Nuestro amigo Paul
Ya ocupa un lugar en nuestros corazones, junto a Naranjito, el bombo de Manolo o ese toro de Osborne que adorna muchas rojigualdas. Me refiero a Paul el pulpo alem¨¢n que no s¨®lo ha pronosticado con acierto todos los resultados de la selecci¨®n teutona en el Mundial de Sud¨¢frica, sino que incluso adelant¨® la victoria final de Espa?a ante Holanda.
Y es que la trastienda de este campeonato ha sido pr¨®diga en artefactos, situaciones y personajes chirenes -si se me permite el bilbainismo-, empezando por el bal¨®n Jabulani, m¨¢s adecuado como premio de una t¨®mbola que como protagonista de un evento de esta ¨ªndole; las insoportables vuvuzelas, el invento perfecto para los adictos al ruido; la omnipresencia, a todas horas y bajo cualquier excusa, de Pepe Reina, el suplente m¨¢s medi¨¢tico de la historia del f¨²tbol; o la guinda final: el beso ante las c¨¢maras entre Casillas y Sara Carbonero que hizo llorar de emoci¨®n incluso a los menos forofos de las gestas de la Roja.
Pero por encima de todas estas an¨¦cdotas se ha elevado la majestuosa figura del inquilino m¨¢s famoso del Sealife de Oberhausen. Si, antes de la final, hab¨ªa ya una oferta de 30.000 euros para que Paul presidiese la feria del pulpo de Carballino y disfrutase como un loco contemplando la degustaci¨®n de 20 toneladas de sus cong¨¦neres acompa?adas de Ribeiro; a estas alturas, la cotizaci¨®n de este or¨¢culo del balompi¨¦ habr¨¢ superado la de otros cracks de los oc¨¦anos, como la angula de Aginaga o el at¨²n de almadraba de Barbate.
Acostumbrados al car¨¢cter tontorr¨®n de Bob Esponja y sus amigos, para algunos ha sido una sorpresa la inteligencia de este habitante del fondo del mar. Quiz¨¢ es que la vida en cautividad agudiza el ingenio. Hasta ahora hab¨ªan sido los primates de los zool¨®gicos los que hab¨ªan dado mayores muestras de sagacidad, generalmente de signo mal¨¦volo, muy en consonancia con la que acostumbramos a manifestar los humanos. As¨ª, el gorila Bokito de Rotterdam, harto de soportar el bulling visual al que era sometido, se hizo c¨¦lebre por agredir a una se?ora que acud¨ªa diariamente a observarlo. No menos conocido es el chimpanc¨¦ Santino, residente en un parque cercano a Estocolmo, cuya afici¨®n consiste en hacer acopio de piedras, pulirlas y despu¨¦s lanzarlas contra los visitantes del recinto.
Paul, en cambio, carece de este grado de malicia. No quiero ni pensar en qu¨¦ le habr¨ªa ocurrido si, en el caso de vivir en Espa?a, hubiese vaticinado una hipot¨¦tica derrota de la Roja. Probablemente, los mejores restaurantes pujar¨ªan por poder ofrecer los tent¨¢culos del cefal¨®podo traidor. Por suerte, los ¨¦xitos de la selecci¨®n nos vuelven magn¨¢nimos y desde hace varios d¨ªas se comercializan en la red camisetas con la efigie del popular invertebrado, al m¨®dico precio de 15 euros. Despu¨¦s de lo bien que se ha portado Paul con nosotros, qu¨¦ menos que declarar al pulpo especie protegida.
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