Delicias de Estambul
Los puestos de kebab, los mosaicos de San Salvador en Chora y el Bazar de las Especias
En los dos extremos del puente Nuevo de G¨¢lata, que enlaza ambas riberas del Cuerno de Oro antes de que este desemboque en el B¨®sforo, un numeroso grupo de pescadores de ca?a, con sedales de varios anzuelos, captura sin cesar peque?os chicharros y algunos m¨²joles de tama?o respetable. Si a usted le dan envidia, all¨ª mismo puede alquilar una ca?a y dedicarse a esa actividad, en este caso inmediatamente productiva, porque muchos de estos peces se ofrecen en el mercado de pescado, al lado norte del mismo puente. En el otro lado est¨¢ Emin?n¨¹, con los embarcaderos para el tr¨¢fico cotidiano y los recorridos tur¨ªsticos del propio Cuerno de Oro y del B¨®sforo.
El puente Nuevo de G¨¢lata une las dos zonas m¨¢s visitadas de la ciudad: en una orilla, la colina de Beyoglu con la Torre de G¨¢lata, vestigio de la presencia genovesa en el siglo XIV, y el funicular que nos permite ascender a Pera y recorrer un bullicioso mundo de comercios y restaurantes; en la otra, el primer asentamiento de la urbe que fue sucesivamente Bizancio y Constantinopla.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Oficina de turismo de Turqu¨ªa en Madrid (www.turismodeturquia.com; 915 59 70 14).
? Museo Arqueol¨®gico de Estambul
(00 90 212 527 27 00; www.istanbularkeoloji.gov.tr).
En la parte de Beyoglu, la "zona europea", se encuentran las embajadas, el Instituto Cervantes -todo hay que decirlo- y la famosa calle de Istiklal, que desemboca en la plaza de Taksim. No me atrevo a repetir exactamente la cantidad de gente que, seg¨²n afirman, recorre esa calle cada d¨ªa: imaginemos varios cientos de miles de personas, en una zona rodeada de tiendas, restaurantes, tabernas, un antiguo hamman e innumerables lugares de entretenimiento.
En la otra parte est¨¢ el asentamiento romano -todav¨ªa quedan huellas del hip¨®dromo, con sus obeliscos, junto a la Mezquita Azul- y las trazas de la antigua Constantinopla, con la bas¨ªlica de Santa Sof¨ªa como pieza fundamental de un conjunto admirable.
Qu¨¦ se puede decir a estas alturas de Santa Sof¨ªa: seg¨²n los cronistas, ya Justiniano I, cuando en el a?o 537 penetr¨® en el templo para inaugurarlo, exclam¨®: "?Salom¨®n, te he superado!". Santa Sof¨ªa es uno de los monumentos m¨¢s asombrosos del mundo por su grandeza, la sabidur¨ªa t¨¦cnica con que est¨¢ construido y la belleza de sus proporciones. Es una l¨¢stima que los iconoclastas, en el siglo VIII, destruyesen la inmensa mayor¨ªa de sus mosaicos, pero los que quedan dan idea suficiente de lo que debi¨® de ser su deslumbrante interior. Los iconoclastas no llegaron, sin embargo, a otro de los lugares que ning¨²n visitante de Estambul debe dejar de conocer, la antigua iglesia de San Salvador en Chora (Kariye Camii), con una riqu¨ªsima colecci¨®n de mosaicos y frescos que relatan la vida de Cristo y de la Virgen.
Pero hablaba de Santa Sof¨ªa: muy cerca est¨¢ la Mezquita Azul, de gran belleza exterior e interior, aunque los cuatro enormes y evidentes pilares que sostienen la c¨²pula nos indican que la sabia osad¨ªa de los arquitectos de Santa Sof¨ªa -Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto- no fue alcanzada por sus imitadores otomanos, entre los que destaca Mimar Sinan, que construy¨® la mezquita de Suleim¨¢n el Magn¨ªfico, erigida en otra de las colinas de la ciudad.
Muy cerca de Santa Sof¨ªa est¨¢ el legendario palacio de Topkapi, con su har¨¦n y sus colecciones. Patios, terrazas, estanques, jardines, edificios esplendorosos donde los ba?os ya contaban antes del siglo XIX con grifos de agua fr¨ªa y caliente, colecciones de armas y joyas dignas de Las mil y una noches... En el propio recinto del palacio de Topkapi est¨¢ el Museo Arqueol¨®gico, donde el visitante tiene clara conciencia de encontrarse en un espacio geogr¨¢fico y cultural fuertemente impregnado de se?ales del mundo cl¨¢sico y de la Europa naciente, sin perjuicio del Oriente cercano, y donde puede tambi¨¦n constatar la magnificencia de los sultanes, coleccionistas tanto de joyas de valor incalculable como de la necr¨®polis de Sid¨®n, un conjunto de enormes sarc¨®fagos cl¨¢sicos, entre ellos el muy bello, aunque ap¨®crifo, de Alejandro Magno. En el mismo museo se encuentra el palacio de los Azulejos, arm¨®nico recinto donde en gran parte de la decoraci¨®n permanece el oro incrustado originariamente.
