El sol de nuestra vida
El sol es la vida. No hay que ser Nostradamus para predecir que el d¨ªa en que esa estrella se apague nos vamos todos a hacer pu?etas. Es l¨®gico que fuera la primera deidad que adorara el homo sapiens sabedor de que su luz y su calor resultaban imprescindibles para sobrevivir. Tal vez esa veneraci¨®n primigenia podr¨ªa estar en los genes de quienes se exponen al sol hasta la obsesi¨®n.
Tal vez el subconsciente identifique por ello las pieles bronceadas como un s¨ªntoma de salud. Occidente venera los cuerpos tostados. No solo lo consideran un ingrediente b¨¢sico de la belleza, tambi¨¦n lo relaciona con el prestigio social. Cu¨¢ntas novias han acudido al altar con la cara como un tomate y la boca llena de pupas por los atracones de sol que se pegaron para casarse morenitas.
Las cabinas bronceadoras deber¨ªan exhibir la advertencia de "perjudica seriamente la salud"
El subconsciente colectivo relaciona a los blancuchos con la enfermedad, el aburrimiento y hasta la pobreza. Solo as¨ª se explica el tremendo sacrificio a que muchos someten su cuerpo especialmente en verano. Solo el temor cerval a la degradante palidez les da fuerzas para entregarse a la cruel parrilla. Lo realmente parad¨®jico es que sabemos que tomar el sol en exceso no solo acelera el envejecimiento de la piel sino que adem¨¢s de producir manchas y quemaduras la somete a un alto riesgo de contraer carcinomas y melanomas. Un precio inaceptable que, sin embargo, se paga alegremente como si solo importara el presente.
Hasta el verano pasado muchos adictos al moreno se enga?aban a s¨ª mismos bronce¨¢ndose en las cabinas de rayos UVA. La industria del sol artificial sosten¨ªa a duras penas la inocuidad de sus m¨¢quinas gracias a la ambig¨¹edad de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud en la clasificaci¨®n sanitaria de sus efectos.
Ahora ya no hay medias tintas, la OMS sustituy¨® su "probablemente cancer¨ªgenos" por "cancer¨ªgenos" y eso lo cambia todo. Tanto que, seg¨²n los estudios del Centro Internacional de Investigaci¨®n del C¨¢ncer, el uso de cabinas de rayos UVA es incluso m¨¢s peligroso que tomar el sol con cremas protectoras. Ese mismo informe concluye que quienes usen esas m¨¢quinas antes de cumplir los 30 tendr¨¢n un 75% m¨¢s de posibilidades de contraer c¨¢ncer cut¨¢neo u ocular.
La industria tostadora de carne humana descalifica esos estudios que considera err¨®neos. El Ministerio de Sanidad dej¨® claro que no piensa prohibir las cabinas de rayos, lo cual me parece razonable.
Cada uno es muy due?o de correr los riesgos que quiera y lo que s¨ª ha de hacer la Administraci¨®n es advertir claramente d¨®nde est¨¢ el peligro, algo que, por cierto no hace en la industria alimentaria con las llamadas grasas trans tan perjudiciales para el aparato circulatorio.
Al igual que una orla negra advierte en las cajetillas de tabaco que "el fumar puede matar" el consumidor debe saber que otros productos del mercado perjudican seriamente nuestra salud. En las cabinas bronceadoras deber¨ªa figurar por tanto esa advertencia. El sol en cambio no admite avisos, esquelas ni etiquetas. Esta ah¨ª y podemos tomarlo libre y soberanamente. La diferencia entre disfrutarlo o padecerlo reside en su conocimiento.
La luz solar es un elemento fundamental para sintetizar la vitamina D y fortalecer la estructura ¨®sea, tambi¨¦n mejora el estado de ¨¢nimo, refuerza el sistema inmunol¨®gico, mejora la calidad de sue?o y hasta la vida sexual, que no es poco. Pero seg¨²n los cient¨ªficos, solo ser¨¢ un buen aliado de nuestra salud si lo tomamos a las horas en que no resulta da?ino y dosificarlo adecuadamente. En condiciones normales 10 o 15 minutos al d¨ªa tres o cuatro veces por semana evitando el periodo entre las doce y las cuatro de la tarde, ser¨¢n saludables y nos mantendr¨¢ el tono sin llegar al aberrante moreno Julio Iglesias. El sol puede tomarse en un parque, no hay que tenerle miedo, solo conocerle y respetarle. El sol es la vida, procuremos que estimule la nuestra, no que la queme.
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