?Alg¨²n beneficio del vertido de BP?
Tal vez sea un sue?o imposible, pero podr¨ªa ser que la cat¨¢strofe producida por el vertido de petr¨®leo de BP en el golfo de M¨¦xico haga de catalizadora final del apoyo a una pol¨ªtica medioambiental americana s¨®lida. S¨ª, se debe castigar a los culpables, tanto para mantener el convencimiento de los ciudadanos de que la justicia prevalece como para hacer que otros productores de petr¨®leo se lo piensen dos veces antes de correr riesgos descomunales. Pero si eso fuera lo ¨²nico que resultara de la calamidad del BP, ser¨ªa una tr¨¢gica p¨¦rdida de una oportunidad para devolver un poco de cordura a la pol¨ªtica energ¨¦tica y medioambiental de Estados Unidos, que ha ido extravi¨¢ndose cada vez m¨¢s en los ¨²ltimos a?os.
Propugnar un impuesto a las emisiones de carbono debe contribuir a financiar el alto gasto del Gobierno
?Por qu¨¦ habr¨ªa de haber alguna raz¨®n para la esperanza, en vista sobre todo de que la pol¨ªtica medioambiental de EE UU se ha basado en la irrealista creencia de que unas subvenciones relativamente peque?as para las nuevas tecnolog¨ªas energ¨¦ticas pueden sustituir a incentivos fiscales a los precios para los productores y los consumidores? El caso es que el vertido de petr¨®leo de BP est¨¢ a punto de convertirse en un motivo para un cambio de pol¨ªticas de proporciones hist¨®ricas. Si los huracanes estivales empujan grandes cantidades de petr¨®leo hasta las playas de Florida y la costa oriental, la explosi¨®n pol¨ªtica resultante har¨¢ parecer muda la reacci¨®n ante la crisis financiera.
La irritaci¨®n es particularmente marcada entre los j¨®venes. Los que cuentan veintitantos a?os, ya muy tensos por las tasas extraordinariamente elevadas de paro, est¨¢n d¨¢ndose cuenta ahora de que el modelo de crecimiento de su pa¨ªs -aquel del que sue?an con formar parte- es, en realidad, totalmente insostenible, independientemente de lo que digan sus dirigentes pol¨ªticos. De momento puede ser solo humor negro [por ejemplo, el camarero de Nueva Orleans que pregunta a los comensales si quieren gambas con plomo o sin plomo], pero una explosi¨®n est¨¢ prepar¨¢ndose.
?Podr¨ªa ser el renacer de la irritaci¨®n de los votantes para reavivar el inter¨¦s en un impuesto a las emisiones de carbono? Dicho impuesto, propugnado desde hace mucho por un amplio espectro de economistas, es una versi¨®n generalizada de un impuesto a la gasolina que afecte a todas las formas de emisiones de carbono, incluidas las procedentes del carb¨®n y del gas natural. En principio se puede crear un sistema de l¨ªmites m¨¢ximos y comercio de restricciones cuantitativas que obtenga los mismos resultados en gran medida, cosa que parece m¨¢s aceptable para los pol¨ªticos, dispuestos a cualquier cosa antes que usar la palabra "impuesto".
Pero un impuesto a las emisiones de carbono es mucho m¨¢s transparente y potencialmente menos propenso a las trampas que se han visto en el comercio internacional de cupos de emisiones de carbono. Un impuesto a dichas emisiones puede contribuir a preservar la atm¨®sfera y al tiempo a disuadir de algunas de las actividades de prospecci¨®n energ¨¦tica m¨¢s ex¨®ticas y arriesgadas al privarlas de rentabilidad.
Naturalmente, tiene que haber una regulaci¨®n mejor, mucho mejor, y m¨¢s estricta de la extracci¨®n energ¨¦tica costera y de zonas de acceso prohibido y sanciones severas para los errores. Pero poner un precio a las emisiones de carbono, m¨¢s que ning¨²n otro m¨¦todo, brinda un marco integrado para disuadir de las tecnolog¨ªas energ¨¦ticas de la antigua era del carbono e incentivar las nuevas al facilitar la competencia.
Propugnar un impuesto a las emisiones de carbono como reacci¨®n ante el vertido de petr¨®leo no debe ser simplemente una forma de explotar la tragedia en el Golfo, sino que debe contribuir a financiar un desmedido gasto gubernamental. En principio se podr¨ªan reducir otros impuestos para compensar los efectos de un impuesto a las emisiones de carbono, lo que neutralizar¨ªa los efectos en los ingresos o, para ser m¨¢s precisos, un impuesto a las emisiones de carbono podr¨ªa sustituir el enorme despliegue de impuestos que, de todos modos, habr¨¢n de venir tarde o temprano, en vista de los enormes d¨¦ficits presupuestarios gubernamentales.
?Por qu¨¦ podr¨ªa ser viable ahora un impuesto a las emisiones de carbono, cuando no lo ha sido nunca antes? Se debe a que, cuando la poblaci¨®n puede ver n¨ªtidamente un problema, tiene menos capacidad para descartarlo o pasarlo por alto. El calentamiento planetario gradual resulta bastante dif¨ªcil de advertir, pero cuando las im¨¢genes de alta definici¨®n del vertido de petr¨®leo del fondo del oc¨¦ano se combinan con las de la costa ennegrecida y la fauna y la flora silvestres devastadas, una historia muy diferente podr¨ªa surgir.
Algunos dicen que los j¨®venes de los pa¨ªses ricos son demasiado acomodados para movilizarse pol¨ªticamente, al menos en masa, pero podr¨ªa radicalizarse por la perspectiva de heredar un ecosistema gravemente da?ado. De hecho, justo por debajo de la superficie hay inestabilidad. El desempleo sin precedentes y la desigualdad extrema de la actualidad pueden parecer menos tolerables, cuando los j¨®venes adviertan que algunas de las cosas "gratuitas" m¨¢s apreciadas de la vida -clima aceptable, aire limpio y playas bonitas, por ejemplo- no pueden darse por descontadas.
Naturalmente, puede que est¨¦ yo dando muestras de demasiado optimismo al pensar que la tragedia en el Golfo propiciase una pol¨ªtica energ¨¦tica m¨¢s sensata que los intentos de moderar el consumo, en vez de buscar constantemente nuevas formas de alimentarlo. Gran parte de la reacci¨®n pol¨ªtica en EE UU se ha centrado en la demonizaci¨®n de BP y sus dirigentes, en lugar de pensar en formas mejores de equilibrar la regulaci¨®n y la innovaci¨®n.
Es comprensible que los pol¨ªticos quieran desviar la atenci¨®n de sus pol¨ªticas err¨®neas, pero ser¨ªa mucho mejor que hicieran un esfuerzo para mejorarlas. Una moratoria prolongada de la exploraci¨®n energ¨¦tica costera y de otras zonas tiene sentido, pero la verdadera tragedia del vertido de petr¨®leo de BP ser¨¢ si los cambios se reducen a eso. ?Cu¨¢ntos toques de atenci¨®n necesitamos?
Kenneth Rogoff, ex economista jefe del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universidad de Harvard. ? Project Syndicate, 2010. Traducido del ingl¨¦s por Carlos Manzano.
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