En los l¨ªmites de la pol¨ªtica y de lo decible
En febrero pasado, Orlando Zapata Tamayo falleci¨® en un hospital habanero al que lo condujeron tarde, despu¨¦s de casi tres meses de una huelga de hambre en la que reclamaba ser tratado como preso de conciencia. Ra¨²l Castro, encargado de dar la bienvenida al presidente Lula da Silva, llegado por entonces a La Habana, se encar¨® con las c¨¢maras y prefiri¨® adelantarse al interrogatorio. De guayabera y aparente buen humor, quiso adivinar la primera pregunta, jug¨® a autoentrevistarse. "La primera", dijo de las preguntas, "?saben cu¨¢l es, eh? ?Uno que se muri¨® de huelga de hambre!". Uno que se muri¨® de huelga de hambre, no en huelga de hambre. Muerto de huelga de hambre como otros mueren de c¨¢ncer o de infarto. Ra¨²l Castro restaba gravedad al hecho y, antes de despedirse de los reporteros, grit¨® que en Cuba no se asesina ni tortura a nadie.
El r¨¦gimen cubano intenta convertir la huelga pol¨ªtica de Guillermo Fari?as en un extra?o suicidio
'Granma' afirma que Fari?as le cuesta 1.300 d¨®lares diarios a Cuba
En la columna period¨ªstica hilada al t¨¦rmino de la estancia de Lula da Silva, Fidel Castro se extendi¨® acerca de las virtudes del visitante. Trat¨® tambi¨¦n en ella de los desastres naturales ocurridos en Chile y Hait¨ª y, hacia el final, desliz¨® una cr¨ªptica alusi¨®n a aquel recluso cuya muerte coincidiera con la estancia habanera del mandatario brasile?o. Puso a su colega de testigo, hizo de este una suerte de relator de Derechos Humanos: "Lula conoce desde hace muchos a?os que en nuestro pa¨ªs jam¨¢s se tortur¨® a nadie, jam¨¢s se orden¨® el asesinato de un adversario, jam¨¢s se minti¨® al pueblo". Lo mismo que su hermano, se abstuvo de nombrar al muerto.
Por su parte, en su alocuci¨®n del 3 de marzo ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodr¨ªguez, neg¨® la existencia de presos pol¨ªticos en Cuba. Se refiri¨® a Zapata Tamayo sin mencionarlo, e hizo gala de complicidad con los periodistas: ellos sab¨ªan muy bien de qui¨¦n se trataba, aunque ¨¦l no dijera su nombre. Y callaba este porque el sujeto no era conocido dentro de Cuba, y tambi¨¦n por respeto a sus familiares.
Ra¨²l Castro jugaba a entrevistarse a s¨ª mismo, Fidel Castro a ser editorialista, Bruno Rodr¨ªguez a los sobrentendidos con la prensa. Coincid¨ªan los tres en la misma maniobra. Orlando Zapata Tamayo, quien no mereci¨® en vida la condici¨®n de preso de conciencia, no deb¨ªa ser mencionado. La prensa extranjera que viniese a preguntar por ¨¦l lo hallar¨ªa muerto y an¨®nimo. Era necesario custodiar la ignorancia de la poblaci¨®n cubana, respetar el luto de una familia a la que las hordas oficiales acosaban en cada viaje al cementerio.
Silenciada dentro de Cuba la muerte de Zapata Tamayo, el disidente Guillermo Fari?as inici¨®, como recordatorio de ella, una huelga por la libertad de va
-rios presos pol¨ªticos en estado grave. Y hace unos pocos d¨ªas, el empeoramiento de Fari?as hizo que el diario Granma, tan remiso a dar noticias de esta clase, enviara una entrevistadora al hospital donde lo atienden.
