'Al¨®', presidente
El socialismo "a lo venezolano" de Hugo Ch¨¢vez es un claro ejemplo de los reg¨ªmenes populistas sudamericanos que se inician con el peronismo argentino. El historiador Carlos Malamud estudia este fen¨®meno en un libro del que publicamos un extracto
Dijo el presidente venezolano Hugo Ch¨¢vez que "la causa esencial de la Revoluci¨®n Bolivariana es buscar m¨¢s y mejor nivel de vida para todos, en la lucha por instalar en Venezuela un nuevo sistema social, econ¨®mico, pol¨ªtico: el socialismo criollo, a lo venezolano". La llegada de Ch¨¢vez al poder en 1999, producto de la implosi¨®n del sistema de partidos pol¨ªticos en su pa¨ªs, impuls¨® grandes expectativas de cambio. Si bien Ch¨¢vez se ha mostrado muy eficaz en el desmantelamiento del orden anterior, evidencia serias dificultades para construir un modelo alternativo. Desde el comienzo de su gesti¨®n, se propuso llevar adelante una estrategia que le permitir¨ªa mantenerse durante largo tiempo al frente del Gobierno, para lo cual era necesario dar la vuelta total y profundamente al sistema pol¨ªtico imperante, y para ello impuls¨® de forma acelerada una profunda reforma constitucional (...).
Populismos latinoamericanos
de Carlos Malamud.
Ediciones Nobel.
Precio: 19,90 euros.
A diferencia de lo ocurrido en Cuba, Ch¨¢vez lleg¨® al poder mediante unas elecciones que gan¨® clara y limpiamente
La oposici¨®n qued¨® desarmada frente a un presidente at¨ªpico, que apelaba a la relaci¨®n directa con la gente
Aunque Venezuela se redefiniera como bolivariana, mantuvo sus atributos de clientelismo y nepotismo
El adjetivo "bolivariano" implica literalmente m¨¢s nacionalismo y m¨¢s ret¨®rica antinorteamericana
Hugo Ch¨¢vez gan¨® sus primeras elecciones con un amplio apoyo social, que inclu¨ªa sectores importantes de la Iglesia, medios de comunicaci¨®n, clases medias, sindicatos de trabajadores y gremios empresariales, Fuerzas Armadas y, por supuesto, de las clases populares. Una vez instalado en el poder y tras impulsar su reforma constitucional, la crispaci¨®n y la divisi¨®n social se convirtieron en una herramienta de movilizaci¨®n de sus fieles y de quienes se vieron reflejados en la "revoluci¨®n bolivariana". Sin embargo, la magnitud y el calado de las transformaciones y reformas producidas han llevado a numerosos analistas a cuestionarse la profundidad y la naturaleza de la revoluci¨®n. As¨ª, cabe preguntarse si efectivamente estamos frente a un verdadero movimiento revolucionario o frente a una reedici¨®n del cl¨¢sico estatismo latinoamericano o del populismo de mediados del siglo XX, de contenidos nacionalistas y antiimperialistas (antinorteamericano), que tuvo en el peronismo su manifestaci¨®n m¨¢s cl¨¢sica y acabada.
Es indudable que el significado profundo del chavismo, tanto dentro como fuera de las fronteras venezolanas, habr¨ªa sido muy diferente de no haber mediado dos hechos decisivos. Primero, la confluencia y sinton¨ªa personal, pol¨ªtica e ideol¨®gica entre los comandantes Hugo Ch¨¢vez y Fidel Castro, y segundo, la importante escalada en los precios del petr¨®leo hasta 2008, que han permitido al r¨¦gimen contar con los recursos necesarios para impulsar y financiar sus proyectos tanto dentro como fuera del pa¨ªs.
