No solamente Rubianes
1 Por los pelos. Parece que Pepe Rubianes se ha librado por los pelos de ser condenado a t¨ªtulo p¨®stumo por la justicia. Para quienes disfrutaban con los mon¨®logos de Rubianes es casi una mala noticia, porque una condena as¨ª les permit¨ªa seguir desternill¨¢ndose con los delirios del c¨®mico a un a?o de su muerte, imaginando c¨®mo contar¨ªa el episodio subido a un escenario; para quienes disfrut¨¢bamos con los mon¨®logos de Rubianes pero por la cuenta que nos trae disfrutar¨ªamos a¨²n m¨¢s con una justicia eficaz, la noticia es excelente. Muchos recordar¨¢n el caso. En el a?o 2006 Rubianes llam¨® en una entrevista "idiota" y "desgraciado" al alcalde de Salamanca, Juli¨¢n Lanzarote; Lanzarote demand¨® a Rubianes, quien fue condenado al a?o siguiente; acto seguido Rubianes present¨® un recurso, pero antes de que ¨¦ste se resolviera el actor falleci¨®, pese a lo cual a principios del mes de junio el Tribunal Supremo confirm¨® la sentencia. La confirm¨® a pesar de que no parece muy sensato condenar a un muerto y de que, muy sensatamente, tras la muerte de Rubianes Lanzarote retir¨® la denuncia y de que, no menos sensatamente, la ley prev¨¦ que, cuando el denunciante retire la denuncia, el tribunal absuelva al denunciado. Pero en este pa¨ªs ya empezamos a acostumbrarnos a que la justicia no siempre act¨²e con sensatez, y de ah¨ª que casi no nos sorprenda la sentencia del Supremo. Por fortuna, tras la denuncia del caso por este y no s¨¦ si otros peri¨®dicos el Supremo atendi¨® a la ley y anul¨® su propia sentencia. Ya digo: por los pelos.
"A veces confund¨ªa la m¨¢scara con su verdadera cara, y entonces el personaje ficticio abduc¨ªa al real"
2 Algunos jueces se quejan con insistencia del maltrato que les inflige la prensa; tambi¨¦n de las cr¨ªticas que reciben, por considerarlas presiones inaceptables. De momento, el ¨²ltimo en quejarse ha sido Juan Luis de la R¨²a, presidente del TSJV, quien lament¨® no hace mucho que los medios dieran una imagen falsa de los jueces al convertir sus errores en noticia. De la R¨²a, a quien el Supremo ha reprochado el error de archivar el caso de su amigo el presidente Camps, practica como tantos el arte de matar al mensajero. Como en cualquier democracia cre¨ªble, en la nuestra el poder legislativo y el ejecutivo no s¨®lo son elegidos por sufragio universal, sino que adem¨¢s son objeto permanente de cr¨ªtica; el poder judicial no es fruto de unas elecciones, pero, a menos que queramos que la justicia sea una instituci¨®n que va a su bola, por lo menos debe estar sometido a la cr¨ªtica. As¨ª se controla de alg¨²n modo a la justicia y, quiz¨¢, se contribuye a evitar errores como el que se hubiera cometido con Rubianes. Eso no es presionar; y aunque lo fuera: si todo el mundo est¨¢ sometido a presi¨®n para que haga bien su trabajo, ?por qu¨¦ no van a estarlo los jueces? Sea como sea, el desprestigio de la justicia espa?ola es un hecho: ol¨ªmpica, aislada de la sociedad, la justicia da muy a menudo la impresi¨®n de ir a su bola, y tal vez por eso su reforma es la reforma siempre pendiente. El prestigio no se regala: se gana; y se gana evitando errores y actuando con sensatez. A algunos se nos acusa a veces de cuestionar los logros de la Transici¨®n; es exactamente lo contrario: lo que nos hubiese gustado es que la Transici¨®n llegase a todos los poderes del Estado. Seg¨²n todas las encuestas, ahora mismo la instituci¨®n mejor valorada en Espa?a es el ej¨¦rcito; no me extra?a, pero ?qui¨¦n nos lo hubiese dicho en 1975, o simplemente en 1981? A m¨ª lo que me gustar¨ªa de verdad es que en este pa¨ªs los jueces aprendieran de los militares.
3 Hab¨ªa un Rubianes real y un Rubianes ficticio. El Rubianes real era, a juzgar por el par de veces que estuve con ¨¦l, una persona educada y cordial; el Rubianes ficticio -el Rubianes de Rubianes, solamente, digamos- era un gamberro sin paliativos: un charlat¨¢n imparable de cuya boca brotaba, nada m¨¢s pisar el escenario, un chorro de historias salvajes que a su vez se entrelazaban con otras historias salvajes hasta formar un caos ordenado en el que Rubianes se desdoblaba en decenas de personajes, incluidos seres sobrenaturales, abuelas y moscas, y en el que se re¨ªa absolutamente de todo, empezando por el propio Rubianes; en suma: un iconoclasta perfectamente subversivo cuyo enemigo jurado eran la hipocres¨ªa, la solemnidad y la mentira. As¨ª que el Rubianes del escenario poco ten¨ªa que ver con el Rubianes real: aqu¨¦l era s¨®lo una m¨¢scara, un personaje ficticio que el personaje real inventaba para decir lo que quer¨ªa decir. El problema es que, de tanto pon¨¦rsela, Rubianes a veces confund¨ªa la m¨¢scara con su verdadera cara, y entonces el personaje ficticio abduc¨ªa al real, y entonces era capaz de insultar al alcalde de Salamanca y hasta a la suegra del alcalde de Salamanca; cuando eso ocurr¨ªa, sus seguidores sab¨ªamos que no hablaba el Rubianes real, sino el ficticio, aunque, claro est¨¢, ni los miembros del Supremo ni el alcalde de Salamanca ten¨ªan por qu¨¦ saberlo. Sea como sea, ya da igual. Pero hay que alegrarse de que, adem¨¢s de haberse librado del error de contravenir la ley y del rid¨ªculo de condenar a un muerto, aunque sea por los pelos el Supremo no haya incurrido adem¨¢s en la fantasmagor¨ªa de condenar a una ficci¨®n.
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