?Frenazo o vuelta a la recesi¨®n?
La econom¨ªa global afronta el riesgo de reca¨ªda, agravado por los problemas financieros
En las ¨²ltimas semanas, buena parte de los economistas, principalmente en Estados Unidos, se han visto obligados a tomar partido. El debate p¨²blico ha forzado a muchos de ellos a posicionarse bien a favor de una nueva ronda de est¨ªmulos econ¨®micos o bien por duros programas de austeridad que enderecen las maltrechas cuentas p¨²blicas. Casi no ha habido tribuna, seminario e incluso medio de comunicaci¨®n que no se hiciera eco de estas dos posturas enfrentadas, en ocasiones defendidas incluso con gran ardor. Era la traslaci¨®n acad¨¦mica del que fuera, en buena medida, el debate que los principales l¨ªderes mundiales llevaron a la ¨²ltima reuni¨®n del G-20 en Toronto -solo que, como suele ocurrir en estas cumbres, tanto los defensores como los detractores de estas dos posiciones enfrentadas se dieron por vencedores-.
Los analistas apuestan por una desaceleraci¨®n en este semestre
En EE UU solo ha habido tres reca¨ªdas en la recesi¨®n desde 1854
El ajuste fiscal no provoca necesariamente una ralentizaci¨®n
Portugal, Espa?a e Italia tienen m¨¢s papeletas para volver a la recesi¨®n
La marca Europa cotiza a la baja en el mercado por un problema pol¨ªtico
Cada vez m¨¢s voces cuestionan el efecto multiplicador de los est¨ªmulos
Al margen de los posicionamientos ideol¨®gicos que tambi¨¦n encierra la discusi¨®n, lo cierto es que el debate entre m¨¢s est¨ªmulos o austeridad emerge por una realidad anterior: la recuperaci¨®n econ¨®mica flaquea. Despu¨¦s de haber logrado evitar una nueva Gran Depresi¨®n de la econom¨ªa mundial y de los ingentes esfuerzos presupuestarios, monetarios y pol¨ªticos empleados en combatirla, resulta que las bases de esa recuperaci¨®n se muestran menos s¨®lidas de lo que aparentaban. Y la recuperaci¨®n flaquea tanto que no solo se advierte un frenazo m¨¢s que evidente de la actividad sino que surge el temor a una reca¨ªda, a una vuelta a la recesi¨®n, a los n¨²meros rojos, a la destrucci¨®n econ¨®mica y al fantasma de la depresi¨®n de los a?os treinta.
"Estamos ahora, me temo, en las primeras etapas de una tercera depresi¨®n. Probablemente se parecer¨¢ m¨¢s a una depresi¨®n larga que a una gran depresi¨®n mucho m¨¢s severa. Pero el coste, para la econom¨ªa mundial y sobre todo para los millones de vidas deprimidas por la falta de un empleo, es inmenso", aseguraba hace apenas un mes el premio Nobel de Econom¨ªa de 2008, Paul Krugman. Unos d¨ªas m¨¢s tarde, el instituto estadounidense de investigaci¨®n del ciclo econ¨®mico (ECRI, por sus siglas en ingl¨¦s) anunciaba que su indicador adelantado de la actividad se encontraba en el nivel m¨¢s bajo del ¨²ltimo a?o y su registro actual (-10,5%) en el pasado siempre ha anticipado una recesi¨®n.
No muchos analistas comparten, al menos por ahora, el pesimismo de Krugman o los temores del ECRI. Pero el riesgo y el miedo a que se materialice existen. A principios de mes, un reconocido economista de una entidad bancaria aseguraba en una presentaci¨®n a periodistas: "Estamos en un mundo mejor que el que temes: crecimiento global del 4%". Eso alejar¨ªa, a su juicio, el riesgo de una nueva recesi¨®n y utilizaba como argumento para ello el indicador de b¨²squedas de Google. "Hace un a?o si introduc¨ªamos el t¨¦rmino riesgo de reca¨ªda (risk of double dip recession, en ingl¨¦s) sal¨ªan aproximadamente 1.150.000 resultados. En el ¨²ltimo mes, esa b¨²squeda se ha reducido a 590.000 resultados y en la ¨²ltima semana a 265.000", dijo entonces. Si ese indicador sirve de algo, esta semana arrojaba un escenario bien distinto: unos 783.000 resultados.
