Asalto de estudio y brea derretida
El primer d¨ªa de algo parecido a la monta?a devuelve a Chavanel al primer plano de la carrera y revela la figura de Rafa Valls
Cada cima del Tour despierta un sentido. El Tourmalet, el de la vista, seguro; Alpe d'Huez, el del olfato, el acre olor de los embragues quemados de los coches aparcados en la meta; Les Rousses, que s¨®lo es un segunda en el macizo jur¨¢sico, nada del otro mundo a simple vista, apenas 1.200 metros de altitud y ricos pastos para las vacas, ofreci¨® ayer, sin embargo, est¨ªmulo para dos sentidos, el del o¨ªdo, el crac-crac de los zapatos sobre la brea derretida, y el del tacto, la pringue del asfalto, pegajosa. Ah, el calor, que dio sentido, importancia, a una etapa de ensayo, que despert¨® en Federico Bahamontes recuerdos de sus Tours de los cincuenta, aquellos en los que la expresi¨®n asfalto derretido formaba parte de todas las cr¨®nicas, y una amenaza apocal¨ªptica. "Pero el verdadero calor est¨¢ por llegar", dice Federico. "Cuando lleguen al Midi, a los Pirineos. Algunos no lo contar¨¢n".
El tono exagerado, hiperb¨®lico hasta el extremo, del primer espa?ol que gan¨® el Tour est¨¢ tan pasado como el ciclismo de su ¨¦poca. El ciclismo de ahora es el de la supresi¨®n de sentimientos, la negaci¨®n de la expresi¨®n de las emociones, de las emociones mismas. El ciclismo de Rafa Valls, un chaval de Cocentaina, 22 a?os y debutante en el Tour, que el primer d¨ªa de monta?a surge de entre el pelot¨®n, ataca y termina segundo. La luna, m¨¢s o menos, deber¨ªa ser para un ciclista cuyo mayor triunfo hasta el momento es una etapa de la Vuelta a San Luis, en Argentina. Deber¨ªa estar dando botes de alegr¨ªa en la meta y llamando a las c¨¢maras y a las radios para hablarles de sus padres, de su novia, de la felicidad. No. Rafa Valls observa el mundo desde detr¨¢s de sus gafas oscuras. Fr¨ªo casi pese al calor. Como al final de una actuaci¨®n de rutina. Un chico que ha cumplido las ¨®rdenes del equipo, ha atacado cuando tocaba, y basta, y a¨²n se lamenta de no haber ganado. Entre tanta hiperestesia, tanto florecimiento de los sentidos, la mudez, o as¨ª.
No todo est¨¢ perdido a¨²n. La emoci¨®n se encuentra de vez en cuando. La emoci¨®n ayer, hermosa, se llam¨® Sylvain Chavanel, un ciclista a la antigua que hab¨ªa sentido como una humillaci¨®n el par¨®n del pelot¨®n a sus espaldas el d¨ªa de Spa, del descenso tumultuoso de Stockeu. Aquel d¨ªa, de lluvia fina, a la belga, Chavanel gan¨® la etapa y el maillot amarillo, pero su suceso qued¨® sepultado bajo la pol¨¦mica y el show de Cancellara. Camino de Les Rousses, ayer, los tubulares engordando de brea y gravilla a cada pedalada, su director reg¨¢ndole el cuerpo desde el coche, la determinaci¨®n tan sobresaliente como sus dientes postizos, provisionales, uno de los recuerdos del accidente que sufri¨® el ¨²ltimo domingo de abril en la Lieja, cuando un coche le atropell¨® y casi le mata, Chavanel borr¨® la humillaci¨®n con un ataque en el ¨²ltimo puerto, un ataque a la francesa, como se dice ahora, casi denigratoriamente, para subrayar que el ¨²nico papel del ciclismo franc¨¦s en la actualidad es ese, el de los ataques para ganar etapas. Pero, curiosamente, Chavanel, el m¨¢s franc¨¦s de los franceses, debi¨® huir de un equipo franc¨¦s, exiliarse en B¨¦lgica, para poder llegar a ser lo que es. Hac¨ªa nueve a?os que un franc¨¦s no ganaba dos etapas en el mismo Tour. Fue Jalabert el que lo consigui¨®, tambi¨¦n exiliado en un equipo extranjero. Chavanel que hab¨ªa devuelto el amarillo a Cancellara desbordado por las emociones que le despert¨® el pav¨¦s de Roubaix, lo recuper¨® ya que el suizo lo sacrific¨®, dej¨¢ndose ir, ahorrando para hoy.
Para los favoritos, como para los reci¨¦n llegados, emociones las justas. Un asalto de estudio, un c¨¢lculo de lo que es y puede ser cada uno, en cuyo resultado influy¨® que Contador, ajeno a los dictados de la f¨ªsica cu¨¢ntica, mandara a sus fieles chicos acelerar a tope en el ¨²ltimo puerto. M¨¢s que nada para probar a su equipo y a sus rivales, para o¨ªr c¨®mo se quejaban del calor, como todos, c¨®mo reclamaban agua sin cesar, c¨®mo Armstrong danzaba para que comenzara a llover.
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