La soledad de Obama
Estados Unidos quer¨ªa una apuesta m¨¢s firme por los est¨ªmulos econ¨®micos
Todos los Gobiernos de las mayores econom¨ªas del mundo son actualmente conservadores, excepto el de Estados Unidos. Es discutible si eso ha influido o no en el desarrollo de esta cumbre del G-20, pero lo que s¨ª es cierto es que el presidente norteamericano, Barack Obama, ha sido en Toronto el m¨¢s solo y, econ¨®micamente, el m¨¢s audaz. Solo alg¨²n dirigente entre el bloque de naciones emergentes le ha seguido convincentemente en su preocupaci¨®n por las consecuencias de un frenazo brusco de las pol¨ªticas de est¨ªmulo.
En su conferencia de prensa, antes de abandonar esta ciudad canadiense, reconoci¨® su posici¨®n en un tono de obligada esperanza: "Podemos acercar nuestras diferencias, podemos coordinar nuestras posiciones y podemos mantener nuestro esfuerzo por un crecimiento duradero que permita volver a crear empleos y extender la prosperidad por el mundo".
Los europeos creen que la crisis naci¨® en la econom¨ªa estadounidense
El acuerdo alcanzado para reducir a la mitad los d¨¦ficits fiscales en el plazo de tres a?os, aunque respaldado por Estados Unidos, no era el objetivo prioritario de Obama. "Tenemos que demostrar un compromiso para reducir los d¨¦ficits a largo plazo, pero no al precio del crecimiento a corto plazo. Sin crecimiento ahora, los d¨¦ficits aumentar¨¢n y pondr¨¢n en riesgo el crecimiento futuro", escrib¨ªan esta semana en un art¨ªculo en The Wall Street Journal los dos principales dise?adores de la pol¨ªtica econ¨®mica en Washington, el secretario del Tesoro, Tim Geithner, y el presidente del Consejo de Asesores Econ¨®micos, Lawrence Summers.
Estados Unidos quer¨ªa una apuesta m¨¢s firme por el est¨ªmulo al crecimiento del que se ha visto en esta cumbre y quer¨ªa una actuaci¨®n m¨¢s contundente y coordinada en los mercados financieros de lo que se ha conseguido. El comunicado final alude a esos aspectos, pero es m¨¢s resolutivo en la intervenci¨®n contra el d¨¦ficit y la deuda.
Capitaneados por Alemania, los pa¨ªses europeos, los de primera y los de segunda l¨ªnea, han hecho pi?a, voluntaria u obligadamente, en torno a la prioridad de poner orden en las finanzas p¨²blicas. Pese a sus "relaciones especiales" con Estados Unidos, el Reino Unido no ha sido una excepci¨®n.
A pesar de la calidez demostrada en su primer encuentro con Obama desde que lleg¨® a Downing Street, David Cameron, que ha puesto en marcha su propio plan de duro ajuste, le dej¨® claro a su interlocutor su discrepancia actual en materia de deuda y gasto p¨²blico. Para hacerlo con humor, Cameron agradeci¨® a Obama que le trajera hasta Toronto el s¨¢bado a bordo del helic¨®ptero presidencial norteamericano porque, como le dijo, el Gobierno brit¨¢nico ya no puede permitirse un lujo as¨ª.
Otro gran aliado, el Gobierno canadiense, tambi¨¦n conservador, no ha acompa?ado tampoco a Obama en sus principales propuestas. Su primer ministro, Stephen Harper, fue quien personalmente hizo la propuesta para reducir el d¨¦ficit y quien actu¨® m¨¢s decididamente en contra de un acuerdo para la tasaci¨®n a los bancos, otra medida del gusto de Washington, aunque, en este caso, compartida por los europeos.
Pese a esta soledad, Obama no sale de Toronto derrotado. Al margen de las decisiones coyunturales, su imagen puede verse incluso reforzada como una referencia consistente de una distinta soluci¨®n econ¨®mica. "En Estados Unidos estamos comprometidos a liderar con el ejemplo", declar¨® ayer.
La crisis econ¨®mica se extendi¨® hace dos a?os por el colapso del Wall Street y Obama lleg¨® a Toronto precedido de un acuerdo del Congreso que representa una hist¨®rica reforma de Wall Street: nuevas agencias y poderes reguladores, una fuerte limitaci¨®n a las actividades de riesgo de los bancos y el control, por primera vez, del mercado de derivados.
Es un fuerte argumento para reclamar ahora a otros pa¨ªses medidas similares. Los europeos, que entienden que la crisis fue provocada por Estados Unidos y que sus bancos no deben de pagar por las culpas cometidas por el sector financiero de ese pa¨ªs, se niegan a aceptar que sus entidades, cuando menos, apostaron en el mismo casino.
Adem¨¢s, su plan de impulso y su reforma financiera, instrumentos imprescindibles para abordar la crisis de entonces, le dan a Obama autoridad para reclamar firmeza frente a la crisis de ahora. "Las cicatrices de la crisis siguen entre nosotros", advirti¨® Geithner. Es Europa la que esta vez queda en deuda con Obama y con la responsabilidad principal de impedir que la econom¨ªa mundial regrese a la recesi¨®n.
La resistencia encontrada en Toronto coincide con la presi¨®n que Obama siente en casa, donde la oposici¨®n y parte de su propio partido exigen al presidente mayor preocupaci¨®n por la deuda y el d¨¦ficit. Pocos d¨ªas antes de su victoria sobre la reforma financiera, el Senado propin¨® al presidente una seria derrota al negarle la aprobaci¨®n de una extensi¨®n de las ayudas a los desempleados que ten¨ªa la voluntad de ser un est¨ªmulo al crecimiento.
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