La soledad de dos mujeres
Adriana Calcanhotto y Marianne Faithfull comparten un cartel raro y ¨¢spero
Extra?a coalici¨®n femenina la de anoche en Puerta del ?ngel. Inesperada y hasta inescrutable, porque Adriana Calcanhotto y Marianne Faithfull apenas presentan elementos en com¨²n, ni estil¨ªstica ni generacionalmente. Puede que tampoco en lo que ata?e al temperamento: a una la tenemos por dama serena, puede que hasta severa, y la otra ha cometido abundantes excesos y violado casi todas las normas, como corresponde a quien ha pasado media vida en el filo. Aunque ahora, en una gozos¨ªsima edad madura, se haya convertido en una se?ora despampanante de pura elegancia.
La imposible alianza propici¨® otra noche de entrada p¨ªrrica en la Casa de Campo, con un cuarto de aforo vendido y la inc¨®moda sensaci¨®n de que estos conciertos tan descarnados e intimistas encajan mal en un auditorio holgado y al aire libre. Faithfull y Calcanhotto solo compartieron la desnudez de sus voces (una guitarra como ¨²nico aliado) y la afici¨®n a recrear material ajeno, con mayor tino en el caso de la primera. Ser¨¢ dif¨ªcil convencernos de que los mismos recitales, con un envoltorio m¨¢s generoso, no habr¨ªan resultado mucho m¨¢s llevaderos.
Faithfull, icono de los sesenta, motor de suspiros sin n¨²mero, diva del swinging London y garganta hiriente como una partida de pu?ales, se aferr¨® al cancionero de su todav¨ªa reciente Easy come easy go, uno de los mejores ¨¢lbumes de versiones publicados en a?os. Doug Pettibone arpegiaba a su vera y a veces hasta doblaba alguna guitarra, pero la responsabilidad reca¨ªa en la rubia con alma de mujer fatal, una f¨¦mina de 63 a?os que se apodera de piezas ajenas como si hubieran sido concebidas para que ella les otorgara todo su significado.
As¨ª sucede en ejemplos tan dispares como Down from Dover, de esa se?orona del country llamada Dolly Parton, o The crane wife, de los ap¨®stoles indies The Decemberists. Si a ello le unimos cl¨¢sicos a?ejos (As tears go by), intermedios (Broken English) o c destellos recientes, como ese Crazy love rubricado con Nick Cave, el repertorio bordea lo adorable. Con tres o cuatro m¨²sicos m¨¢s lo habr¨ªamos gozado mucho, pero esto de la crisis es una lata.
Calcanhotto hab¨ªa ofrecido antes 70 minutos de comparecencia intim¨ªsima, tan adusta como su expresi¨®n facial. Cantautora con inevitable poso de bossa nova, la trovadora de Porto Alegre se mostr¨® poco dada a las alharacas, austera y con las emociones tan contenidas que a veces nos pregunt¨¢bamos si exist¨ªan. No siempre, no siempre. Adriana y su guitarra se mostraron algo monocordes, sin ventiscas, borrascas ni s¨²bitas tormentas que otorgasen algo de vivacidad al parte meteorol¨®gico. Pero admitamos que en su cancionero de dos d¨¦cadas asoman p¨¢ginas muy brillantes, sobre todo en los inicios. Fico assim sem voc¨º o Esquadros son tan buenas que aguantan hasta las ejecuciones m¨¢s estoicas.
En Esquadros (1992) piropeaba Calcanhotto el color de Frida Kahlo y Almod¨®var. Y precisamente eso, un poquito de intensidad crom¨¢tica, le habr¨ªa venido de perlas a la brasile?a. Por v¨ªa almodovariana le llega su inter¨¦s por Resistir¨¦, canci¨®n solo mediana del D¨²o Din¨¢mico, h¨ªbrido de Por qu¨¦ te vas y I will survive y una de las raras versiones que se deslizaron durante la velada. Las otras no fueron mucho m¨¢s embaucadoras: el Clandestino de Manu Chao parece una obviedad y Music, de Madonna, ya es de por s¨ª un tema de medio pelo que ella convierte en r¨ªgida letan¨ªa.
Si aquello pretendi¨® ser una transgresi¨®n, daremos la intentona por fallida. Habr¨¢ que conformarse con el momento en que encendi¨® un cigarrillo "como la ¨²nica posibilidad de hacer algo prohibido y peligroso" o sus argumentos para rendir homenaje a Vinicius de Moraes: "Los padres de Obama se enamoraron con una canci¨®n suya. Sin ¨¦l no habr¨ªa existido el primer presidente negro de los Estados Unidos". Sospechamos que si se hubieran conocido en un concierto tan ¨¢spero como el de ayer no habr¨ªa prendido la pasi¨®n.
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