El suministro de agua de la antigua Constantinopla estaba garantizado mediante numerosos acueductos y cisternas. Accesible al visitante desde la zona de Topkapi y Santa Sof¨ªa est¨¢ el acueducto de Valencio (hoy Bozdogan), edificado en el a?o 368. El agua de los acueductos iba a depositarse en 31 cisternas, muchas subterr¨¢neas y algunas todav¨ªa en funcionamiento. La m¨¢s espectacular es la de Yerebatan, en la plaza de Sultanahmet, cerca de Santa Sof¨ªa. Construida por el emperador Justiniano I ampliando otra de Constantino, ocupa un ¨¢rea de alrededor de diez mil metros cuadrados, y su techumbre de sucesivas b¨®vedas de ladrillo est¨¢ sostenida por 336 columnas gigantescas -de ocho metros de altura-, bastantes con capiteles j¨®nicos y corintios, algunas marcadas con signos extra?os o que tienen como basas, en dos casos, enormes cabezas de Medusa. La sensaci¨®n on¨ªrica que infunde el lugar aumenta cuando vemos en la penumbra las enormes carpas que se mueven en el agua, que ahora ocupa una parte m¨ªnima de la capacidad de la cisterna.
Cuatro mil tiendas
En este mismo barrio, abundante tambi¨¦n en restaurantes y caf¨¦s, hay otros dos lugares que no pueden dejar de visitarse: el Gran Bazar y el Bazar de las Especias. El primero, m¨¢s de cuatro mil tiendas distribuidas en 65 galer¨ªas, fue construido por el conquistador de Constantinopla, Mehmet II. Es, por tanto, un edificio del siglo XV, de muy hermosas proporciones y muy bien trazado. All¨ª el visitante puede encontrar de todo. Estamos en un tipo de establecimiento que, con indudable aire de medina bien ordenada, fue sin duda precedente de las galer¨ªas europeas, desde las milanesas de Vittorio Emanuele hasta las parisienses o bruselesas.
En el Bazar de las Especias ya no hay solamente especias, y desde su interior podemos acceder a la mezquita de Rusten Pasa, construida por Sinan, no muy grande, pero de muy hermosa traza. En el alicatado de esta mezquita se repite a menudo la figura del tulip¨¢n, y hay que decir que esa flor, hoy holandesa, procede de Turqu¨ªa, y que es tan turca que hasta da forma al escudo nacional...
En el siglo XIX, los sultanes otomanos comenzaron a conocer Europa, les pareci¨® que el palacio de Topkapi no estaba a la altura de su categor¨ªa, y a partir de 1853 construyeron nuevas residencias. La m¨¢s famosa es el palacio de Dolmaba?e, donde se entrelaza la influencia barroca con la propia identidad, y donde se conserva el lecho en que, en 1938, muri¨® Mustaf¨¢ Kemal, "padre de Turqu¨ªa", con el reloj detenido a las 9.10, momento del ¨®bito. Este y otros palacios del mismo porte suntuoso pueden ser contemplados en un paseo mar¨ªtimo por el B¨®sforo que el visitante no debe perderse, pues podr¨¢ descubrir tambi¨¦n esos edificios civiles otomanos de muros entablados que, a trav¨¦s de inescrutables influencias, llegaron a dar personalidad no s¨®lo a Estambul, sino a la Georgia rusa y a la Nueva Inglaterra.
Cuando termine el correspondiente recorrido, el visitante debe comer alguna de las ensaladas aut¨®ctonas, kebab, y de postre, unos pastelillos de baklava bien regados de miel. Pruebe usted el ayran, sabrosa bebida ayogurtada. T¨®mese despu¨¦s un caf¨¦ turco o un t¨¦ de manzana. Y piense que si Estambul, con su fascinante belleza, su bullicioso vigor y sus preciosos gatos callejeros, perteneciese a la Europa comunitaria, la peligrosa ca¨ªda de Constantinopla habr¨ªa quedado por fin subsanada.
Jos¨¦ Mar¨ªa Merino es acad¨¦mico y autor de la novela La glorieta de los fugitivos, premio Salamb¨® 2007.
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