Las narizotas de Roma
El ba?o de Anitona Ekberg en la Fontana di Trevi de Bernini con Marcello Mastroianni pregunt¨¢ndole "pero t¨² qui¨¦n eres" explica la pasi¨®n de los romanos por el agua y las fuentes. Termas, simples ca?os para beber y grandes y peque?as fuentes ornamentales honran todav¨ªa la noble tradici¨®n que hace 2.000 a?os ve¨ªa a los romanos reunirse en los ba?os p¨²blicos para comentar la actualidad mientras hac¨ªan sus abluciones.
Aquello s¨ª que era la dolce vita. Hoy, dentro de los muros aurelianos que delimitan el centro de la capital hay 250 fuentes estrat¨¦gicamente colocadas cerca de museos y monumentos para ayudar al turista a ahorrarse la botella de agua mineral. Casi todas son un simple tubo de hierro con forma de nariz, y la soltura romana las ha bautizado como nasoni, o narizotas.
El agua ha sido siempre un patrimonio ciudadano. La del T¨ªber era tan buena y tan limpia que los Papas cuando se iban de viaje se la llevaban embotellada. El color marr¨®n del r¨ªo desaconseja hoy el rito. Pero los romanos siguen consumiendo agua del grifo. Y si alguno detecta cierto exceso de cal, ellos responden que la cal es buen¨ªsima.
El subsuelo de la capital italiana sigue estando lleno de r¨ªos que recogen el agua que baja de las colinas. En contra de lo que muchos creen, en Roma llueve algunos a?os m¨¢s que en Londres. Y el ruido del agua que cae acompa?a siempre los d¨ªas y las noches en las plazas de la ciudad, que todav¨ªa hoy siguen siendo el escenario donde los romanos se cuentan sus penas y curan sus angustias.
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