Posicionados tambi¨¦n ante esta cuesti¨®n, la mayor¨ªa de los analistas apuesta por ahora porque se producir¨¢ una fuerte desaceleraci¨®n del crecimiento, lo que ha llevado a una rebaja generalizada de las previsiones de crecimiento para esta segunda mitad del a?o. Pese a la ausencia de n¨²meros rojos, tampoco se puede decir que esas previsiones se dejen llevar por el optimismo. "En el mejor de los casos, afrontamos un periodo de crecimiento an¨¦mico, por debajo del potencial, en las econom¨ªas desarrolladas mientras se lleva a cabo un proceso de desapalancamiento de hogares, instituciones financieras y Gobiernos, que afectar¨¢ al consumo y a la inversi¨®n", apunta Nouriel Roubini, el gur¨² que anticip¨® el estallido de la crisis financiera.
Tambi¨¦n la Reserva Federal de Estados Unidos ha rebajado sus previsiones. De hecho, su presidente, Ben Bernanke, aseguraba esta semana ante el Congreso que "estamos preparados y actuaremos si la econom¨ªa no sigue mejorando", sobre todo por "el inaceptablemente elevado nivel de desempleo", que en junio se situaba en el 9,5% de la poblaci¨®n activa.
"El temor no es sobre lo que est¨¢ pasando [una clara desaceleraci¨®n] sino sobre lo que va a pasar en el futuro y qu¨¦ podemos esperar en la segunda mitad del a?o. La verdad es que nadie lo sabe, el grado de incertidumbre es muy alto y no lo sabremos hasta que pase", concluye Edward Hugh, un macroeconomista independiente y responsable del blog de econom¨ªa internacional Global Economy Matters [la econom¨ªa global importa].
La historia no est¨¢ del lado de los pesimistas en esta materia. De las 33 recesiones que ha vivido Estados Unidos desde 1854 solo en tres ocasiones se ha producido la temida reca¨ªda (en 1913, 1929-1931 y en 1981), si entendemos que la reca¨ªda en la recesi¨®n se produce en los 12 meses siguientes a la salida oficial de los n¨²meros rojos. Pero incluso si ese rango se ampl¨ªa a 18 meses, el n¨²mero de reca¨ªdas -o recuperaci¨®n en forma de W como tambi¨¦n se conocen- apenas asciende a cinco. Eso supone que las probabilidades hist¨®ricas de que la actividad econ¨®mica vuelva a los n¨²meros rojos son realmente bajas.
Pero los mercados no entienden ni de l¨®gica ni de historia. "Efectivamente, los mercados se est¨¢n comportando como si hubi¨¦ramos vuelto a una fase de recesi¨®n, un movimiento consecuente con los temores sobre el crecimiento y el riesgo de reca¨ªda. Aunque creemos que esos temores son exagerados, la p¨¦rdida de impulso econ¨®mico har¨¢ dif¨ªcil cambiar esa percepci¨®n a corto plazo", apuntaba Keith Wade, el economista jefe de Schroders en una reciente nota a clientes. Entonces, ?estamos ante un comportamiento irracional de los mercados o son capaces de percibir tendencias que a los dem¨¢s se nos escapan?
Lo cierto es que hay razones que avalan esos movimientos, al menos en parte [ver gr¨¢ficos adjuntos]. Por ejemplo, el ?ndice B¨¢ltico, que mide el coste del transporte mar¨ªtimo de mercanc¨ªas y sirve para comprobar la salud del comercio mundial, se encuentra en su nivel m¨¢s bajo desde enero de 2009. Muchos argumentan que el coste de los fletes ha ca¨ªdo debido a un aumento de la flota disponible para el transporte, pero si ese indicador se acompa?a de una ca¨ªda del 9% en julio, y por tercer mes consecutivo, de las importaciones de mineral de hierro en China -consecuencia de los esfuerzos de las autoridades por desinflar la burbuja de la construcci¨®n- ese comportamiento no puede ser ignorado. Los encargos de la industria, medidos por el ¨ªndice de gestores de compras, han cambiado su tendencia al alza tanto en las econom¨ªas desarrolladas como en las emergentes. Y pese a las ingentes cantidades de dinero inyectadas al sistema financiero para asegurar que se manten¨ªa el flujo en el cr¨¦dito, los pr¨¦stamos al sector privado siguen sin remontar y la desconfianza entre las entidades ha obligado a los bancos centrales a seguir inyectando liquidez en el sistema.
