcil decir qu¨¦).
Eso no es aceptable. China tiene que dejar de darnos largas e imponer un cambio de verdad. Y si se niega a hacerlo, habr¨¢ llegado la hora de hablar de sanciones comerciales.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa 2008. ? 2010 New York Times News Service. Traducci¨®n de News Clips.
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