Escabechina en La Madeleine
Andy Schleck y Contador toman el poder el ¨²ltimo d¨ªa de los Alpes tras hundir a Evans
Quiz¨¢s conmovido por la grandeza de lo vivido, por las emociones soportadas; quiz¨¢s, desbordado por el dolor de su codo roto, quiz¨¢s perdido ante la p¨¦rdida, Cadel Evans, el ciclista m¨¢s admirado por su capacidad de sufrimiento, por su resistencia casi inhumana, sentado en la escalerilla de su autob¨²s, llora desmadejado, humedece a¨²n su maillot amarillo ya empapado de sudor, entre sollozos pide perd¨®n a sus compa?eros, a todo el equipo, a quien ha dirigido en la ardiente traves¨ªa de los Alpes hasta que su alma ha dicho basta, lamenta la derrota. Un final digno de una etapa ¨²nica, la que, tras un desarrollo heroico, tuvo como resultado lo que todo el mundo ya sab¨ªa de antemano, que este Tour se jugar¨¢ en los Pirineos (o quiz¨¢s en la contrarreloj de Burdeos) en un mano a mano entre los dos mejores chicos de los ¨²ltimos a?os, Andy Schleck y Alberto Contador, en la cima de su arte ambos. Dos atacantes que juran que sabr¨¢n ganar el Tour a la defensiva antes de que sus palabras se vean traicionadas por su coraz¨®n y una coletilla restablezca su impresi¨®n de sinceridad: siempre que las circunstancias no nos obliguen.
El hasta ayer l¨ªder ocult¨® que se hab¨ªa roto el codo en una ca¨ªda en la anterior etapa
Schleck, de 25 a?os, acab¨® el d¨ªa vistiendo de amarillo por primera vez
"Ten cuidado bajando, m¨¢s vale perder 10s que ir al hospital", dijo Andy al espa?ol
Y as¨ª iban ayer, tranquilos y sin mirarse apenas, sus equipos en la retaguardia, antes de que las circunstancias les forzaran a actuar, como rivales primero, como aliados circunstanciales despu¨¦s, como amigos, siempre.
"?Ah, qu¨¦ etapa!", dec¨ªa, a¨²n emocionado, Bernard Th¨¦venet, el hombre que acab¨® con el mito de Merckx. "Una etapa de otro tiempo. Del ciclismo antiguo. Una etapa de pasi¨®n". Una etapa que permite borrar los tiempos de los grandes dominadores -Merckx, Hinault, Indurain, Armstrong- que convert¨ªan el Tour en una carrera de espera masoquista del golpe definitivo del m¨¢s fuerte.
Una etapa en la que cada corredor lleg¨® al l¨ªmite, en la que algunos lo sobrepasaron, en la que Vinok¨²rov mostr¨® su valor desequilibrante. En la que el orgullo sobrepas¨® a los campeones. A Cadel Evans, el campe¨®n del mundo, que perdi¨® ocho minutos en la ascensi¨®n de La Madeleine despu¨¦s de mantener toda la etapa tensa la cuerda invisible que un¨ªa al pelot¨®n, a su maillot, a su equipo, con la fuga espl¨¦ndida lanzada por el Caisse d'?pargne. Orgullo y fingimiento del australiano, quien la v¨ªspera, el d¨ªa de descanso, apenas hab¨ªa podido rodar ocho kil¨®metros pues el dolor de un codo que, acaba de descubrirlo, se hab¨ªa roto con una ca¨ªda 24 horas antes, le imped¨ªa ponerse de pie sobre la bici.
Evans orden¨® guardar secreto sobre su padecimiento y ayer, cuando sus equipiers le ve¨ªan apretar los dientes y le preguntaban si no ser¨ªa mejor dejar libre la fuga, soltar el maillot, ¨¦l les respond¨ªa que siguieran, que nadie, ning¨²n rival, claro, deber¨ªa siquiera sospechar que algo raro le pasaba.
No contaba con Vinok¨²rov, con el deseo del kazajo de aplicar el m¨¦todo cient¨ªfico, ensayo-error, a su sospecha de que Evans ocultaba algo. A los seis kil¨®metros, apenas recorrida al tran tran mantenido del BMC la cuarta parte de la interminable Madeleine, Vinok¨²rov atac¨®.
No tard¨® mucho en ponerse nervioso el Saxo, el equipo de Schleck, quien, desde la barriga del grupo, orden¨® acelerar la marcha para controlar a tan peligroso muchacho. Para entonces, Contador ya se hab¨ªa puesto a su rueda -"la ¨²nica rueda que me interesa", dijo-, para entonces, Evans, superada su capacidad por una vez en la vida, comenz¨® a descolgarse. Se solt¨® el campe¨®n del mundo y fue como si el refer¨ª de un combate de boxeo hiciera sonar el 'gong' del inicio. Como movidos por un rayo, los incre¨ªbles Tiralongo y Navarro se pusieron al frente, aceleraron, sprintaron en medio de la ascensi¨®n. Detr¨¢s de ellos, el caos para casi todos, que se vieron librados a la ¨²nica fuerza de su deseo. La desolaci¨®n para muchos, los rivales del mont¨®n, Sastre, Basso, Leipheimer, Purito, Menchov, Gesink, que notaban, pedalada tras pedalada, mientras se acumulaban los minutos en su contra, que deber¨ªan empezar a pensar ya que la lucha por el tercer puesto bien merecer¨ªa el esfuerzo, ya que el amarillo se les escapaba para siempre. La felicidad de los amigos. La rebeld¨ªa de Samuel S¨¢nchez. Cuando, agotadas sus fuerzas, Navarro mir¨® para atr¨¢s, s¨®lo le segu¨ªan Andy y Contador. Cuando ¨¦stos se quedaron solos despu¨¦s de que Samuel se rindiera, despu¨¦s de que el luxemburgu¨¦s quisiera rizar el rizo tratando de deshacerse del chico de Pinto con cuatro ataques sucesivos, ninguno de los dos dud¨® en darse la mano, en pactar seguir juntos, en aplazar los asaltos decisivos hasta los Pirineos.
As¨ª habl¨® Andy Schleck, de 25 a?os, que acab¨® el d¨ªa vistiendo el maillot amarillo por primera vez en su vida, con Alberto Contador, de 27, dos Tours en su casita: "Ten cuidado bajando, Alberto, que m¨¢s vale perder 10s que acabar en el hospital. Y, adem¨¢s, mi mam¨¢ me ha dicho que no me cayera y estar¨¢ sufriendo vi¨¦ndome por la tele". Eso, como Oca?a y Merckx, sus instintos asesinos, pero en el siglo XXI. ?Qu¨¦ Pirineos nos esperan!
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