Si por revoluci¨®n entendemos una transformaci¨®n acelerada y profunda de las estructuras pol¨ªticas, econ¨®micas, sociales y culturales, es evidente que en Venezuela no se ha producido ninguna, m¨¢s all¨¢ de lo que se?ala la propaganda oficial. Repasando las estad¨ªsticas de distribuci¨®n de la sociedad venezolana a fines de la d¨¦cada de 1990 y en la actualidad, se observa que no se han producido transformaciones sociales dram¨¢ticas entre ambas fechas, m¨¢s all¨¢ de ajustes normales, consecuencia de procesos de ascenso y descenso social. En abril de 2008, el Gobierno venezolano lanz¨® una nueva misi¨®n, la "13 de abril", en recuerdo de la fecha en la que Ch¨¢vez recuper¨® el poder en 2002, cuyo principal objetivo era luchar contra la pobreza y el atraso, y profundizar en la construcci¨®n del socialismo del siglo XXI. Si tras casi nueve a?os de gobierno sigue siendo necesario movilizar importantes recursos del Estado para combatir la pobreza y el atraso, resulta complicado evaluar el cumplimiento de los principales objetivos de la "revoluci¨®n bolivariana".
(...) A diferencia de Cuba, donde la revoluci¨®n barri¨® literalmente el sistema pol¨ªtico, econ¨®mico y social preexistente, e introdujo una nueva legitimidad basada en el liderazgo indiscutido de Fidel Castro, lo que ocurre en Venezuela es totalmente diferente. Hugo Ch¨¢vez lleg¨® al poder mediante unas elecciones que gan¨® clara y limpiamente, por lo que su incuestionable legitimidad de origen hay que verla en el sistema democr¨¢tico del pa¨ªs y en las elecciones, a las que recurre una y otra vez en b¨²squeda de legitimidad.
Como la legitimidad de origen de Ch¨¢vez depende de las urnas, y no de una revoluci¨®n, a diferencia de la cubana, la redacci¨®n de la nueva Constituci¨®n venezolana fue producto de una singular interpretaci¨®n legal que permiti¨® eludir los mecanismos constitucionales de reforma previamente establecidos. (...) Si bien se quiso dotar a la nueva Constituci¨®n de un significado revolucionario, introduciendo dos poderes m¨¢s (el ciudadano y el electoral) junto a los tres cl¨¢sicos (ejecutivo, legislativo y judicial) y algunos mecanismos para reforzar la participaci¨®n popular y la democracia participativa, el producto resultante fue un h¨ªbrido incapaz de acabar con los mecanismos formales de la democracia o conducir al pa¨ªs a un sistema econ¨®mico m¨¢s estatista o colectivista.
Las caracter¨ªsticas de la ¨²ltima y fracasada reforma constitucional muestran las limitaciones del Gobierno bolivariano y su necesidad de someterse al Parlamento y a la legalidad, por m¨¢s que tenga una Constituci¨®n redactada a imagen y semejanza de Ch¨¢vez y que de momento no exista ninguna oposici¨®n parlamentaria. La aplastante mayor¨ªa del oficialismo en la Asamblea Nacional se debe al suicidio pol¨ªtico de la oposici¨®n, que se abstuvo de participar en las elecciones parlamentarias de 2005. Estas limitaciones explican la sanci¨®n de "leyes habilitantes" para aprobar leyes sin la intervenci¨®n del Congreso, aunque, al igual que en 2007, tuviera una amplia mayor¨ªa parlamentaria. De otro modo, su legitimidad de ejercicio habr¨ªa sido invalidada. (...)
La nueva Constituci¨®n decretaba el inicio de la Quinta Rep¨²blica, ya "bolivariana". Pese al cambio de nombre, el pa¨ªs segu¨ªa siendo "un Estado federal democr¨¢tico social de derecho y justicia", lo que permite insistir en el car¨¢cter no revolucionario del r¨¦gimen, si bien se cambi¨® el sistema de gobierno de representativo a participativo, y la Constituci¨®n reconoci¨® nuevos derechos pol¨ªticos, econ¨®micos, sociales, familiares, educativos, laborales y de la salud. La reforma reforz¨® el poder del presidente, al que permit¨ªa una ¨²nica reelecci¨®n inmediata; ampli¨® su mandato de cinco a seis a?os, elimin¨® el Senado y convirti¨® al Parlamento en unicameral (la Asamblea Nacional); adem¨¢s, introdujo el refer¨¦ndum revocatorio para los cargos de elecci¨®n popular y reforz¨® determinados mecanismos para garantizar la participaci¨®n directa de los sectores populares en la vida p¨²blica.