Tambi¨¦n es verdad que en esta ¨²ltima semana algunos indicadores han registrado una inesperada mejora, especialmente en Europa. El PIB ha mejorado considerablemente en Reino Unido, con un incremento del 1,1% anual en el segundo trimestre. La confianza de la industria en Alemania se sit¨²a en su nivel m¨¢s alto en tres a?os y los pedidos de la industria europea han repuntado en julio. Pero esos datos no implican que la situaci¨®n econ¨®mica europea haya mejorado de forma generalizada, sino que muestran las crecientes diferencias entre unas y otras econom¨ªas de la regi¨®n. Ah¨ª el entorno juega un papel fundamental: distintos niveles de desempleo (el 7,7% de Alemania frente a casi el 20% en Espa?a), de deuda p¨²blica (115% del PIB de Italia o el 66,7% de Austria) o de d¨¦ficit (14,3% de Irlanda o el 0,7% de Luxemburgo) condicionan sin duda las pol¨ªticas a aplicar por las autoridades.
Porque aqu¨ª s¨ª que hay que admitir que la marca Europa ahora cotiza a la baja en los mercados. Y el problema es eminentemente de car¨¢cter pol¨ªtico. "Los inversores dudan de que Europa haga lo que tiene que hacer, adem¨¢s de no entender c¨®mo funcionan sus instituciones. En toda la crisis Europa ha ido siempre por detr¨¢s de la curva, por detr¨¢s de los acontecimientos, mientras que en Estados Unidos no han dudado de dar un giro radical a sus posiciones ideol¨®gicas -como pas¨® con Bush- si eso era necesario para salir de la crisis", apunta Garicano.
Es en ese contexto, y a ambos lados del Atl¨¢ntico, donde surge el debate entre m¨¢s est¨ªmulos o m¨¢s austeridad. De la primera postura, sin duda Krugman se ha convertido en su principal defensor. Sin embargo, desde Londres Luis Garicano, profesor de Econom¨ªa de la London School of Economics, sostiene que "el debate es ficticio. Muchos pa¨ªses no pueden plantearse la elecci¨®n, como es el caso de Espa?a. Otros, como Estados Unidos, siguen recibiendo financiaci¨®n de los mercados aunque la situaci¨®n de sus cuentas p¨²blicas sea desastrosa. Pero la opini¨®n de los mercados puede cambiar muy deprisa y hay que ser prudente. En todo caso, no hay que exagerar la bondad de los est¨ªmulos".
Frente a la tesis del premio Nobel de que sin m¨¢s est¨ªmulos la depresi¨®n es inevitable, cada vez hay m¨¢s voces que cuestionan el efecto multiplicador de los est¨ªmulos en las econom¨ªas desarrolladas. "El impacto es muy distinto si se trata de un pa¨ªs emergente, para el que las mejoras en infraestructuras puede suponer un aumento de su crecimiento potencial, que para una econom¨ªa ya madura, porque no se pueden construir carreteras infinitamente ni se puede consumir sin l¨ªmite", asegura Hugh.
De hecho, un informe de los servicios de inversi¨®n de banca privada de Lombard Odier asegura, que pese al enorme est¨ªmulo fiscal inyectado por EE UU en su econom¨ªa desde que estall¨® la crisis, las ventas finales reales a compradores nacionales (excluidos los inventarios) han crecido un 1% desde su m¨ªnimo de principios de 2009, el menor repunte de cuantas recesiones han existido desde la posguerra. Como conclusi¨®n sostiene que "la experiencia, sin perjuicio de interpretaciones alternativas de los hechos, sugiere que los est¨ªmulos fiscales masivos han tenido escaso ¨¦xito a la hora de impulsar el crecimiento en los dos grandes episodios de crisis de los ¨²ltimos 100 a?os".
La diferencia parece estar en la calidad, m¨¢s que en la cantidad. Era lo que el profesor Raghuram Rajan, de la Universidad de Chicago, apuntaba en una reciente entrevista. "Una cosa es prolongar las ayudas por desempleo en un pa¨ªs [EE UU] que no est¨¢ preparado para tener altas tasas de paro durante un tiempo prolongado y otra una nueva ronda de est¨ªmulos generalizada, que no servir¨ªa para nada".
