El Tourmalet les espera entre la niebla

Rompi¨® la tormenta por la noche y al amanecer la niebla cubr¨ªa el Tourmalet. Hoy llover¨¢, dice el parte. En el McDonald's de la esquina, auxiliares de los equipos norteamericanos cargan hamburguesas para sus chavales. Desde la ventana del hotel que comparten el d¨ªa de descanso, un Novotel como hay cientos, id¨¦nticos, en toda Francia, ni Alberto Contador ni Andy Schleck pod¨ªan ver de los Pirineos m¨¢s que nubes bajas la tarde gris. El color lo uniformiza todo: los 8s de ventaja, m¨ªnimos, la misma bicicleta, Specialized, el mismo sistema de cambio, SRAM, las mismas ruedas, ZIPP. A los amigos, a los duelistas, solo se les distingue por el motor -su capacidad, sus piernas, pulmones y coraz¨®n- y la cabeza, la pericia para mover las palancas del cambio en los momentos de tensi¨®n, de ataque, tambi¨¦n por el color del maillot, uno amarillo, otro blanco, no por la obsesi¨®n que les ocupa la tarde, la misma, el Tourmalet. Las circunstancias les han conducido hasta ah¨ª. No hay alternativa.

"Tengo que atacar. Y creo que ganar¨¦. Estoy como nunca", avisa el luxemburgu¨¦s

"El que gane en el Tourmalet ganar¨¢ el Tour", repite Andy Schleck, pese a que dos d¨ªas despu¨¦s, el s¨¢bado, una contrarreloj llana entre los vi?edos de Pauillac, a lo largo del Garona, tambi¨¦n dar¨¢ diferencias entre ambos. "No tengo elecci¨®n, tengo que atacar. Y creo que ganar¨¦. Estoy como nunca, mejor, mucho mejor que el a?o pasado, y creo que Contador no ha progresado desde entonces". Despu¨¦s de semanas de golpes psicol¨®gicos, a los p¨²giles no les queda sino darse pu?etazos de verdad buscando el KO del rival, o la amplia victoria a los puntos. Los analistas recuentan: el par¨®n de Spa, el ataque de Avoriaz, la respuesta de Mende, el salto de cadena, y hablan de ventaja para el luxemburgu¨¦s. Si Contador atac¨®, dicen, es porque sab¨ªa a Andy superior, porque s¨®lo a traici¨®n podr¨ªa sorprenderlo; si Contador est¨¢ de amarillo, mienten, es porque se aprovech¨® del incidente. Si Contador quiere recuperar su credibilidad ante el p¨²blico, exigen, en el Tourmalet debe dar un golpe de genio, ganar el maillot a lo grande. No recuerdan que el d¨ªa que m¨¢s tiempo perdi¨® en este Tour el prodigio de los mofletes sonrientes fue en el pr¨®logo de Rotterdam, 42s de miedo, lluvia y vallas.

Los analistas no saben, quiz¨¢s, que a Contador, una personalidad envuelta en una burbuja de aceite, golpes psicol¨®gicos de ese tipo le resbalan; que Contador, que ha disputado el Tour en todo tipo de circunstancias, y lo ha ganado dos veces, cree ¨ªntimamente que si es l¨ªder es porque lo merece, porque ha sido el mejor hasta ahora, que no debe nada a ning¨²n regalo; y sabe tambi¨¦n que su amigo Andy sabe que lo sabe. Por eso se dice m¨¢s tranquilo que en 2009, cuando ten¨ªa que estar pendiente de los ruidos de hotel, m¨¢s molestos que los silbidos del p¨²blico m¨¢s exaltado del Tour, por eso anuncia que no tiene ninguna t¨¢ctica especial: "Ir¨¦ adonde vaya Schleck".

Los dos subir¨¢n al Tourmalet, envuelto en una nube de lluvia fina y fr¨ªa tras bajar el peligroso Marie-Blanque, el benigno Soulor. El Tour de la can¨ªcula se decidir¨¢ un d¨ªa de fr¨ªo y niebla a 2.115m de altura, en la cima del Tourmalet, el puerto que m¨¢s veces se ha subido en la historia del Tour, 78 con hoy (m¨¢s tres llegadas a La Mongie, a cuatro kil¨®metros de la cima). El plato fuerte del centenario es la llegada a la cumbre por la vertiente de Bar¨¨ges, m¨¢s larga, 19 kil¨®metros, m¨¢s dura, 7,5%, que la tradicional de Sainte Marie de Campan y La Mongie, la segunda vez que se consigue -la anterior fue en 1974, cuando el quinto Tour de Merckx, y gan¨® Jean Pierre Danguillaume por delante de Poulidor el d¨ªa siguiente de que el franc¨¦s atacara por segunda vez en su carrera y ganara en Pla d'Adet- en la monta?a cuyo nombre es la primera palabra que muchos ni?os espa?oles aprendieron a decir en franc¨¦s, Tourmalet.