Mujeres ricas
Hay varios programas en distintos canales de televisi¨®n dedicados a ense?arnos c¨®mo viven los ricos, mejor dicho, las ricas. No est¨¢ mal, porque la pobreza la conocemos en todas sus versiones: la pobreza urbana (no todo el mundo sabe c¨®mo abrirse paso en la vida ni tiene la misma suerte) y la del Tercer Mundo; la indigencia provocada por el modo de vida, como la de los alcoh¨®licos y yonquis de mi barrio (no todo el mundo sabe afrontar las contrariedades con la misma fortaleza), o la que llega con la falta de trabajo y precaria estabilidad. Estamos acostumbrados a ver c¨®mo las mujeres tienen que ir por agua a varios kil¨®metros de distancia en algunos poblados de ?frica y la explotaci¨®n sexual en cualquier sitio y la explotaci¨®n laboral en talleres clandestinos. Y adem¨¢s venimos de una Guerra Civil que nos empobreci¨® hasta l¨ªmites muy tristes. Conocemos de sobra lo que es la pobreza. Y sin irnos a ?frica ni a India ni al pasado, sabemos que muchos de nuestros ancianos las pasan canutas para sobrevivir hoy en d¨ªa. Y por lo que parece en medio de esta crisis los ricos siguen llevando vida de ricos. As¨ª que me parece bien, instructivo, ver la otra cara de la moneda, c¨®mo se es rico, porque no se trata solamente de quemar la visa o de tener caprichos car¨ªsimos, sino de ser del club de los ricos. Por ejemplo, ma?ana me toca la loter¨ªa, pongamos mil millones de euros, ?y c¨®mo me hago de ese club?, ?a qu¨¦ tiendas voy a comprar?, ?c¨®mo consigo que me reciban con la alfombra roja?, ?y a cenar?, ?c¨®mo empiezo a relacionarme con el alto copete?, ?tendr¨ªa que hacerme amiga de las estilizadas mujeres de los futbolistas?, ?qui¨¦nes son y qu¨¦ hacen los ricos de Madrid?
Para empezar, ?d¨®nde vivir¨ªa? Para responder a esta pregunta me recreo viendo un programa dedicado a casas buenas, a mansiones, cuyo mayor problema consiste en abrirnos sus puertas con los due?os dentro. Dichos due?os suelen tener un aspecto algo fantasmal como si su misi¨®n fuese vagar por salones de mil metros cuadrados, por dormitorios con enormes camas impolutas donde parece que nunca haya dormido nadie y por cocinas donde parece que tampoco nadie haya cocinado. A veces se quedan mirando melanc¨®licamente una piscina, por cuyos alrededores corretea un perro, ¨²nico ser realmente vivo de todo el conjunto.
Y hablando de perros, una de las im¨¢genes m¨¢s impresionantes que nos dedic¨® una se?ora rica (los maridos salen poco en pantalla, deben de estar ganando todo ese dineral) fue la de llevar a su perrito al sal¨®n de belleza y que all¨ª le pintaran las u?as. Otro episodio memorable consisti¨® en esa otra se?ora que quer¨ªa comprarse un cochazo. Los telespectadores la acompa?amos a un exclusivo concesionario en que fue recibida por un empleado exquisito que le hablaba de las maravillas automovil¨ªsticas, pero la se?ora miraba alrededor insatisfecha. ?No tiene algo m¨¢s exclusivo?, pregunt¨®. Entonces el empleado abri¨® una caja fuerte gigante en cuyo interior resplandec¨ªa un coche que costaba m¨¢s que un piso. La se?ora y su acompa?ante, una especie de amigo mascota, se abrazaron emocionados. Sellaron el contrato con una botella de champ¨¢n.
El champ¨¢n siempre ha acompa?ado al dinero como el aura a la cabeza de los santos, pero tampoco hay que caer en el topicazo como esta otra se?ora rica que nos recibi¨® en su mansi¨®n metida en el jacuzzi saboreando una copa de champ¨¢n mientras una doncella con cofia la esperaba de pie derecho con un albornoz en las manos. Y este otro detalle en otra mansi¨®n, en otro jard¨ªn, en otra piscina: la mujer rica que ve un ba?ador colgando del brazo del sill¨®n y en lugar de retirarlo ella misma llama a la doncella con cofia para que lo haga. Hay que saber ser se?ora, hay que saber tener lo que se tiene. En cuanto a las compras de ropa, sal¨ª de dudas cuando una de ellas nos dijo a las pardillas que la admir¨¢bamos desde nuestras casas que las tiendas exclusivas de verdad no est¨¢n a la vista, a pie de calle, sino camufladas en pisos a los que no puede acceder todo el mundo porque esas tiendas no quieren cantidad, sino calidad en la clientela. As¨ª que ?si me tocan mil millones de euros c¨®mo s¨¦ d¨®nde est¨¢n en Madrid esas tiendas? Seguramente la llamada alta sociedad se rebelar¨¢ contra esta imagen un tanto fr¨ªvola de gente que lee poco, pero es normal que no se nos muestre lo que hacemos todo, sino solo lo que hacen ellos (quiero decir, ellas).
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