Soberanismo en la calle
La multitudinaria manifestaci¨®n de Barcelona deja el Estatuto en segundo plano
La manifestaci¨®n que ayer recorri¨® el paseo de Gracia en Barcelona no puede ser ignorada y, menos a¨²n, menospreciada como una moment¨¢nea expresi¨®n de descontento tras la que las aguas volver¨¢n al cauce por s¨ª solas, impulsadas por acontecimientos deportivos o la inminencia de las vacaciones. Pero tampoco el mensaje de la jornada ser¨¢ f¨¢cil de gestionar para los partidos que la convocaron, sobre todo los dos que han representado hasta ahora una alternativa de Gobierno en Catalu?a, PSC y CiU. Entre otras razones porque interpretar la manifestaci¨®n de ayer como un respaldo masivo de los ciudadanos catalanes al Estatuto no encaja ni con la baja participaci¨®n en el refer¨¦ndum de convalidaci¨®n ni mucho menos con el tono y las consignas de la manifestaci¨®n.
Y que no lo fue lo demuestra que los l¨ªderes e instituciones que se sumaron a la iniciativa de ?mnium Cultural en respuesta a la restrictiva sentencia del Tribunal Constitucional se encontraron inmersos en un acto multitudinario a cuyo ¨¦xito contribuyeron de manera decisiva y que, sin embargo, quienes lo capitalizaron fueron los partidarios de la independencia. El presidente Montilla fue increpado en diversas ocasiones, lo mismo que el cortejo de l¨ªderes pol¨ªticos presentes en la marcha, como Duran i Lleida. Era lo que algunos tem¨ªan y fue exactamente lo que sucedi¨®.
Solo las pr¨®ximas elecciones podr¨¢n determinar en qu¨¦ punto se encuentran las principales fuerzas pol¨ªticas catalanas. Tambi¨¦n si la manifestaci¨®n de ayer supone la constataci¨®n de un desplazamiento general de la pol¨ªtica catalana hacia el soberanismo o, por el contrario, se trata de un espejismo que, una vez desvanecido, ofrecer¨¢, sin embargo, el inquietante panorama de un grav¨ªsimo problema institucional, del que nadie est¨¢ libre de responsabilidades. Frente a este problema, no basta con decir que las instituciones catalanas deben acatar la sentencia, algo que, de puro obvio, resulta insultante.
El problema es que, debido al oportunismo que se ha adue?ado de la vida pol¨ªtica espa?ola, la sentencia ha invalidado en el Estatuto de Catalu?a preceptos que est¨¢n vigentes en otros textos auton¨®micos, incluida su definici¨®n como naci¨®n. Por m¨¢s que la gestaci¨®n del Estatuto haya sido un ejemplo de torpeza e irresponsabilidad, el peor desenlace consistir¨ªa en que, para desactivar un supuesto privilegio, se perpetre una discriminaci¨®n. En este punto, los ciudadanos de Catalu?a no deber¨ªan quedar solos en su protesta, en nombre de la equidad sobre el que se construy¨® el modelo auton¨®mico y que, sea cual sea el grado de deterioro al que se ha conducido, sigue vigente.
Con la nueva Generalitat, PP y PSOE no podr¨¢n reproducir el espect¨¢culo ofrecido el mismo d¨ªa en que una multitud de catalanes sal¨ªa a la calle sin arriesgar un agravamiento de la crisis institucional y, por tanto, carece de sentido que se limiten a seguir cruzando acusaciones cuando lo urgente es rehacer un consenso desde el que reparar el destrozo provocado entre todos.
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