Como es costumbre en el periodismo oficial cubano, faltan en esa entrevista los antecedentes que har¨ªan comprensible el caso. No hay noticia all¨ª de qui¨¦n es Fari?as ni de qu¨¦ busca con su actuaci¨®n. Fari?as no habla. La entrevistadora afirma que su visita al doctor Caballero est¨¢ dictada por la curiosidad ante un paciente que, desde hace m¨¢s de cuatro meses, se empe?a en un "ayuno voluntario". Pero ser¨ªa in¨²til averiguar gracias a la entrevista con qu¨¦ fin ha emprendido Fari?as ese ayuno.
La primera interrogante versa sobre los l¨ªmites del organismo, sobre c¨®mo es posible que siga con vida el paciente. "Es la pregunta que se hace todo el mundo", responde el jefe de los servicios m¨¦dicos del hospital universitario de Santa Clara. El caso pareciera ser de dominio general, archisabido. El doctor Caballero ofrece detalles acerca de la alimentaci¨®n parenteral y los necesarios cambios de cat¨¦ter. Evidentemente, Granma visita ese hospital para librar a la medicina cubana de cualquier inculpaci¨®n futura. Las preguntas son m¨¢s bien las de un abogado que tiene el gusto de presentar a su testigo definitorio.
"?Son estos los l¨ªmites de la medicina en la lucha por la vida de este paciente?", apunta la entrevistadora. "Estamos en los l¨ªmites", confirma el doctor. ?l ha conversado con el paciente horas y horas, ambos tienen una buena relaci¨®n profesional. Fari?as podr¨ªa alimentarse si as¨ª lo decidiera, asegura. No habr¨ªa contraindicaci¨®n para ello. "Solamente su deseo puede ser un factor m¨¦dico importante en la soluci¨®n de su problema de salud", diagnostica el doctor Caballero. Nunca antes, en toda su carrera, atendi¨® caso igual. Entre casi 20.000 pacientes, ¨²nicamente Fari?as se ha negado a ingerir alimentos de forma tan prolongada.
Suprimida toda referencia pol¨ªtica del historial, queda a solas el deseo del paciente. Entonces su muerte aparece como un acto gratuito. La informaci¨®n escamoteada consigue hacer de una huelga pol¨ªtica el m¨¢s extra?o suicidio. As¨ª termina siendo considerada por el especialista: "He visto muchos casos en este servicio, incluso he sido el m¨¦dico de personas que han hecho intentos suicidas por determinadas razones y al final la mayor¨ªa quiere la vida".
Periodista y doctor se abisman ante lo indecible. Que no es el suicidio, sino las reclamaciones pol¨ªticas. Llegan al l¨ªmite de lo publicable en un diario donde, cuando aparecen, los presos de conciencia resultan delincuentes comunes, sus esposas son asalariadas de Gobiernos extranjeros, y las huelgas de hambre son ayunos caprichosos que no pretenden salida o acuerdo. Para finalizar, la entrevistadora pregunta por el costo a la sanidad p¨²blica de tanto empecinamiento. Unos 1.300 d¨®lares diarios, calcula Caballero. Sin incluir ex¨¢menes ni medicamentos complementarios. Unos 1.300 d¨®lares diarios por 120 d¨ªas. Y por todos los d¨ªas que a¨²n falten.
Negados como est¨¢n a escuchar a los opositores, el costo de ese tratamiento habr¨¢ sido estimado por Ra¨²l y Fidel Castro como una p¨¦rdida m¨¢s que razonable. Incluso habr¨¢n sopesado la conveniencia de que la cuenta de hospital de Guillermo Fari?as engorde m¨¢s a¨²n. As¨ª, en caso de fallecimiento, borrar¨¢n su nombre con el recuento abrumador de la filantrop¨ªa revolucionaria, algo que no pudieron hacer cuando la muerte de Zapata Tamayo. Utilizar¨¢n los l¨ªmites de la cl¨ªnica para disimular los l¨ªmites de la pol¨ªtica y de lo decible.
La entrevista publicada en Granma viene acompa?ada de un retrato del doctor Caballero inmerso en su trabajo y de una fotograf¨ªa del hospital de Santa Clara. De Guillermo Fari?as, ninguna imagen.
Antonio Jos¨¦ Ponte es vicedirector de Diario de Cuba (www.ddcuba.com).
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