Cibeles, en el centro del universo
Una masa de hinchas se corona con la selecci¨®n en el paseo de Recoletos
El gol de Andr¨¦s Iniesta liber¨® 200.000 almas de un tormento de 120 minutos y puso el universo del f¨²tbol a gravitar entre la plaza de Cibeles y la plaza de Col¨®n. La final de la Copa del Mundo fue un retablo tenebrista hasta que se deshizo el nudo de la historia y se puso a los pies de los hinchas de la selecci¨®n espa?ola, millares de personas con tanta ilusi¨®n, tantas esperanzas como p¨¢nico ante el lento y tortuoso relato que casi siempre impone el ¨²ltimo episodio de la mayor competici¨®n del planeta. Las llaves del para¨ªso costaron sangre, sudor y l¨¢grimas (y alguna lipotimia), pero la puerta, al final, se abri¨® de par en par.
La adrenalina que salt¨® en los cuerpos de los aficionados, convertida en electricidad, podr¨ªa haber iluminado Madrid durante el resto de 2010. Fue el estallido de dos horas y media de silencio tenso. Porque durante el partido no hubo alegr¨ªa. Los minutos pasaban y las caras se iban contrayendo, pocos hablaban, todos los ojos estaban clavados en las pantallas que puso una compa?¨ªa de coches coreana, ni roja ni amarilla, coreana, a lo largo del paseo de Recoletos.
"Esto es peor de lo que pensaba", dec¨ªa un hombre envarado por el estr¨¦s
La adrenalina de los aficionados podr¨ªa haber iluminado Madrid
En medio de la batalla por la copa de cinco kilos de oro y dos bandas de malaquita se notaron los 37 grados cent¨ªgrados previstos para la tarde de ayer, los litros de cerveza y la tensi¨®n propia de un asunto que los aficionados de La Roja nunca se hab¨ªan tra¨ªdo entre manos, con perd¨®n de la Eurocopa. "Esto es mucho peor de lo que pensaba", dec¨ªa Jos¨¦ Andr¨¦s, un hombre envarado por el estr¨¦s, con una peluca circular roja y amarilla que le dejaba la coronilla (calva) al descubierto. Los adornos futboleros le daban un aspecto tragic¨®mico, como al resto de aficionados vestidos alegremente, con bufandas y banderas, pero con el alma encogida ante el suspense tormentoso de la final.
Antes de la hora D hubo tiempo para festejar la cita. Por Recoletos se mov¨ªan vendedores ambulantes de cerveza y refrescos, preparados con sus neveras para hacer caja. "Venga, cervezas, como para una boda", le urg¨ªan dos chicos a Carmen, una boliviana en paro bien provista de latas. El paro era el acompa?ante oculto de muchos de los invitados al fest¨ªn del bal¨®n. Jos¨¦ Ram¨®n lleg¨® desde Ja¨¦n para hacer historia en Recoletos. Con otros siete amigos. Solo dos de ellos, todos sobre los 25 a?os, ten¨ªan trabajo. Dentro de su estado espirituoso, Jos¨¦ Ram¨®n manten¨ªa la claridad suficiente para separar lo divino de lo humano. ?Prefieres un empleo o una Copa del Mundo? "Un curro, claro; esto a m¨ª no me da de comer".
La marabunta la formaban incontables espa?oles, m¨¢s j¨®venes que a?ejos, y un buen n¨²mero de extranjeros que gozaban con este plus irrepetible para una visita tur¨ªstica. Entre ellos, un holand¨¦s errante por Recoletos, Michiel de Kroon, alto, delgado, paseando con parsimonia entre las hordas. "Soy un suicida, ?verdad?", dec¨ªa de broma. Nada lo distingu¨ªa de cualquier turista despistado, ni rastro de naranja en su ropa, un esp¨ªa en Madrid. Quiz¨¢s fuese m¨¢s peligrosa la actitud de Rosa Zonana y de su marido Jaime, dos mexicanos que tomaron la curiosa decisi¨®n de sentarse en sillas plegables en medio de uno de los r¨ªos de gente que se desplazaban por la avenida. No ve¨ªan nada, pero les interesaba el ambiente. "El mi¨¦rcoles, cuando supimos que Espa?a iba a la final, cogimos un avi¨®n y aqu¨ª estamos", explicaba como si fuera la cosa m¨¢s normal del mundo.
No se sabe si este matrimonio sigui¨® todo el partido como si estuviese en la playa de Benidorm, pero lo que es seguro es que su grado de calma debi¨® de ser de los mayores de todo el entorno. Porque entre Cibeles y Col¨®n rein¨® un p¨¢nico oscuro antes de que se hiciese la luz. Del minuto uno hasta la pr¨®rroga se sufri¨® m¨¢s de lo que ning¨²n hincha merece. En los 900 metros del paseo de Recoletos, junto a la tranquilidad de piedra de la diosa Cibeles, padecieron el coste del triunfo total 200.000 personas. Cada una con sus tics, con su tormento interior, esperando a que aquello se decidiese de una vez.
Y ocurri¨®. Tocaron el cielo. Se ganaron un recuerdo que quedar¨¢ grabado en su memoria como una efigie de piedra, tan sereno como la diosa y sus leones, tan ¨¦pico como el se?or de la otra plaza, Cristobal Col¨®n, un antepasado que supo mucho antes lo que es descubrir que tienes el mundo a tus pies.
Una ciudad con el pulso casi parado
- Baj¨®n en el consumo de agua. Comenz¨® a descender hasta un 16% respecto al domingo anterior -seg¨²n los datos del Canal de Isabel II- cuando faltaban 15 minutos para el inicio del partido. Al finalizar la primera parte el consumo se recuper¨®, en apenas cuatro minutos, un 32%. En el segundo tiempo, la demanda volvi¨® a caer un 17% sobre el consumo anterior. Al final del tiempo reglamentario, y durante tres minutos -los del minidescanso-, el consumo creci¨® un 29%. El mayor descenso en la demanda de agua se registr¨® durante la segunda parte de la pr¨®rroga. Cuando marc¨® Iniesta, el consumo de agua era un 20% inferior al del domingo pasado a la misma hora.
- Metro casi vac¨ªo. El suburbano registr¨® un importante descenso de viajeros. Entre las nueve y las diez de la noche hab¨ªa un 50% menos de usuarios en los trenes. La mayor ca¨ªda, un 58%, fue entre las diez y las once. La disminuci¨®n de pasajeros en otros partidos del Mundial rond¨®, seg¨²n un portavoz el 30%.
- Poqu¨ªsimo tr¨¢fico. En el centro urbano de la capital se redujo un 54,3% entre las ocho y las nueve de la noche, un 81,3% entre las nueve y las diez y un 62% entre las diez y las once. En la M-30 disminuy¨®, frente a un domingo habitual, un 30% entre las ocho y las nueve de la noche y un 60% entre las nueve y las once.
- Atenciones sanitarias. Los servicios de emergencia atendieron entre las cinco de la tarde y las dos de la madrugada a 221 personas en los dos puestos m¨¦dicos del eje Col¨®n- Cibeles. Un total de 37 ciudadanos requirieron traslado al hospital, pero por causas leves: torceduras, lipotimias, ca¨ªdas, mareos y alg¨²n corte
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