Tampoco la austeridad conlleva necesariamente una contracci¨®n econ¨®mica. Seg¨²n un trabajo realizado por dos economistas del Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1996 (C. J. McDermott y R. Westcott), "los episodios de consolidaci¨®n fiscal no provocan necesariamente una ralentizaci¨®n econ¨®mica y las pruebas respaldan la tesis [...] de que la consolidaci¨®n fiscal que se concentra en el lado del gasto, y en especial en las transferencias p¨²blicas y los sueldos de los funcionarios, tiene m¨¢s probabilidades de conseguir una reducci¨®n del ratio de deuda p¨²blica que una consolidaci¨®n basada en subidas de impuestos". Alemania y el Banco Central Europeo (BCE) estar¨ªan, pues, de enhorabuena aunque tampoco se puede decir que el ajuste fiscal tenga un efecto neutro para todas las econom¨ªas. "Portugal, Espa?a e Italia son los ¨²ltimos pa¨ªses en anunciar nuevas medidas de ajuste para reducir sus d¨¦ficits fiscales. Unas medidas que incluyen recortes en los salarios de los funcionarios, aumentos del IVA y de los impuestos sobre la renta van a provocar da?os severos a la recuperaci¨®n en estos pa¨ªses, hasta situarles ante la posibilidad real de caer en recesi¨®n", sostiene el economista jefe de Schrodes, Keith Wade, en una nota a clientes.
Si ese proceso de consolidaci¨®n fiscal se produce de forma paralela a un masivo desapalancamiento del sector privado, tanto de hogares como de empresas, las posibilidades de que el frenazo termine llevando a la econom¨ªa a los n¨²meros rojos son muy altas. "La clave es la intersecci¨®n entre el sector financiero y el sector inmobiliario. Ah¨ª empez¨® todo y si la confianza no vuelve al sector financiero, y no lo har¨¢ si no se sanean de verdad los balances, el riesgo de repetir el modelo de Jap¨®n [que alterna periodos de muy bajo crecimiento con alg¨²n que otro trimestre en recesi¨®n] es elevado", subraya Garicano.
Mauro Guill¨¦n, profesor del instituto Joseph H. Lauder Institute de gesti¨®n y estudios internacionales en Wharton, advierte que en realidad el debate deber¨ªa ser otro, mucho m¨¢s profundo, estructural y de largo plazo, "qu¨¦ debemos hacer para que la econom¨ªa vuelva a ponerse a funcionar. Y ah¨ª hay reformas que aparecen como imprescindibles, como la reforma laboral en el caso espa?ol". Para Edward Hugh, sin embargo, nos encontramos en un momento de transici¨®n
muy dif¨ªcil "y que se va a producir a lo largo de los pr¨®ximos veinte a?os, para encontrar un modelo de crecimiento que sea sostenible, que resuelva los problemas de fertilidad y riqueza que afrontamos, y que sea capaz a la vez de asumir sus responsabilidades, como el envejecimiento de la poblaci¨®n".
No les falta raz¨®n. Porque los mismos que atribuyen buena parte de la responsabilidad de la crisis a los desequilibrios globales, son los mismos que conf¨ªan en un consumo desaforado de los estadounidenses y unas exportaciones baratas chinas para salir de la recesi¨®n.
As¨ª las cosas, un escenario econ¨®mico en W, con forma de ra¨ªz cuadrada (Guill¨¦n, dixit) o como el peinado de Bart Simpson no resulta descabellado. Pero haya n¨²meros rojos o no, si hay un elevado nivel de desempleo, un largo periodo de bajo crecimiento, escasez de cr¨¦dito y una pol¨ªtica fiscal restrictiva, que reduce el gasto p¨²blico y aumenta los impuestos, "no se llamar¨¢ recesi¨®n, pero se le parece bastante", como apunta Krugman. Y no cabe duda de que un entorno semejante no ejercer¨¢, precisamente, como un factor favorecedor de la confianza. Es el factor psicol¨®gico de la econom¨ªa que ya analiz¨® hace tiempo el profesor de econom¨ªa de Yale, Robert Shiller, en su libro Animal spirits y que volv¨ªa a rescatar hace un par de semanas en un comentario en The New York Times. "Empujados por la psicolog¨ªa de las masas, en el pr¨®ximo a?o o dos podr¨ªa producirse un nuevo temblor en la econom¨ªa y ser¨ªa severo (...). Los cambios que se est¨¢n produciendo lentamente en nuestro ¨¢nimo representan un riesgo real de recesi¨®n".
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