Pese a la profundidad de algunas reformas constitucionales, no se produjeron cambios importantes en el sistema pol¨ªtico, las estructuras sociales o las instituciones econ¨®micas. La democracia electoral, el capitalismo y el Estado de derecho, con mayor presencia del Estado, continuaron siendo el esqueleto legal y jur¨ªdico del pa¨ªs, que segu¨ªa girando en torno al petr¨®leo. Por m¨¢s que Venezuela se redefiniera oficialmente como bolivariana, manten¨ªa sus atributos tradicionales, especialmente notables en el clientelismo y el nepotismo. (...)
La conquista del aparato del Estado fue una de las prioridades de Ch¨¢vez tras su primera victoria electoral. Militantes del MVR y Patria para Todos (PTT) y militares del MBR200, y otros grupos e independientes aliados coparon los principales puestos de la Administraci¨®n, mientras comenzaba la limpieza de los cuadros de los partidos tradicionales de la funci¨®n p¨²blica. (...) Pronto quedaron claras las l¨ªneas maestras del Gobierno: mejora de la situaci¨®n de los sectores m¨¢s desfavorecidos (cancelaci¨®n de la "deuda hist¨®rica"); proyectos c¨ªvico-militares en l¨ªnea con lo definido por Ceresole, como el Plan Bol¨ªvar 2000; acercamiento a Cuba y alejamiento de Estados Unidos, y mayor protagonismo en la OPEP para mantener altos los precios del crudo. El Gobierno insist¨ªa en las diferencias sociales y el antinorteamericanismo para movilizar a los sectores m¨¢s afectos. Por un lado, acentuaba las diferencias entre la oligarqu¨ªa y los desheredados. Por el otro, apelaba a los sentimientos nacionalistas remarcando las diferencias con George W. Bush y la "guerra asim¨¦trica" contra Estados Unidos. Su introducci¨®n le permiti¨® justificar el programa de compra de armas, dif¨ªcil de presentar de no mediar una posible invasi¨®n norteamericana, e incidir en la movilizaci¨®n popular a partir del programa de reservistas, lanzado en 2005. En palabras de Ch¨¢vez, se trataba de movilizar a dos millones de hombres y mujeres en defensa de la patria. (...)
Ch¨¢vez lleg¨® al poder gracias al desplome del sistema pol¨ªtico venezolano y la pr¨¢ctica desaparici¨®n de los dos grandes partidos, AD y COPEI. Esta situaci¨®n facilit¨® su triunfo y cre¨® las condiciones para mantenerse en el poder. La oposici¨®n qued¨® desarmada frente a un presidente at¨ªpico, con un discurso inusual, que apelaba a la relaci¨®n directa con la gente (su programa televisivo Al¨®, presidente es un claro ejemplo). Por si esto fuera poco, la agenda social, que le daba acceso a los sectores populares, fue abandonada por una oposici¨®n que no supo encontrar un camino, un discurso, una organizaci¨®n y unos l¨ªderes que estuvieran a la altura de las circunstancias y supieran llegar a la gente. Es m¨¢s, algunos de los logros gubernamentales fueron descalificados por la oposici¨®n al incluirlos, sin matices, dentro de la estrategia marxista, comunista o castrista del Gobierno. Mientras la oposici¨®n siga planteando la vuelta a lo anterior, en vez de presentar propuestas alternativas de cambio, sus opciones seguir¨¢n siendo m¨ªnimas.
