"Solo una madre entiende el dolor de la p¨¦rdida de un hijo"

La fila de los 12 ata¨²des negros dominaba la escena del polideportivo Can Vinarder, en Castelldefels (Baix Llobregat). La calma aparente la rompi¨® la irrupci¨®n de Pablo y Mery, los padres del boliviano Diego Guti¨¦rrez, una de las v¨ªctimas mortales del atropello ferroviario que se produjo la noche de Sant Joan en el apeadero de Castelldefels cuando un numeroso grupo de personas cruz¨® las v¨ªas y fue arrollado por un tren r¨¢pido que se dirig¨ªa a Barcelona. Ante la mirada perdida de los amigos de Diego, que ayer acudieron a la capilla ardiente vistiendo una camiseta blanca con su foto impresa, se abrazaron al f¨¦retro. El dolor se volvi¨® grito.

Tras unos minutos, el abrazo se rompi¨®. Los padres comenzaron a acariciar con mimo las aristas del f¨¦retro de su hijo. Con su gesto parec¨ªan querer encontrar en la dureza de la madera la suavidad de la piel del hijo de 16 a?os. El personal de la Cruz Roja se acercaba y los consolaba. "Solo una madre entiende el dolor de perder un hijo", dijo entre llantos Mery. El grupo de amigos del joven, alguno de los cuales estaba con ¨¦l la noche de accidente, sac¨® la bandera roja, verde y amarilla de Bolivia y la puso sobre el ata¨²d.

Ecuador y Bolivia pagar¨¢n la repatriaci¨®n de sus nacionales

Ayer, por primera vez desde el pasado 23 de junio, las familias de los fallecidos pudieron acercarse a los cuerpos de sus seres queridos, que hasta entonces hab¨ªan estado en los dep¨®sitos judiciales. "Un paso importante para empezar a aceptar la p¨¦rdida", explicaba una de las psic¨®logas que han acompa?ando estos d¨ªas a los familiares. Lo que sigue es el proceso de repatriaci¨®n de los cuerpos tras los sepelios en tierra espa?ola. Por orden judicial, los restos de los 12 fallecidos no podr¨¢n ser incinerados. Se trata de siete ecuatorianos, dos bolivianos, dos colombianos y una rumana.

Los tel¨¦fonos m¨®viles no paraban de sonar. Llamadas desde el otro lado del Atl¨¢ntico tratando de saber qu¨¦ pasaba con los seres queridos. "Lo tengo en una caja, el padre de mis hijas est¨¢ en una caja", le dice a un familiar Paola P¨¦rez, esposa de Mauricio Osorio. El mi¨¦rcoles viajar¨¢ a Neiva (Colombia). All¨ª le espera la dif¨ªcil tarea de explicarle a sus dos peque?as que, cuando vengan a vivir a Espa?a, gracias a la reagrupaci¨®n familiar, su padre no estar¨¢.

Los Gobiernos de Ecuador y Bolivia pagar¨¢n los gastos de repatriaci¨®n de los cad¨¢veres de sus nacionales.

Mientras, la familia de Jorge E. Serrano, colombiano, trataba de juntar los 6.000 euros que vale el proceso. La colonia colombiana ha repartido huchas por bares y locales frecuentados por sus compatriotas para recaudar el dinero necesario para la repatriaci¨®n de los dos cuerpos de sus connacionales. El Gobierno colombiano, que ha acompa?ado a las v¨ªctimas en las gestiones legales, no dispone de partidas presupuestarias para este tipo de incidentes.