Obama firma la reforma financiera como reivindicaci¨®n de su pol¨ªtica econ¨®mica
El presidente afirma que la ley "representa la mayor protecci¨®n de la historia a los consumidores"
Barack Obama ha convertido la solemne ceremonia de firma de la ley de reforma financiera -hist¨®rica por su dimensi¨®n y por su significado- en un acto de reivindicaci¨®n de su pol¨ªtica econ¨®mica, discutida por los expertos, incomprendida por la opini¨®n p¨²blica y abiertamente rechazada por la clase empresarial.
Para esta gran oportunidad se invit¨® a una extensa representaci¨®n del Congreso y del mundo econ¨®mico -desde las v¨ªctimas de la especulaci¨®n a los banqueros que crearon el desastre de 2008- y se escogi¨®, parad¨®jicamente, el gigantesco edificio Ronald Reagan de Washington. All¨ª donde se recuerda el nombre del presidente que identific¨® al Estado como el principal obst¨¢culo para el desarrollo y procedi¨® a una masiva desregulaci¨®n, Obama ha convertido en ley la m¨¢s invasiva intervenci¨®n del Gobierno en Wall Street en 70 a?os.
"Los reguladores solo tendr¨¢n una misi¨®n: proteger a los ciudadanos, no a los grandes bancos, no a los prestamistas, no a las firmas de inversi¨®n"
Es una ley que no solo constituye una gran victoria pol¨ªtica de Obama, sino que ejemplifica perfectamente su pensamiento econ¨®mico. "Esta reforma representa la mayor protecci¨®n de la historia a los consumidores de productos financieros", ha dicho el presidente en el acto. "Los reguladores", ha a?adido, "solo tendr¨¢n una misi¨®n: proteger a los ciudadanos, no a los grandes bancos, no a los prestamistas, no a las firmas de inversi¨®n. El pueblo americano nunca m¨¢s tendr¨¢ que pagar la factura por los errores de Wall Street".
La ley, entre otras medidas, recorta considerablemente la capacidad de los bancos de hacer inversiones de riesgo, otorga mayores poderes a las autoridades para actuar en una entidad financiera a fin de prevenir su colapso, impone mayores controles sobre los cr¨¦ditos hipotecarios y reduce el margen que las empresas ten¨ªan hasta ahora para imponer tasas en las tarjetas de cr¨¦dito. Es el manifiesto de un presidente y de un equipo econ¨®mico que conf¨ªan en los recursos del Gobierno para crear las condiciones que eviten una repetici¨®n de la crisis que el sistema financiero, por s¨ª solo, fue incapaz de resolver hace dos a?os. Es, en definitiva, el manifiesto de un pol¨ªtico que cree en el papel del Estado.
Sus principales decisiones desde que lleg¨® a la Casa Blanca confirman esa visi¨®n: un plan de est¨ªmulo econ¨®mico de 800.000 millones de d¨®lares, una reforma sanitaria que crea una nueva y enorme burocracia p¨²blica para proteger a los pacientes y, ahora, esta reforma financiera. Eso, sin contar, con la intervenci¨®n en las empresas automovil¨ªsticas -antes al borde de la quiebra, ahora en beneficios- y con el proyecto de reforma energ¨¦tica que ahora mismo se debate en el Congreso y que abrir¨¢ otro extenso campo para la actuaci¨®n p¨²blica.
Todo eso le ha merecido el aplauso de los economistas de izquierdas -Paul Krugman le dec¨ªa el pasado fin de semana que haga o¨ªdos sordos a las cr¨ªticas-, pero no el reconocimiento general. Un 56% de los norteamericanos, seg¨²n una encuesta hecha p¨²blica por la universidad de Quinnipiac, desaprueba la gesti¨®n econ¨®mica de Obama mientras que solo un 39% la apoya.
La explicaci¨®n a esas cifras seguramente est¨¢ m¨¢s vinculada a la timidez del ritmo de crecimiento y de la creaci¨®n de empleo que al debate sobre el modelo econ¨®mico. Pero lo cierto es que todos esos logros legislativos no han servido, en parte porque sus efectos no son de repercusi¨®n inmediata, para fortalecer su figura frente a quienes s¨ª se le han puesto enfrente como verdaderos rivales: los empresarios.
Obama "est¨¢ llevando a cabo un programa que est¨¢ enterrando a los negocios de Estados Unidos en una nueva generaci¨®n de regulaciones y que est¨¢ creando m¨¢s incertidumbre para los empresarios, lo que significar¨¢ m¨¢s destrucci¨®n de empleo", declar¨® el presidente de la C¨¢mara de Comercio, Tom Donahue, en una conferencia celebrada a principios de este mes que fue, probablemente, el mayor acto de condena al presidente que se ha visto en esta ciudad desde su llegada al poder. Ivan Seidenberg, el presidente de la compa?¨ªa Verizon y de Business Roundtable, una importante asociaci¨®n de empresarios, insisti¨® la pasada semana en que la pol¨ªtica de la Administraci¨®n "est¨¢ creando un clima crecientemente hostil para la inversi¨®n y la creaci¨®n de empleo".
El Gobierno se defiende con el argumento de que lo ¨²nico que ha hecho hasta ahora ha sido, en realidad, reparar los da?os causados por una Administraci¨®n conservadora y antirreguladora. "Queremos seguir trabajando estrechamente con las empresas, pero trabajar estrechamente no significa que tengamos que desentendernos de las medidas correctoras que son necesarias", ha declarado el principal asesor pol¨ªtico del presidente, David Axelrod.
Esas medidas tienen un claro norte: el crecimiento econ¨®mico. La oposici¨®n republicana y una parte de la opini¨®n p¨²blica presionan a favor de reducir el d¨¦ficit presupuestario federal por encima de cualquier otro objetivo. Pero la Casa Blanca sigue creyendo necesaria la apuesta por el est¨ªmulo puesto que, al ritmo actual, la econom¨ªa se ve impotente para crear empleos en la proporci¨®n necesaria. Esta misma semana el Senado ha aprobado una iniciativa del presidente para extender las ayudas a los desempleados -otra forma de est¨ªmulo, en realidad- y est¨¢n en discusi¨®n otras propuestas en esa misma direcci¨®n.
Un grupo de destacados economistas, entre ellos Joseph Stiglitz, Robert Reich y Laura Tyson, firmaron el lunes una declaraci¨®n animando al presidente a continuar por esa v¨ªa ya que, a su juicio, el declive en la demanda y la p¨¦rdida de confianza del consumidor son de tal dimensi¨®n que no pueden compensarse solo con actuaciones monetarias.
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