La crispaci¨®n pol¨ªtica inicial sumi¨® en el desconcierto a la oposici¨®n, que no sab¨ªa si enfrentar a Ch¨¢vez con m¨¦todos democr¨¢ticos o con mecanismos violentos y golpistas. Algunos incitaban al magnicidio, por un camino que condujo al intento del golpe de 2002 y al paro petrolero. El desconcierto se mantuvo tras el refer¨¦ndum revocatorio, y por eso se insisti¨® en las denuncias de fraude electoral y manipulaci¨®n. Es verdad que la Lista Tasc¨®n, el listado de firmantes que solicitaban el refer¨¦ndum, sirvi¨® para perseguir y depurar a funcionarios opositores y para cancelar contratos p¨²blicos con empresarios desafectos al r¨¦gimen, pero el apoyo al r¨¦gimen era innegable. En lugar de reivindicar como un triunfo las numerosas firmas conseguidas y el 41% de los votos y prepararse para participar en condiciones en las elecciones presidenciales de 2006, la oposici¨®n volvi¨® a inclinarse err¨®neamente por la denuncia y la confrontaci¨®n. (...)
La derrota en 2007 de la reforma constitucional, vinculada para algunos con el fracaso de las misiones, fue un golpe para el proyecto pol¨ªtico de Ch¨¢vez. La nueva Constituci¨®n deb¨ªa permitir la reelecci¨®n indefinida del presidente, pero no de los otros cargos electivos, lo que provoc¨® un gran malestar entre los cuadros y dirigentes chavistas, especialmente en los Estados del interior. A la vez, la reforma buscaba consolidar el proyecto socialista. El articulado propuesto avanzaba m¨¢s en la senda de reforzar la participaci¨®n estatal en la econom¨ªa que en crear instituciones de producci¨®n colectiva (cooperativas) o nuevas formas de propiedad distintas de la privada. Un argumento central de la oposici¨®n fue denunciar la introducci¨®n de nuevas formas de propiedad, que cre¨® inquietud y temor en vastos grupos de la poblaci¨®n, a la vez que aument¨® el clamor sobre el contenido comunista o marxista de la revoluci¨®n. (...)
(...) La mayor limitaci¨®n del sistema bolivariano proviene de su dependencia del sistema electoral, que tambi¨¦n presenta en las instituciones, la justicia e, incluso, en la propia Constituci¨®n que reform¨® para hacer viable su Gobierno otras claves de por qu¨¦ la "revoluci¨®n" no es tal. Las transformaciones del sistema pol¨ªtico y econ¨®mico y las nuevas instituciones impulsadas por estos cambios solo han permitido el ilimitado incremento de la participaci¨®n del Estado en todos los ¨¢mbitos de lo cotidiano y el reforzamiento del poder personal del presidente. Esto no quiere decir que muchos de los dirigentes del PSUV y de los seguidores del proceso no sean marxistas, castristas o comunistas, o no quieran hacer una verdadera revoluci¨®n socialista, inclusive mediante la lucha armada, pero no son estos, de momento, los hilos conductores del proceso pol¨ªtico que est¨¢ teniendo lugar en Venezuela.
La falta de una verdadera revoluci¨®n y la dependencia electoral de la legitimidad del r¨¦gimen bolivariano han impedido a Ch¨¢vez profundizar en el proceso que ¨¦l mismo encarna con tanta claridad. La prueba m¨¢s palpable ha sido la derrota en el refer¨¦ndum para la reforma constitucional de diciembre de 2007, la primera derrota del proceso en las urnas, una derrota que no ha tenido consecuencias mayores dada la gran debilidad de la oposici¨®n. Sin embargo, como se ha se?alado previamente, es el car¨¢cter no revolucionario sino estatista lo que define el d¨ªa a d¨ªa del proyecto estrat¨¦gico del comandante Ch¨¢vez, que bajo el adjetivo "bolivariano" implica literalmente m¨¢s nacionalismo y m¨¢s ret¨®rica antinorteamericana.
![Hugo Ch¨¢vez, durante la grabaci¨®n del programa de televisi¨®n <i>Al¨®, presidente</i>, el 19 de agosto de 2007.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/E47S2GSGPPA4R4KE2FJCTCTLNE.jpg?auth=fdadca3d9cac6f48a45e8a42abcc0ad6070d057e6afed3830907e54c55b7eab9&width=414)
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