Minutos de 120 segundos, citas perdidas y mucho calor humano
Los viajeros pasan la huelga estoicamente, m¨¢s preocupados por el paro de hoy
Ol¨ªa a cruas¨¢n a la entrada de la cochera de Cuatro Caminos, un aparcamiento de trenes de Metro. Eran las seis de la ma?ana. Media docena de empleados del suburbano hac¨ªan un piquete ("informativo", advert¨ªan). Los acompa?aba una furgoneta de la polic¨ªa con varios agentes antidisturbios perezosos, mirando al reloj para irse de aquel lugar tan pac¨ªfico. Iba a ser un d¨ªa tranquilo. Tranquilo pero inc¨®modo: sobre todo para los viajeros del metro. "Aqu¨ª est¨¢ pasando algo raro, estos minutos son muy largos", dec¨ªa ?scar Garc¨ªa, 27 a?os, mientras miraba el reloj del and¨¦n y luego el suyo, para comprobar que los minutos del r¨®tulo duraban m¨¢s de lo normal, resignado a llegar media hora tarde al trabajo. Los retrasos de los trenes, de cinco a 12 minutos en hora punta, no crearon problemas notables. Alg¨²n pasajero desprevenido se cogi¨® los dedos con la hora y hubo aglomeraciones.
La huelga apret¨® m¨¢s por momentos: se atestaban los vagones, quedaban pasajeros en los andenes, las esperas se alargaban el triple de lo normal. Pero, en general, el 50% de servicios m¨ªnimos bast¨® para que la gente se arreglase. Todo el mundo sab¨ªa lo que tocaba ayer y nadie dramatizaba por el paro.
"Llego tard¨ªsimo, imag¨ªnate, he esperado en cada trasbordo unos ocho minutos", contaba Mart¨ªn Brotons, un viajero, en la estaci¨®n de Pr¨ªncipe P¨ªo, chequeando el reloj y con una reserva de sorna contra los problemas: "Pero no me digas que no es la excusa perfecta para llegar tarde al curro...".
Durante las horas punta (nueve de la ma?ana, dos y seis de la tarde) los trenes pasaban con una frecuencia entre 5 y 12 minutos, dependiendo de la estaci¨®n, no parec¨ªa que hubiera reglas fijas en la distribuci¨®n de los servicios m¨ªnimos. Un ejemplo il¨®gico: estaci¨®n de M¨¦ndez ?lvaro, dos de la tarde; pasan 17 minutos hasta que llega un tren, escupe al and¨¦n un mont¨®n de pasajeros y acoge a otra legi¨®n de viajeros, todos bien apretados. Y en los cinco minutos siguientes, sin raz¨®n aparente, pasan uno detr¨¢s de otro dos trenes poco cargados.
Fuera de las horas punta, la espera era corta, de unos seis minutos, tranquila, sin aglomeraciones, casi como un d¨ªa cualquiera, solo una pizca de espera m¨¢s. "?Solo seis minutos! ?Pero qu¨¦ huelga es esta?", bromeaba una chica en un and¨¦n despoblado de Avenida de Am¨¦rica.
Los r¨®tulos que marcan los tiempos de espera fueron un objeto de inter¨¦s entre los pasajeros, aunque daba unas referencias m¨¢s bien relativas: seis minutos eran 10, ocho eran 13 y, ojo, siete pod¨ªan ser cuatro. Jes¨²s Pe?a, de 27 a?os, comprob¨® sobre las tres de la tarde la extra?a naturaleza del tiempo del metro: "Cuando llegu¨¦ al and¨¦n pon¨ªa que quedaban siete minutos, luego se apag¨® la pantalla y despu¨¦s de un rato tres minutos pon¨ªa... Entre todo pasaron por lo menos 15 minutos", calcula.
La huelga no fue rotunda, pero mordi¨® a algunos, sobre todo a los que no fueron precavidos y salieron a la hora habitual. En esos casos, el paro era m¨¢s pu?etero. As¨ª ocurri¨® que Luis Alberto Mart¨ªnez, boliviano de 33 a?os, lleg¨® tarde a hacer un papeleo en Tr¨¢fico. "Lo ten¨ªa calculado, pero no sab¨ªa de la huelga. Fui de Usera a Legazpi, luego a Callao -?estaba full Callao!- y de ah¨ª a Arturo Soria. Ten¨ªa que llegar a las diez de la ma?ana y llegu¨¦ a las once".
Se comentaba mucho sobre los efectos del paro y poco sobre la causa, la oposici¨®n de los trabajadores al recorte del 5% de sus sueldos aprobado ayer por la Comunidad de Madrid. Por lo com¨²n, sin demasiadas disquisiciones, se acusaba a los empleados de Metro de insolidarios -incluso de "millonarios"-, y se rogaba porque no rompiesen amarras con los servicios m¨ªnimos y los dejasen hoy en la estacada.
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