"Ante el volc¨¢n, sobreactuamos"
De repente fue el caos. El 15 de abril, Islandia, un a?o y medio despu¨¦s de su imprevista bancarrota financiera, volvi¨® a turbar la escena internacional. El efecto mariposa esta vez no vendr¨ªa de los rescates bancarios sino de un peque?o volc¨¢n de nombre impronunciable que, como la burbuja inmobiliaria, estall¨® y caus¨® la mayor crisis de la aviaci¨®n europea. La explosi¨®n de su cr¨¢ter produjo una kilom¨¦trica nube de cenizas que invadi¨® el cielo del norte de Europa y desfas¨® el tr¨¢fico a¨¦reo. Miles de vuelos se cancelaron y, durante una semana, la suerte de millones de pasajeros dependi¨® de los caprichos de la peque?a fisura de la corteza terrestre llamada Eyjafjalla.
"Nos pill¨® sin protocolos, sin unos procedimientos claros de c¨®mo funcionaban estos tipos de crisis en la Europa continental. Y se reaccion¨® de una forma bastante improvisada que nos hizo sobreactuar", comenta Ricardo G¨¦nova Galv¨¢n con la distancia que los tres meses que han pasado permiten. Como director de Operaciones de Iberia y miembro de una comisi¨®n especial de expertos de Eurocontrol, el organismo que vigila la seguridad del espacio a¨¦reo europeo, vivi¨® en primera l¨ªnea el 11-S de la aviaci¨®n continental.
"En 30 a?os no he visto ninguna crisis como la que caus¨® el Eyjafjalla"
"En los 30 a?os que llevo como piloto, he visto muchas crisis, pero ninguna como esta", dice G¨¦nova, de 57 a?os, en su oficina cerca del aeropuerto madrile?o de Barajas. "Se vio la fragilidad de nuestro sistema. La crisis del volc¨¢n nos explic¨® qu¨¦ es la globalizaci¨®n".
Los sillones de piel negra que ocupan el despacho le dan un aire muy serio. El mismo que mantiene G¨¦nova durante buena parte de la entrevista, sobre todo cuando desgrana las razones de por qu¨¦ no todo funcion¨® en la gesti¨®n de la crisis del volc¨¢n, como se quej¨®, en su momento la IATA, la principal organizaci¨®n las compa?¨ªas a¨¦reas. "Se reaccion¨® como en los reinos de taifas, cada pa¨ªs tom¨® su decisi¨®n. En Francia se abr¨ªa el espacio a¨¦reo mientras que en Reino Unido segu¨ªa cerrado, decisiones que se tomaban sin contar con los operadores, que somos los ¨²ltimos responsables de los vuelos. Una responsabilidad que asumimos cuando el Estado nos da la licencia para operar. El asunto de las cenizas es igual a otros que manejamos. Si hay un hurac¨¢n, se nos informa de las condiciones y nosotros decidimos", dice.
Para G¨¦nova, "se ech¨® en falta una autoridad central que diera indicaciones precisas. Pero si hay un aspecto positivo es que todo el mundo se dio cuenta de la necesidad del cielo ¨²nico europeo. Y ahora tenemos protocolos de actuaci¨®n. Si hubiera otra crisis no se producir¨ªa el mismo caos", a?ade. El 4 de mayo, cuando la nube volvi¨® a amenazar el tr¨¢fico a¨¦reo, los ministros de Transportes de la UE aceleraron la creaci¨®n del Schengen de los cielos y acordaron nombrar, para final de a?o, un gestor ¨²nico de la red europea.
El comandante incide tambi¨¦n en otro fallo: el modelo que se utiliz¨® para estudiar la evoluci¨®n de la nube. "Se basa en la mec¨¢nica de difusi¨®n de los gases en la atm¨®sfera. Es el mismo que se us¨® cuando explot¨® la central nuclear de Chern¨®bil en 1986. Pero en este caso fall¨® porque los datos que lo alimentaban eran muy imprecisos", comenta G¨¦nova, quien se resiste a culpar a los cient¨ªficos islandeses que vigilaban el volc¨¢n. "Uno es culpable cuando el fallo es intencional. Ellos med¨ªan con los instrumentos que ten¨ªan", dice. La soltura con la que entra en detalle, no le viene solo de sus 15.000 horas de vuelo. Antes que piloto, G¨¦nova es matem¨¢tico y doctor en Astrof¨ªsica, y tiene, seg¨²n confiesa, "lo que cualquier investigador tiene que tener: dudar de todo y estar siempre pregunt¨¢ndose porqu¨¦".
Cuando habla de su formaci¨®n, el tono se hace m¨¢s relajado. Y cuando entra en la cabina de su avi¨®n, el Airbus-340 del que es comandante, desaparece el aspecto austero que le da el uniforme. Ense?a los miles de botones que puntean el habit¨¢culo con la amabilidad de un antiguo caballero. "Desde peque?o me gustaron los aviones, crec¨ª en una isla, Tenerife, en a?os en los que las comunicaciones no eran como ahora: los aviones y los barcos eran los hilos que nos conectaban con el exterior, el avi¨®n me ha permitido salir de all¨ª, aunque despu¨¦s de salir siempre quiero volver", cuenta. Su origen tinerfe?o ya lo delataba su reloj: marca una hora menos que en la Espa?a peninsular.
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